Prefacio

2144 Words
Era difícil estar sola, no me gustaba por el simple hecho de que solía sobre pensar las cosas. En este caso no había dejado de pensar en la discusión que se había llevado a cabo en mi habitación y la cual no había logrado detener debido a mi convalecencia. Eran las diez de la noche, ya habían transcurrido dos horas desde que Alexander se había marchado y se había llevado consigo los contratos de los otros dos esposos. En mi soledad, había pensado mucho en lo que había hecho, romper esos contratos solo significaba que había renunciado a ellos y los problemas que los habían llevado a buscar una esposa falsa. No dejaba de sentirme culpable y aunque Alexander dijo que se encargaría de comunicarles mi decisión, mi conciencia me advertía que esa jugada era muy cobarde de mi parte y a menos que quisiera escuchar sus reclamos en mi cabeza todos los días, debia afrontarlos y explicarles en persona el porqué de mi elección. Tarde o temprano tenía que hacerlo, pero en ese momento lo único que podía hacer era suspirar y aceptar que perdería la compañía de dos hombres maravillosos que merecían una mujer que los comprendiera y que estuviera con ellos en las buenas y en las malas, se lo merecían, pero desgraciadamente yo no era esa mujer. Intente sentarme en la orilla de la cama, los medicamentos que me había dado hacía algunas horas atrás comenzaban a perder su efecto por lo que, el dolor era insoportable y, por lo tanto, era imposible conciliar el sueño. Mire la aguja que me conectaba con una bolsa de suero, esta colgaba de un tubo metálico, el cual tenía un par de ruedas que tenían el propósito de poder ir a donde fuese el paciente sin ninguna dificultad. Por supuesto no pretendía ir a ningún lado, mi cuerpo estaba demasiado adolorido para ir a cualquier lado por mi cuenta, pero necesitaba ir al baño y, ya que no había nadie quien pudiera ayudarme en ese momento, tuve que valerme de ese tubo para intentar caminar. Puse un pie en el mármol frío, mi piel se erizó al instante, no creí poder tener el valor para dar por lo menos unos diez pasos hasta el baño, pero mi necesidad era más poderosa que mi cobardía, así que lo hice, me levante y empecé a caminar con cierta lentitud. El médico que me había atendido, el señor Davies, me había valorado esa misma tarde ante los ojos de Alexander. Lo primero que dijo fue que mi caso era algo inusual, algo así como un milagro, por qué según el reporte policial, el auto había dado más de cinco vueltas al caer en el barranco y mientras mi cuerpo jugaba al espacio en medio de tanta gravedad, había terminado con bastantes contusiones y moretones que no fácilmente podría quitarse, pero el verdadero milagro era que, a pesar de lo dramático y aparatoso del accidente, no tenía ningún hueso roto. Aunque eso no significaba que mi cuerpo no estaba completamente adolorido por los golpes que me había llevado y claro, el hecho de estar aparentemente bien, no significaba que podía fiarme de ese diagnóstico, porque mis músculos se habían llevado la peor parte de todo. Después de mucho esfuerzo, llegué al baño, busqué el apagador y al encender la luz me encontré con una imagen que me horrorizo. Me vi al espejo y quizás eso fue lo peor que pude haber hecho. Desde que había despertado había sentido que algo me molestaba el párpado como si tuviera algo pegado, al principio intuí que se trataba de alguna curación que me habían realizado, quizás por una herida o moretón, pero lo que vi era mucho peor que eso. Tenía una bola enorme sobre el párpado, estaba completamente inflamado, pero eso no era lo peor, sino que estaba tan lastimado que mi piel se notaba morada, casi negra, como si la sangre que circulaba por ahí se hubiese atascado y al no poder circular más se hubiese empezado a coagular. Por supuesto que, el párpado no era lo único que tenía un muy mal aspecto, mi labio inferior también tenía la apariencia de un grano a punto de reventar, solo que no de sangre