Pasaron dos días en los que Tracy no solo me ayudó a mi recuperación, sino que también me invadió con preguntas sobre lo sucedido, parecía que mi simple explicación no le bastaba, necesitaba detalles que no le podía dar, al menos, no lo que yo realmente recordaba, así que intente desviar su atención del accidente a otra cuestión que ella y yo teníamos pendiente.
—Si la señora Reese se hubiese enterado, seguramente me hubiesen despedido—me queje cruzando los brazos, tal cual una niña pequeña lo haría.
Ella solo me dedicó una sonrisa nerviosa mientras se sentaba a mi lado para ver la televisión.
—Por favor, de haber estado en mi lugar habrías hecho lo mismo—respondió restándole importancia a su jugarreta.
—No lo haría sin tu permiso— me queje y le arrebaté de las manos el recipiente con palomitas de maíz que llevaba en las manos.
—De cualquier modo, cuando te saliste del chat y me bloqueaste muchas dudaron de lo que decía y tuve que eliminar el grupo—respondió en tono enfadado como si yo hubiese tenido la culpa, cuando era todo lo contrario— ahora pensaran que las quise engañar.
—Eso te lo ganas por impulsiva y por hacer cosas a mis espaldas sin consultarme primero—la sermoneé y comencé a comer.
—Por cierto—dijo mientras encendía el televisor— ¿Qué pasó con la esposa Nathaniel Orson?
—¿Por qué lo preguntas? —me puse nerviosa.
—Tú estuviste con ella y con Nathaniel Orson ¿Recuerdas?—expresó. Entonces la memoria de aquella tarde en que ella escuchó la voz de Nathaniel mientras hablaba por teléfono pasó rápidamente por mi cabeza, no había forma en que ella supiera una información exacta de quién era ella.
—¡Oh, sí, disculpa! —me vi obligada a decir, aunque me fue imposible no reír nerviosamente— lo había olvidado.
—¿Cómo puedes ser así? —se quejó arrogándome con suavidad uno de los pequeños almohadones del sofá más grande—estuviste con el hombre más sexi de toda la tierra y te olvidas de que estuviste con él. ¿Acaso estás bromeando?
—Exageras—dije tratando de no darle importancia y si bien era cierto lo que decía, mis pensamientos estaban en otro sitio, quizás con Benedict.
La primera noche en mi habitación, después de tranquilizar a Tracy, lloré en silencio y es que no solo estaba decepcionada, sino que también tenía el corazón roto.
Había intentado no pensar en él, es decir, apenas habíamos estado un par de días juntos, pero me sentía vacía e incompleta y lo peor era que probablemente él no sentía lo mismo por mí y lo había demostrado al pagar la factura del hospital, para ni siquiera atreverse a verme a la cara.
—¡Vaya!—dijo mi amiga sacándome de mis malos pensamientos auto inflingidos— puede que ese hombre se acerque un poco al papucho de Nathaniel.
Desvíe la mirada hacia ella, miraba la pantalla plana que colgaba de la pared y la cual habíamos pagado entre las dos.
Al mirar lo mismo que ella, sentí un extraño rubor en todo el cuerpo que me dejó sin aliento.
El hombre que había aparecido en la pantalla era el mismísimo Benedict, aunque de hecho, no era precisamente un video sino más bien una fotografía que le habían tomado recientemente y lo sabía porque llevaba un corte de pelo diferente.
Aunque él siempre lucía un peinado firme y pulcro, esta vez había decidido cortarlo un poco y peinar lo demás de lado ocasionando que un mecho de su cabello cayera hacia un lado de su ojo derecho.
El título de la nota periodística decía “Rumores sobre una posible renuncia. ¿Podría ser debido a su esposa?”
—Parece ser que incluso personas como él tienen problemas en el paraíso—expresó mi amiga con cierto tono de burla, lo que me obligo a volver la mirada hacia ella.
Hubiese podido sermonearla de hablar así de él, pero no tenía excusa así que solo suspiré y me acomode sobre el respaldo del sofá.
Pensé que Tracy no querría ver aquel reportaje de un programa de chismes vespertino, ni a ella ni a mí nos gustaba ese tipo de contenido, pero mi amiga parecía haber quedado prendada de la nueva imagen de Benedict y por alguna razón eso me hizo sentir mal.
—Nosotros llevamos su imagen pública—le hice saber, así que mi amiga se volvió hacia mí con una expresión de impresión y sorpresa— así que ni te ilusiones, es bastante arrogante y descortés. La primera vez que lo vi me cerró la puerta en la cara.
—¿Estás bromeando verdad? —se rio Tracy volviendo la mirada hacia la pantalla—no parece ser de ese tipo.
Mire la pantalla y me di cuenta de que la impresión que Benedict daba era más bien de un hombre bastante tranquilo y hasta quizás cansado, pero ya no como yo se lo había descrito.
Al final del reportaje la presentadora del programa dijo que habría una rueda de presa, dando la hora y el lugar donde estaría Benedict.
Se trataba del mismo hotel que Alexander solía ocupar para dar conferencias, ya que el espacio que ofrecían era bastante grande. Sabia como entrar en ese lugar, de hecho, el mismo hotel me había otorgado un permiso de acceso que me permitía entrar por la puerta de empleados un par de días antes de que Alexander se presentará para preparar junto con mi equipo la sala para la presentación.
Se suponía que veríamos una película, de hecho, era la misma película que había visto en casa de Nathaniel y en la cual participaba Taylor, así que no presté mucha atención.
Mi cabeza estaba ocupada pensando en una situación que desafiaba todos mis principios. Entrar al hotel con mi acceso exclusivo para poder ver a Benedict, pero ¿Qué le diría?
Pará cuándo la película terminó, la pelea interna que se libraba en mi cabeza terminó decidiendo que debía ir, ya fuese que él quisiera hablar conmigo o no, por supuesto, tuve mis dudas a la hora de la cena, pero al irme a acostar, finalmente dejé de pelear contra mí misma y ser un poco más como Tracy, seguir mis impulsos.
El día de la rueda de prensa, me levanté siguiendo la misma rutina que tendría en un día de trabajo normal, lo cual se sintió un poco extraño recordando cuál había sido mi normalidad las últimas semanas.
Decidí ponerme un pantalón formal de color n***o y un par de zapatos de tacón bajo, los mismos que ocupaba al ir a ese sitio donde lo único que hacía era correr como loca para tener todo listo para mi jefe.
Además de una camisa blanca de manga larga y un bolso que hacía juego con mi ropa, ahí guarde mi carnet con cierta culpa. Me puse el maquillaje suficiente para ocultar las manchas de golpes que aún se podían ver en mi rostro, pero sin exagerar mucho.
Antes de irme, me digné a dejarle una nota a mi amiga para que no se preocupara. Necesitaba un nuevo teléfono para que pudiéramos comunicarnos o no volvería a salir sola del departamento mientras aún tuviera el collarín y el inmovilizador de hombro, aunque al ir a donde me dirigía decidí quitármelos, porque sabia que de algún modo me estorbarían.
Tal vez era una mala idea hacerlo sin autorización de un médico, pero quería pensar que valía la pena.
Le dejé la nota a Tracy justo en la pantalla de su computadora para que fuese lo primero que viera al salir de su habitación, por supuesto que no me atrevía a escribirle exactamente a dónde iba, pero si escribí que tenía algo importante que hacer y que volvería a almorzar, era seguro que se iba a enojar, pero ya era bastante grande para cuidar de mí misma.