Capítulo 1

1651 Words
Dos días después, me dieron el alta y aunque eso me alegro, en cierto modo, algo me molestaba, quizás el hecho de haber dejado ir a los otros dos esposos y con ello, también sus visitas. Alexander me había informado que había tomado la iniciativa de avisarles que necesitaba descansar, porque sabia que el verlos no me ayudaría a mejorar. —¿Cómo te sientes?—expreso Alexander al entrar a mi habitación, traía consigo una muda de ropa y una pequeña caja blanca. —Mejor de lo que me veo—admití, para mi mala suerte, tenía que llevar puesto un collarín y claro, un inmovilizador de hombro, ya que últimamente me había estado doliendo. Tendría que llevarlo puesto al menos por tres días y tomar bastante medicamento para que el dolor disminuyera, pero aún no sabia como se lo explicaría a Tracy. —Para ti—me dijo colocando la bolsa transparente justo sobre la cama, pero al verme frunció el ceño—¿Quieres que te ayude? —No, muchas gracias—exprese esbozando una sonrisa. A pesar de las circunstancias Alexander no perdía la oportunidad para bromear y jugar conmigo— puedo hacerlo yo sola. —Dios, tienes un muy mal aspecto—expresó mirando mi rostro, desgraciadamente yo también lo pensaba, había evitado volver a verme al espejo porque de cualquier forma no podía hacer nada para arreglarme—¿En serio no quieres que te ayude? —¿Y dejar que te aproveches de mí?—bromee—no, gracias —De acuerdo, te daré un poco de privacidad mientras te cambias. Mientras tanto iré a firmar tu documento de alta para que podamos pagar la factura del hospital. —Yo…— incliné la mirada. No sabia como y porque es que había terminado en un hospital como ese, se notaba que era bastante costoso, así que me sentí culpable de que tuvieran gastar tanto por mi causa, aunque en cierto modo una parte de mi sabia que lo merecía—lo lamento mucho. —¿Por qué te disculpas si esto no es tu culpa?—cuestiono algo desconcertado. —Siento que pude hacer más por evitar todo esto… —No te mortifiques más por eso, si hay un culpable ese sería yo—manifestó sentándose a mi lado, estiro la mano y tomo la mía— yo te metí en esta situación, te puse en peligro. Lo lamento. Le estreché la mano, podía ser que lo único que nos unía era el trabajo, pero en el tiempo de conocernos habíamos forjado una extraña e inusual amistad. Nos quedamos en silencio, suspire y él extrañamente hizo lo mismo —¿Y Benedict?—me animé a preguntar. Sentí que hacía mucho tiempo que no lo veía, la última vez había sido aquella noche en medio de la oscuridad. Quería saber si él, a pesar de todo, volvería— ¿Dónde esta? —Él…—musito agachando la cabeza— parece ser que no vendrá. Sentí que mi corazón dejaba de palpitar y mis pulmones dejaron de respirar, no quería sonar decepcionada, pero al final solté un suspiro amargo. —Supongo que debe estar bastante ocupado ¿No es verdad?—cuestione algo desilusionada. Asintió con la cabeza con cierto pesar y luego se volvió hacia mí. —Si, de hecho por lo poco que sé, es que ha contratado gente ante la negligencia e ineficacia de la policía para encontrar a esa mujer—explicó con cierto nerviosismo, aunque no supe exactamente por qué— el próximo sábado dará una conferencia de prensa. —Oh— logré decir, mi voz sonó algo afligida al recordar lo que Benedict me había dicho. Anunciaría mi accidente. —¿Lo has visto? —pronunciaron mis labios, quizás en un intento por buscar una mínima esperanza aunque sea de saber como se encontraba. —No, solo hemos tenido un par de conversaciones, pero únicamente por teléfono. Como te dije, él está ocupado—justificó, pero mi intuición me advertía que tal vez el problema era yo o quizás el sentimiento de culpa que cargaba por mi causa—dijo que daría una rueda de prensa, para anunciar tu accidente y también otros asuntos de importancia. —¿Qué otros asuntos?