sino más bien como un tipo de pus amarilla que estaba por estallar. Supuse que en algún momento, mientras caía al vacío, tal vez me habría mordido y al no ser tratada esa herida con eficaz limpieza, se había quedado así infectada. Mis rostro tenía varios moretones y raspones por lo que estaba inflamado, no mucho, pero intuí que durante la hora de visita, debió haber estado mucho peor por lo que tanto Conrad, Nathaniel y Benedict habían visto en tan terribles condiciones, ahora entendía por qué motivo se habían enfadado tanto con él. Aún ahora al verme al espejo, al ver lo demacrada que estaba seguía sin poder culpar a Benedict como los demás lo hacían, me era imposible. Suspiré al acercarme al espejo, sabía perfectamente cuál era el motivo por el que no quería levantar la mano y señalarlo, por supuesto que no era por el hecho de que había intentado alejarme y con ello protegerme, sino porque estaba enamorada de él. Así de fácil y sencillo. Por un lado, mi razonamiento me recriminaba esa decisión, es decir, había elegido intentar volver al lado de Benedict por amor, cuando Nathaniel y Conrad también tenían problemas y necesitaban a alguien a su lado para poder sobrellevarlos. ¿Como se los explicaría? Después de ocupar el baño, me lavé las manos y volví a la cama a sufrir un poco más, puesto que sabía que no podría dormir ni un poco, aunque quizás ya no tanto por el dolor, sino por mi conciencia la cual se encargaría de mantenerme despierta para intentar convencerme de cambiar mi decisión. Realmente quería ayudar a todos, pero la verdad es que ya no podía, mucho menos estando como me encontraba, así que si iba a hacer algo, debía hacerlo por Benedict. Al recostarme y acomodar el suero que seguía conectado a mi cuerpo, trate de acurrucarme, me tape el cuerpo y cerré los ojos, luego intente hacer ejercicios de respiración para tranquilizarme e intentar dormir. —Tendré problemas si alguien se entera así que, por favor no tarde demasiado—escuché una voz femenina, parecía susurrar, pero debido al silencio del pasillo sus palabras había sido más que audibles. —No tardaré—prometía una voz masculina bastante familiar, mi corazón la reconoció, pero mi razonamiento lo creía imposible. De pronto la luz del pasillo iluminó la habitación que me habían asignado, vi una sombra y posterior a eso, escuché sus pasos aproximarse. La luz de pronto se fue, había cerrado nuevamente la puerta, pero tenía la sensación de que alguien estaba ahí conmigo en la misma habitación. Quería darme la vuelta y averiguar por mí misma si lo que mi cuerpo intuía era verdad, por un momento y en medio del silencio imagine que podía ser Olivia, no sabía nada de ella, nadie me había informado que había sucedido con ella y yo no había tenido tiempo de preguntar por ella, no había espacio en mi cabeza para ello, pero sabía que era imposible. —Abby—pronunció mi nombre, era la voz de Benedict, pero esta vez su voz sonaba extraña, entre tierna y lamentable— vine a cumplir mi palabra. Fruncí el ceño, no entendía de que estaba hablando, pero entonces un par de imágenes y sonidos cruzaron mi cabeza. Esa tarde Conrad y Nathaniel lo habían sacado de la habitación, culpándolo por lo que había pasado con Olivia y por lo que recordaba él había dicho que volvería más tarde, solo que no crei que lo haría a esta hora. —Perdón por todo esto, yo...—se quedó en silencio mientras meditaba sus palabras, aunque por lo que estaba pasando parecía no importarle saber si estaba escuchando o no, quizás temía lo que yo pudiera decirle o mejor dicho reclamarle—compensaré todo lo que esa mujer te hizo. Se acercó a la camilla y se sentó en la orilla, para verlo abrí levemente los párpados, me recordó la noche en que la prensa nos descubrió en el jardín. Él había hecho lo mismo mientras yo pretendía darme una ducha, había ido a mi habitación, pero no entendía el porqué. Ahora hacía lo mismo, había entrado a hurtadillas solo para disculparse, pero... ¿Por