Ojos de eternidad (4)

2039 Words
Decidido a destruir el recuerdo de esa joven de su adolescencia, junto con el de aquella otra, Point, Hans se lavó la cara y tiró de su musculosa, sacándosela como si le quemara. Aquella noche, todo había salido mucho mejor de lo que se había atrevido a esperar. Pero tampoco creía había sido una buena idea haber aceptado dar ese paso. Salió del cuarto de baño y volvió a esa pequeña habitación. Apoyó el costado de su cuerpo sobre el marco de la puerta y se detuvo a observarla en silencio. «A mal agua has venido por puerto, niña... Yo no puedo darte lo que tú me pides. Yo no puedo asegurarme a mi mismo que pueda seguir con vida mañana ¿Por qué no lo entiendes? ¿Por qué...?¿Qué rayos me ves que te parezca tan interesante?» Le hubiera gustado poder decírselo, pero ella estaba dormida y a él no le gustaba despertar a nadie. A él no le gustaba molestar, menos en ese momento en el que el motivo era tan absurdo. Bufó cansino y se desabrochó los pantalones, dejando que estos cayeran al suelo. Mejor se iría a dormir. Lo mejor sería que hiciera eso o vestirse e irse de allí. Pero, estaba demasiado cansado como para tomar las llaves de su auto y volver a su departamento. De modo que arrastró los pies y se dejó caer sobre el colchón. —Ñam, ñam, ñam... ¿En dónde estabas vos?— le preguntó Break tan juguetona y maliciosa como parecía serlo desde que la conoció.— Ya me había preocupado, pensé que te me habías escapado, che... Hans vio como ella se le subía encima, sentándose con la torpeza de una ebria sobre su ingle. Él sonrió y la dejó jugar a sus anchas, dejando que creyera que tenía algún tipo de poder sobre él y la situación. —Al baño... Quédate tranquila, mi niña, estoy tan cansado que ni siquiera tengo ganas de moverme más de la cuenta...— reconoció con calma, dándose cuenta que ella no tenía puesto el procesador de sonido — ¿Todavía te quedan ganas de jugar un rato más? ¡Cuanta envidia me das! ¡Ya quisiera yo, ser otra vez joven como tú y tener más ganas de seguir la noche! Por toda respuesta, ella rio entre dientes, divertida y excitada por lo que tenía en mente hacer con ese hombre que tenía debajo de sus piernas. Por un momento, se había olvidado de ese miedo a la posibilidad de que toda la magia de un buen compañero se rompiera por atreverse a cruzar esa delgada línea. Le puso las manos al pecho, sin apartar la vista de sus ojos verdes. Le encantaba esa mirada expectante que él le entregaba. Le sonrió un tanto tímida para luego morderse el labio inferior. —¿En serio me lo vas a preguntar, che?— quiso saber mientras no perdía el tiempo y se frotaba, casual, contra su ingle, consiguiendo que él reaccionase casi en el acto.— ¿Me parece a mi o vos también tenés ganas de seguir jugando? Aunque estás un poco cansadito, me estás respondiendo. Hans rio por lo bajo. No era él el que le estaba respondiendo en realidad. Era su cuerpo, traicionero como siempre. No le dijo nada, tampoco tenía ganas de hablar. Le llevó una mano a la cintura, dejando que esta bajase por sus redondeadas n4lgas, para luego apretarselas tan fuerte que ella emitió un siseo de dolor. Una nalgada, seguido de un suave gemido de sorpresa y una caricia entre sus muslos. Break sintió como él metía la mano entre sus piernas y la acariciaba corriendo su ropa interior solo lo suficiente como para poder tocar la piel de esa zona. Volvió a morderse el labio inferior al sentir esos dedos dentro de ella. Hans la vio sonreír con una expresión de suplicio que le cortaba la respiración. Vio como ella se dejaba caer sobre él, levantando la cadera para dejarle mejor exceso. Estaba húmeda y más que dispuesta a lo que él quisiera. «No deberías jugar con fuego, mi