Guerra fría (1)

2117 Words
No estaba en el lugar. Por suerte, ese día no estaba allí. Por suerte, ella no lo vería en la cafetería en donde se habían conocido con otra. Aún así. «¡Me quiero cortar la mano para no enviar un mensaje y rogarle que venga!¡J0der!¿Justo cuando al fin tengo un poco de tiempo para respirar ella no está?» Odiaba tener que admitirlo, pero, deseaba verla. Llevaban más de una semana sin hablarse, ni siquiera por mensajes. Y, eso, pesaba demasiado en su mente dependiente. Aburrido, encendió un cigarro y expulsó el humo por la nariz mientras intentaba prestar atención a la irritable voz de Rosario que no dejaba de intentar intimar con él. —¿Y, no tenés otra cosa que hacer que no sea trabajar, Hans?— insistió esa mujer parecía escéptica a creer que él no hiciera otra cosa que estar en frente de la pantalla de su computadora —¿Algo que te guste hacer?¡No sé! Contame algo, nene. La verdad que quiero conocerte un poco más... A fin de cuentas, seremos compañeros de trabajo en este año ¿O no? «Por desgracia... De haber sabido que tendría la obligación de trabajar contigo, me habría quedado en Irlanda o habría tomado la opción de trabajo remoto ¡Ah!¡Qué j0der!» —Por los momentos, no hay mucho por hacer, Rosario...— reconoció Hans intentando ocultar todos sus pensamientos detrás de una exquisita sonrisa— ... El trabajo no me permite otra cosa que trabajar, dormir y comer... Mientras trabajo. «Y de eso, mejor no hablemos que te apago el cigarrillo en el ojo derecho, perra ¡Bien que por culpa tuya y la del director del establecimiento estoy aquí!¡Inútiles!» A decir verdad, él solo se encontraba allí, aceptando la invitación de tomar un café con esa mujer por temas puramente laborales. Él había sido enviado para vigilar y corregir ciertos errores en la sede de la institución para la cuál trabajaba. Una sede mundial que se encargaba de la educación de niños, adolescentes y jóvenes con distintas discapacidades y condiciones. Por ese motivo, él, solo estaba allí para conocer un poco más al personal con al que tendría la obligación de ver todos los días. Aunque eso suponía dejar de lado sus otras obligaciones y arriesgarse a ser visto por ella. «A todo esto... ¿Por qué sugerí que fuera aquí el lugar de la entrevista? ¡Soy idiota! » Pensó mientras comenzaba a disociar la conversación por sexta vez consecutiva. En amén a la verdad, se encontraba allí porque él mismo lo había dicho. Aunque eso solo fue porque el nombre de la cafetería de su prima había sido lo primero que se le vino a la mente. Desvió la vista hacia otro lado, al lugar donde solía estar Break cada vez que iba a tomar un café mientras descansaba de su día de trabajo. Desde aquel día en que había pasado la noche con ella, que ni siquiera se habían hablado. La extrañaba, pero no se atrevía a ser él , el primero en enviar un mensaje. No después de haberle asegurado que esa era una despedida. «Yo y mi perra sinceridad impulsiva que solo dice las cosas a medias pero que parece que nadie se entera que no me tienen que tomar al literal... Bueno, al menos se evitó el mal trago de soportarme... Y se sacó las ganas.» Tenía que resignarse a esa idea. Al fin y al cabo, él mismo se lo había dicho y, en cierto sentido, era lo mejor para ambos. Con él después de esa noche, no existiría un punto medio en una relación hipotética. Su inestabilidad mental se lo impediría. La puerta de entrada se abrió, provocando que la campanilla que había allí sonara alegremente. Pero, para Hans, esa condenada campanilla sonó como la alarma que anunciaba un bombardeo en medio de una zona de guerra. Volteó a ver a su costado, intentando parecer casual en sus movimientos. Ella estaba había llegado y lo miraba desde la puerta con una mezcla de sorpresa e incomodidad. También había algo más, que no dejó dilucidar. Hans vio como ella cambiaba la cara y caminaba en silencio, ignorabdolo, hacía