qué no me lo decía de frente? ¿Por qué no me despertaba? Mi intuición me advertía que sentía vergüenza, tanta que ni siquiera se atrevía a interrumpir mis sueños para disculparse, se sentía culpable y por como me hablaba parecía que esto también era una despedida. —Anunciaré que sufriste un accidente así podré justificar el hecho de que ya no te vean a mi lado—musito tal y como lo había pensado, estaba haciéndome a un lado a pesar de todo—me iré a New York en dos semanas, espero que con eso Olivia desvíe su atención hacia mí y te deje tranquila. Suspiró, el suspiro más largo que escuche en mi vida, luego solo hubo silencio. Sus dedos de pronto tocaron mi mejilla, estaban helados, pero a pesar eso, suaves. —Gracias por todo—dijo y entonces sentí que el peso de su cuerpo se levantaba de la camilla, luego escuché sus pasos alejarse. —Espera—instintivamente me levante de mi sitio lo más rápido que pude, pero aquel acto me provocó dolor. Benedict se volvió hacia mí y aunque la habitación estaba en penumbras, pude ver asombro en su rostro. Ninguno de los dos dijo nada, él parecía avergonzado y yo no había pensado en lo que debía decirle, lo único que flotaba en mi mente era la desesperación de perderlo. —Pensé que dormías—expresó en tono serio, tal vez el hecho de haberme quedado callada mientras hablaba lo habia molestado. —Escuche tu voz entre sueños—mentí agachando levemente la mirada, apreté la orilla de la manta que me cubria. Sabía que tenía que ser valiente si es que no deseaba perderlo. New York era una ciudad que estaba del otro lado del mundo y para el sueldo que recibía era imposible pensar en viajar sólo para verlo, no podia perder esta oportunidad—¿Porque te vas? ¿Hice algo malo? Enseguida me arrepentí de haber pronunciado aquello, sabía bien que no era exactamente por mí que había elegido irse de Londres, sino por Olivia. —¿Qué?—pronunció luego de unos segundos, frunció el ceño y luego negó con la cabeza. —Tú no hiciste nada malo, al contrario—explico inclinando la mirada, el silencio volvió y entonces al levantarla de nuevo esta se detuvo en la mesa más cercana a mí, donde había puesto ese pequeño ramo de flores, el cual no era muy ostentoso como los demás. —Tal vez me equivoque—musito, mientras miraba las flores— las flores de mi jardín no se comparan con todo esto. Mire de nuevo las flores, se trataban de un par de rosas rojas, no me había fijado hasta ese momento que había algunos capullos cerrados, eso indicaba que las habían cortado antes de tiempo, pero con ello las flores durarían un poco más tiempo y tendría la oportunidad de verlas florecer. Recorde entonces que en el departamento de Benedict se encontraba un pequeño jardín el cuál pensaba que no le prestaba atención y que pagaba para que alguien cuidara de aquel lugar, pero tal vez yo habia sido la que se habia equivocado. —Me gustan—admití— más que las demás. Sonreí y me destape, Benedict me miró desde su sitio, intente reincorporarme y entonces el corrió en mi auxilio. —Por favor, aun no te levantes—me solicito deteniéndose justo frente a mi, tomando mi mano para evitar que me levantará, pero ese simple tacto de su piel con la mía me estremecio, más no porque su mano estuviese fría sino porque el provocaba que mi cuerpo se inquietara. —No te vayas—me anime a decir después de mucho tiempo de silencio, pero estar así con él ya no era incómodo de hecho, era bastante agradable, aunque después de articular esas tres simples palabras, Benedict, alejo su mano de la mia y desvío la mirada dando un paso hacia atrás. —No puedo, perdóname—negó con la cabeza y posterior a eso, se encaminó hacia la salida. Avanzó tan rápido que no pude hacer nada, ni siquiera gritar que se detuviera y me esperara, tenía la garganta ocupada por un nudo doloroso—debo irme. Benedict se fue de ese lugar sin decir nada más, mientras yo me quedé derramando varias lágrimas amargas en silencio.
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