Guerra fría (2)

1592 Words
Gretchel observó con cierto disgusto como su primo se iba, dejando un pendiente por resolver. Suspiró con cansancio, había veces que Hansell no podía evitar ser así de cobarde. Aunque no era porque la situación no le importaba. «Solo es un tonto que le tiene miedo a la realidad... Solo es un tonto que todavía no supera cosas que ya pasaron y que no tienen nada que ver con lo que ocurre en este momento...» Tenía que reconocerlo. Su primo era una persona muy bien intencionada, pero, él no era perfecto. Como muchas veces lo demostró en su vida. Volteó a ver hacia Gabriela, más o menos sabía lo que había ocurrido entre ellos la semana pasada. La muchacha parecía querer actuar como si nada le afectase, quizás a él sí lo podía engañar. Pero no a ella, quien la conocía bastante y sabía de sobra lo mucho que se había ilusionado con ese tonto irlandés. Se sentía culpable, porque ella había sido quien la había animado a acercarsele. —¿Estás bien, Gaby?— le preguntó al pasar por su mesa llevando las cosas que había dejado su primo — Espérame un ratito que ya estoy con vos y charlamos¿Dale? Usualmente, Gretchel no se metía en esos asuntos, pero, en este caso, haría una excepción a la regla. Lo hacía porque no quería verla así. Lo hacía porque sabía cuánto le afectaban a su amiga esas situaciones. Lo hacía porque creía tener cierto deber moral con ella, a fin de cuentas, el hombre por el que ella estaba así, era nada más y nada menos que su primo. —No, dejá, Gretch... No te preocupés por eso. Estoy bien... — mintió Gabriela sin dejar de jugar distraída con el adorno de la gargantilla de Hans — además, yo también me tengo que ir... Tengo que estudiar para unos exámenes que se darán la semana que viene, por eso no pasé en toda la semana... Gretchel la observó a consciencia. Sabía que no le mentía. Al igual que sabía que su primo también había estado en la misma situación que ella. Se sentó a su lado, haciendo caso omiso a su insistencia de que no se preocupara. —Sí que son tal para cual ustedes dos... Nunca paran con sus cosas¿Cómo es qué conseguiste sacarlo de frente de la pantalla de la computadora, che?— comentó casual llevándose el vaso con el exprimido de pomelo que solía beber a esas horas de la tarde —¡Es un milagro, che! Por lo poco que me contaste y por como lo vi recién, parece que en serio le importas ¿No te diste cuenta de eso? Gabriela la miró incómoda. Lo cierto era que no quería pensar en eso ¿Qué importancia tenía saber si ella era importante para él o no? Si, al fin y al cabo, ambos sabían que aquella relación no sería una buena idea. Sabía que lo mejor sería que cortara de raíz esa conversación y se fuera al departamento de su amigo para estudiar esos malditos temas que le darían el pase a la entrevista de prácticante del profesorado de plástica con especialidad en personas no oyentes y lengua de señas. Pero, su curiosidad pudo más que su sentido común. —¿Eso decís? No sé che... Yo lo vi muy tranquilo, como si le chupara un huevo verme acá — reconoció ella, volteando la vista al espacio que Hans había estado ocupando —Lo que sí, lo vi con ganas de pegarse un corchazo por la mina esa que no dejaba de hablar estupideces ¿Para qué aceptó tomar un café con ella, si ni ver, la quería? Gretchel sonrió de lado. A decir verdad, ya se lo había dicho Hans, pero no estaba segura de poder responder a esa pregunta. Además ¿Qué tal si esa pregunta podía ser útil para que esos hablaran de una buena vez? Se encogió de hombros y volvió a beber otro trago de su bebida. —¿Por qué no se lo preguntas a él?