su lugar habitual en la cafetería. «¿Eso es castigo o favor? » Se preguntó sin saber cómo interpretar aquello. Vio a Gretchel pasar a su lado y empujarlo disimuladamente al pasar. Al voltear, la mirada de reproche de su prima le dió a entender más cosas de las que a él le hubiera gustado saber. «Castigo y si no me apuro, Gretchel será quien tome cartas en el asunto...» A su lado, Rosario no dejaba de parlotear, ignorando todo lo que ocurria. Hans captó de casualidad que había cambiado de tema y que, en ese momento, comenzaba a hablar de esa chica, sin el menor asomo de respeto posible. —¿La viste? Es re raro eso... Digo, ya sé que el corte es para que no le moleste el aparato ese pero...— observó Rosario mirándolo con una sonrisa burlona —¿Es necesario que lo convine así? Para mí que se quiere hacer ver, para llamar la atención. Después son las primeras que se hacen las víctimas y lloran porque no dejan de preguntarle qué es ese "coso horrible" que tienen en la cabeza. Él la miró censurante, sorprendido e incrédulo al escucharla hacer esas observaciones tan fuera de lugar. Siendo esa mujer quien trabajaba en una institución para personas como esa chica que acababa de llegar, le parecía increíble lo que salía de su boca, lo fastidiaba ver que la gente fuera asi de idiota ¿O quizás solo se sentía molesto por escuchar que hablaban de ella? —¿Disculpa? — le preguntó tratando de tragarse todas sus palabras, disimulando sus ganas de golpearla tras una sonrisa tensa e hipócrita — ¿Te oí mal o estás hablando de una persona con discapacidad auditiva como si ella no te pudiera escuchar? Oye, oye, Rosario. No quiero meterme en tu forma de pensar, pero... Hazme el favor de no hacer ese tipo de comentarios delante mío... Si quieres mantener el empleo, te sugiero que moderes tu vocabulario. Gracias... «Bien, con esto ya tuve suficiente ¡Me quiero ir! ¿A dónde? No sé ni me importa, pero me basta con estar lejos de la gente... Por hoy...» Admitió sintiendo como el pánico comenzaba a atacarlo. Por un lado, quería evitar todas esas miradas hostiles que se habían clavado en él. Por otro, era verdad lo que le había dicho a Rosario; si pretendía conservar el empleo, estando él al mando, más le valdría modular su vocabulario. Pero, eso también lo incómodaba. ¿Quizás había sido demasiado grosero al decirlas?¿Quizás eso le jugaría en contra cuando las clases iniciaran?¿Quizás, él estaba fuera de lugar al exigir esas cosas fuera del establecimiento lectivo? Un pinchazo en la sien fue el signo de alarma de que si no se daba prisa a terminar con eso, las cosas podrían colapsar de un momento a otro. Un pinchazo en la sien, seguido de la maldita taquicardia que lo apuraba aun más. —¿Coso horrible? ¡Oila Gretchel! ¡Ja, ja, ja!— escuchó como Break se mofaba a quien quisiera escucharla desde el otro lado de la cafetería —¿No te digo yo que esto es lo que pasa cuando "la rubia tarada" intenta hacer conexión neuronal y decir algo que parezca interesante para llamar la atención a un "pseudo punkito"? Ja, ja, ja. Hay que prohibirles pensar, por su seguridad, no sea cosa que les haga daño ¿Viste? Hans captó esa indirecta demasiado directa. El golpe había sido duro, digno de ser dado por ella. Sonrió internamente. «¡Oye, oye! Mi niña ¿Quién es el pseudo punkito aquí?¡Serás ingrata, mocosa!» Reconoció sarcástico, regodeandose en ese juego al que lo estaban invitando a formar parte. Arqueó una ceja, irónico, volviendo la atención a Rosario. La mujer parecía que echaba humos por las orejas. Quizás, Break tenía razón y no convenía hacerlas pensar demasiado, por su seguridad. —¿Ahora entiendes por qué te lo digo?