niña... No deberías estar conmigo. No te lo mereces...» Se dijo sintiendo algo de culpa por seguirle el juego. Pero no la culpa suficiente como para dejar de hacerlo. La acomodó a su lado, para poder verla a la cara y que ella pudiera verlo también. A fin de cuentas, él también deseaba jugar un poco más. La besó en los labios, para luego bajar a su cuello, dejando una pequeña marca en su piel y arrancando un tenue suspiro de su boca. No estaba seguro de que llegaría al final del camino, el cansancio era demasiado grande en ambos. Pero, por lo que durase ese momento, él solo se dejaría llevar. Sin salir de ella, se acomodó de costado para poder disfrutar de espectáculo que le daba al retorcerse y morderse el labio para no g3mir. Quiso ir un poco más allá y así lo hizo. Sin dejar de mirarla a la cara como un depredador lo haría con su víctima, introdujo otro dedo en ella, abriendo camino con su mano. Ella se tiró un poco más hacia él, cerrando los ojos con fuerza. Esos dedos sabían dónde debían tocar y lo hacían a la perfección, buscando ese punto exacto. Break estaba más que segura de que, a ese ritmo, no le faltaba mucho para acabar. Pero había algo que le faltaba y eso la hacia sentir como un extraño vacío en su interior. Quería más. — Aprietame con tus piernas, Break — alcanzó a leer en sus labios, aunque no entendía a qué se refería con eso.—Vamos, mi niña, sé que quieres acabar... El mundo se desdibujó momentáneamente ante ella. Quizás era el alcohol ingerido o simplemente era el cansancio. No estaba segura de nada, ni tampoco quería entender lo que ocurria. Extrañamente, esa sensación psicodelica a la que él la estaba llevando, tenía un gusto exquisito. Apretó las piernas, cruzándolas mientras sus caderas se levantaban un poco más. Vio como él se incorporaba de rodillas sobre el colchón, dejando a su alcance su m13mbro, todavía oculto bajo la tela de la ropa interior. Break sonrió al entender lo que él quería que ella hiciera. Apoyó su antebrazo, para levantarse lo suficiente como para poder moverse un poco. Llevó la mano libre a su entre pierna, notando con mucha facilidad como se endurecía y movía ante su tacto. Sonrió satisfecha para luego levantar los ojos hacia él, curiosa y ansiosa por probarlo de nuevo. —¿Lo quieres, no es así, mi niña?— leyó en su boca como él marcaba cada palabra sin dejar de mirarla con los ojos entornados. «Por todos lados, bomboncito...» Se sintió tentada a responder, haciendo alarde de su falta de erotismo. Pero no lo hizo, lo cierto era que no sabía que tal le caería a él ese tipo de comentarios. Por experiencia, intuía que, por más irlandés que fuera, más que seguro que no le agradaría ese tipo de cosas. A fin de cuentas ¿A qué hombre le gustaba que una chica como ella hablara en ese momento? Si solo la querían por el morbo que provocaba su condición de sorda. Para no pensar en esas cosas, simplemente movió la cabeza con entusiasmo, indicando un enorme "Sí". Él, por su parte, le respondió con una media sonrisa sarcástica, para luego negar con la cabeza y quitar la mano de su interior por un breve momento. —Tardaste mucho en responder, Break...— anunció mientras le daba una sonora nalgada que le enrojeció la piel para luego volver a introducir sus dedos como si nada hubiera ocurrido. Break soltó un gemido de sorpresa y, a su vez, dolor. Observó confundida como él llevaba la mano libre a su cara y rozaba su labio inferior con la yema del pulgar. —¿Me dirías con exactitud qué era lo que querías decirme, Break? — le preguntó con una sonrisa que más parecía una mueca, pero su voz era suave e indulgente. La pregunta quedó vibrando en el lugar, junto con la mirada sería de Hans que, por un momento, no parecía ser la misma persona con la que ella había compartido la noche. Sin embargo, tampoco le parecía alguien peligroso. Al contrario, esa sorpresa, la excitaba aun más. —Nada... Déjalo así...