—me anime a preguntar—¿De la empresa? —Si, eso parece—dijo soltando un suspiro y luego se levantó de su lugar para esbozar una sonrisa—pero hablaremos de él más tarde, ahora dejaré que te cambies, vuelvo en un par de minutos. Asentí, pero intuí que algo no estaba bien, es decir, me pareció que estaba evadiendo el tema de Benedict. ¿Algo había pasado? Salió de la habitación y entonces me animé a revisar qué era lo que había traído para mí, parecía ser una pantalón deportivo y una sudadera que hacía juego, además de una camiseta blanca, supuse que en la caja debían estar los zapatos y efectivamente no me equivoque. Me vi forzada a cambiarme, aunque muy lentamente, pese a que no había sufrido fracturas de gravedad, mi cuerpo sí que se sentía adolorido. Más tarde y una vez que estuve lista, Alexander volvió con los papeles del alta, con ellos ya podíamos pasar a pagar, pero entonces me pregunté cuánto sería el total de la factura, puesto que ese lugar no era precisamente para gente común. Durante el tiempo que había permanecido hospitalizada, había tenido una habitación únicamente para mí, con una pantalla plana y todos los canales existentes e incluso de streaming. La cama tenía equipo especializado que por suerte no tuve que ocupar y claro la atención había sido una experiencia única que en un hospital público no habría tenido; sin embargo, todo eso debía tener un precio demasiado alto. —¿Estás lista? —preguntó Alexander del otro lado de la puerta —Si— intente gritar, pero de mi voz salió una ronquera que me hizo preguntarme si de verdad ya estaba lista para irme y desde mi sitio pude escuchar a mi jefe reírse. —Entonces será mejor que nos vayamos ahora—sugirió al abrir la puerta, solo entonces confirmé, al ver su sonrisa, que le había causado gracia. De haber podido, me hubiese pasado de largo hacia el pasillo totalmente indignada, pero por mi estado no pude permitírmelo, así que caminé despacio hasta llegar a la puerta, justo a la silla de ruedas que Alexander sostenía para mí. —¿Te crees muy gracioso? —me queje, entonces él comenzó a empujarme —Hago mi esfuerzo—respondió—¿O preferirías qué fuese tal y como lo es Benedict? —No digas tonterías— impugné—no tengo el ánimo para eso. —Pero de haber sido Benedict quien viniera por ti, seguro que no habrías dicho nada. ¿Verdad? Me quedé en silencio y me puse a pensar qué habría pasado si él hubiese venido por mí. Alexander me llevó hasta el ascensor y ahí, no se atrevió a hablar debido a que no estábamos solos y di gracias a Dios por ello. Cuando las puertas se abrieron nuevamente en la primera planta, él me empujó hacia la recepción, sitio donde desgraciadamente debía abandonar mi silla de ruedas para caminar por mi propio pie, pues parecía que mi jefe no era tan rico como para conseguir una silla única y exclusivamente para mí. —Buenas tardes, disculpe—dijo Alexander al llegar al escritorio— vengo a pagar la factura de la habitación veinticinco. Lo vi sacar una tarjeta de crédito de color azul que tenía la palabra ejecutivo grabado en el plástico con letras plateadas, era la misma que él llegaba a darme para comprar sus regalos de navidad, aniversario y cumpleaños para su esposa. No sabía cuánto era su límite de crédito, pero si se atrevía a pagar con ella la cuenta del hospital, entonces debía ser bastante alto. —Por supuesto—dijo la señorita amablemente, entonces presionó algunas teclas de la computadora frente a ella, quizás para buscar la información del gasto que debíamos al hospital, pero en cierto momento la chica frunció el ceño —Disculpe, señor, pero mi sistema me indica que la cuenta ya fue cubierta. —¿Cómo?—logró decir mi jefe, entonces inclinó la vista hacia mí, cruzamos miradas, me pareció que ambos sospechamos lo mismo—¿Sabe quién cubrió la factura? Tal vez sea una equivocación. Me pareció que la chica también estaba algo desconcertada y confundida, así que no dudo en verificar la información que Alexander le había pedido —Benedict Corwin—expresó la chica— me parece que se trata de su esposo ¿No es verdad? Intenté tragar saliva, pero mi boca se quedó seca. Desvíe la mirada un momento y entonces escuché a Alexander soltar una risita nerviosa. —Exesposo—le corrigió Alexander, pero no sé si lo hizo para amenizar el impacto de lo que la palabra esposo me había causado o simplemente para burlarse de la joven. —Oh, lo lamento mucho—musitó la joven, tal vez avergonzada. —No se preocupe—respondió Alexander y entonces me empujó para sacarme de esa situación bastante vergonzosa. —No tenías por qué decirle esa mentira—me atreví a sermonearlo, una vez que nos alejamos de ahí. —Técnicamente, no fue mentira, fuiste su esposa por un par de semanas. —Fingí ser su esposa, que es una cosa muy diferente a lo que dijiste—le corregí. —En todo caso él pagó la cuenta—dijo deteniéndose antes de llegar a la puerta principal, debía bajarme de la silla. Suspiré, pero no supe si lo hice por el simple hecho de que la vida no me dejaba pensar en otra cosa que no fuese en Benedict o en todo caso si tan solo era una extraña coincidencia.
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