— explicó haciendo de cuenta que la situación era mera formalidad —Ten cuidado con tus palabras, no creas tú que siempre te van a dejar pasar esos comentarios. Piensa que el prestigio de la institución para la cual trabajas depende también de tu imagen. En ese momento, tenía dos opciones, seguirle el juego a a Break o, ignorarla de momento y dejar un par de límites establecidos con esa compañera de trabajo que parecía no darse cuenta de cuál era su lugar. Prefirió lo segundo, ya vería qué hacer con la mocosa que no dejaba de mirarlo desde el otro lado de la cafetería, por el momento, se contentaba con sacarse de encima a Rosario. Pero, la situación no terminó como él hubiera esperado. Sin saber cómo ni cuándo, una palma de una mano femenina se marcó contra su rostro, dejándolo sorprendido y sin entender qué rayos había hecho para merecer eso. —¿Me hablas de la imagen que tengo que dar?¿Y vos te miraste a un espejo al menos?— reprochó Rosario, totalmente ofendida y avergonzada por la reprimenda —¿Cuántos años tenés? Tenés aritos en toda la cara y te hacés el pibito ¿Eso no cuenta cómo imagen también? Hans se llevó la mano a la mejilla herida mirándola sin expresión alguna. Sí, era verdad, él tenía treinta y cinco años y, para desgracia de la gente como ella, todavía no tenía en mente comenzar a vestirse como un hombre de su edad. Al menos, no mientras se encontraba fuera del establecimiento educativo. « Quizás, soy un poco hipócrita al exigir ciertas actitudes fuera del establecimiento... Meh ¿A mí qué? Mis perforaciones se quitan, lo mismo que mis tatuajes y mi ropa.» —¿Disculpa?— fue su respuesta cínica, mientras encendía otro cigarro y expulsaba el humo en una honda bocanada —¿Si sabías que mis perforaciones se pueden quitar y disimular con facilidad? Lo mismo la ropa, es muy fácil cambiar una camisa como esta por un traje de corte formal... Se mordió el labio inferior, para evitar decir lo primero que se le viniera a la mente. Estaba haciendo todo el esfuerzo del mundo para demostrarle, no solo con sus palabras, sino también con sus actitudes, cuán profesional era él. Pero, sentía que estaba fallando en eso. A veces no lo podía evitar, menos en situaciones como esas en donde querían desprestigiar su argumento, solo por sus gustos. Esas situaciones lo molestaban y enfurecían. Apoyó los codos sobre la mesa y se inclinó hacia adelante, mirándola fijo a la cara, demostrando que él no se intimidaba con facilidad en ese argumento tan banal. —Solo para que lo sepas¿Te haz puesto a revisar las denuncias que tienes tú, por tu vocabulario tanto dentro como fuera del establecimiento?— le informó sonriendo de lado, haciendo una pausa para fumar un poco más — Mínimo, te he contado como veinticinco denuncias de los padres el año pasado, no quiero saber cuántas tendrás en total... Si embargo ¿De mí qué se puede decir? Te lo dejo como tarea para la casa, nena... Investiga sobre mi trayectoria en esta institución y luego dime qué puedes reclamar... Furiosa y un tanto caprichosa, Rosario no quiso saber más con ese tema. Tomó sus cosas y se fue de allí, no sin antes tirarle el vaso con soda a la cara. Esto produjo que Gretchel soltara una risita ridícula al ver la escena. —¡Oye! Bien podrías ayudar a tu primo y traerle una toalla para que se seque ¿No lo crees, mujer hiriente?— recriminó él haciendo como si nada hubiese pasado.— Ya que estás, pásame la j0dida cuenta. Me largo de aquí. No estoy de humor para estas estupideces. Gabriela lo observaba en silencio, sin atreverse a decir una sola palabra de las tantas que tenía en mente. Parecía que él le estaba huyendo y, eso, en parte, le dolía. Se llevó la mano al cuello, donde llevaba la gargantilla que él se había olvidado el otro día. La misma que él en ese momento, ignoraba. «Quizas, esta bien que él haga eso... Al menos, intenta no ser hiriente conmigo... Pero... Me duele de todas formas....» Se dijo sintiendo una oleada de desilusión mientras lo veía partir después de pagar la cuenta y saludar a la pelirroja. También la ignoró en ese momento y eso le dolió aún más.
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