— reconoció ella, atreviéndose a sonreír con timidez, para luego mirar hacia su entrepierna como si pidiera permiso para seguir con el juego que recién comenzaba —¿Puedo? Se ve tan solito que me da lastima que no lo saques a jugar... No se había dado cuenta que había dicho eso. Pero al hacerlo, buscó instintivamente la mirada de Hans. Por alguna razón, se sentía muy avergonzada por ese desliz y solo esperaba que él no se molestará. Sin embargo, nada de eso ocurrió. Al contrario, al mirarlo solo encontró en sus ojos del color del musgo un pequeño brillo de diversión. Su comentario le había hecho gracia. Sorprendida, lo vio inclinarse hacia adelante, para luego besarla, hundiendo la lengua en sus labios a la vez que le guiaba la mmm mano para que sacara lo que tanto le pedia. Dejando que ella hiciera con él, lo que quisiera. —Conmigo no te tragues las palabras. Es aburrido que hagan eso ¿Sabés?— le dijo de frente modelando con pausas estratégicas cada palabra — A mí me gusta que la mujer con la estoy diga lo que quiera... Que me dé a entender que está igual de loca que yo. Eso me lo demostraste en toda la noche y también cuando te conocí. Demuéstrame ahora que no me estabas mintiendo, mi niña. Sé todo lo perra que quieras... Dicho esto, la volvió a besar, sin esperar respuesta alguna. Levantó su mano hasta la gargantilla que ella todavía llevaba puesta, esa misma que era suya. Jaló de ella, tomándola del dije, sintiendo como Break se estremecía por eso. Sonrió internamente, sintiéndo satisfacción por eso. Su experiencia no le mentía, ese tipo de juegos, nunca fallaban. —Arriba, mi niña...— le dijo, separándose de ella lo suficiente para poder poder verse mutuamente, sonreía con malicia y sugerencia — ¿Qué tal si me montas un poco? Qué simple resultaban esas palabras. Simples y desconcertantes para ella, quien jamás había jugado de esa forma. Pero la inseguridad duró lo que solía durar un suspiro y, cuando se quiso dar cuenta, ella estaba encima de él, haciendo lo que él le había dicho que hiciera. No necesitaron mucho tiempo para acabar, ambos y a la vez. Luego de eso, cayeron rendidos sobre el colchón, con la respiración agitada y la piel sudorosa. Así se durmieron, abrazados el uno a la otra, hasta que dieron las tres y media de la tarde. Ninguno dijo nada, se despidieron en silencio. Cada uno pensando en lo suyo. Cada uno, sintiendo el miedo y la expectación del otro. Se besaron en la puerta y Break lo vió subir a su lujoso coche haciéndole un ademán con la mano, a modo de saludo, a la vez que su boca dibujaba una exquisita sonrisa de satisfacción que hacía que sus piernas temblaran al recordar todo lo ocurrido entre ellos. «¡Ya me gustaría que sea así todos los días!¡Dios! ¡Que hombre!» Se dijo al entrar en la casa, ya a solas. Tenía ganas de volver a hablar con él. Realmente, si por ella fuera, no lo habría dejado irse. Pero, las cosas no eran así y ambos las habían acordado desde el principio. De modo que se tuvo que tragar todas sus ansias y buscar algo en lo que entretener su mente. «Al menos... Por ahora... Quizás, a la noche le mande un mensaje a ver si me bloqueó, como tanto me advirtió que haría...» Se dijo un tanto irónica. Lo cierto era que no estaba segura que fuera a cumplir con esa promesa. Al menos no era eso lo que sus ojos le habían dicho al irse. Por eso mismo, no se preocupaba. Si él quería tiempo, ella le daría tiempo. A fin de cuentas, ya había tomado sus propias decisiones.
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