— fue su respuesta mientras jugaba con un mechón de su largo cabello de fuego— ¿Quizás por motivos laborales? ¿Yo qué sé? A mi primo, como a los toros, hay que agarrarlo por los cuernos y no dejar que se te escape ¿Entendés lo que te digo, Gaby? La verdad que ella no lo había entendido en lo más mínimo. Pero, prefirió decirle que "Sí" y cambiar de tema. A decir verdad, ella tenía asuntos más importantes por los que preocuparse que por lo que hiciera un bipolar como ese. A fin de cuentas, por mucho que le gustase el hombre en cuestión, dudaba mucho que tenerlo en su vida serviría de algo. «Ahora se hacen los buenos con una y le prometen la luna y las estrellas... Pero, cuando ya me tenga a la mano, seguro va a querer que le esté al pendiente todo el día y no me va a dejar hacer nada por mí... Si todos los locos son iguales. Ya lo sé...» Se dijo mientras tenía la vista fija en sus apuntes sin poder concentrarse en sus estudios. Odiaba ser tan cínica, pero, para ella, no decía nada más que la maldita verdad. Una verdad que ella conocía muy bien. Su teléfono celular sonó avisándole que le llegaba una llamada de su madre... O quizás fuera de su hermana. Cualquiera de esas opciones no le apetecía atender en ese momento. De modo que las ignoró y siguió intentando leer esos condenados apuntes sin éxito alguno. «Al toro por los cuernos... Pero yo no soy torero para andar con tanto mambo. Si él tiene algo que decir, que lo haga de frente y se deje de tanto teatro ¿Qué se piensa?¿Qué una gira a su al rededor todo el día?¡Yo también tengo mis propios problemas y no ando molestando a nadie! » Pensó sintiendo como la rabia la invadía. Era muy molesto para ella ver el panorama de la situación y notar cuánto se le asemejaba a la relación que ella tenía con su madre, una mujer que no estaba para nada en su sano juicio. Hizo una mueca de disgusto al pensar en ella. Su madre había perdido un embarazo muy complicado a una edad gestacional muy avanzada, eso le había provocado un estado de depresión postparto, que, sumado a otras cosas, denotaron en un cuadro complicado de bipolaridad. Gabriela no quería pensar en eso, era demasiado doloroso para ella recordar toda esa época y volver a vivir el deterioro de la mente de su madre, junto con el colapso de todo lo que conocía como vida familiar. Todavía le hacia daño recordar el día en que su padre se había de la casa dejando atrás a sus hermanos y a ella para verla solamente en navidad y año nuevo. Todavía quemaba en el alma recordar todo lo que había tenido que soportar con su madre para poder terminar sus estudios en la secundaria. Ni hablar del daño que ejercía su hermana mayor al buscarla únicamente cuando necesitaba que alguien se ocupara de su hijo. Dolía pensar que la única familia que tenía era ese pequeño hermano y que tampoco podía hacer nada por él. Miró la hoja de papel, la misma que había estado tratando de leer una y otra vez sin conseguir que las palabras le quedasen en la mente. Una pequeña lágrima rodó por su mejilla. Una lágrima que se la quitó a manotazos furiosos ¿De qué servía llorar por las cosas que no podía solucionar? «De nada... Solo me estanco por pelotuda.» Ella era plenamente consciente de eso y no quería pensar un minuto más en asuntos que no estaban en su poder solucionar ¡Que su padre hiciera lo que se le cantase con su vida de soltero! Problema suyo no era ¡Que su hermana se pusiera seria y se ocupara como correspondía del hijo que había tenido! Ella no tenía la obligación de cuidar a nadie sino quería. —¡Y que este boludo se deje de hacerse el interesante, que ya está bien grandecito para tonterías!— reconoció en voz alta enfocando en la imagen de Hans toda su rabia. Otra llamada captó su atención, esta vez, parecía que era de otra persona. Tomó el teléfono celular sin siquiera mirar la pantalla. Estaba demasiado frustrada como para atender a idiotas que solo parecían acordarse de ella cuando ella tenía muchas cosas por hacer. —¿Qué pasa?A menos que sea de vida o muerte te recomiendo que cuelgues ahora mismo que yo estoy bien ocupada— informó tajante al micrófono del celular sin darse cuenta que había sonado demasiado brusca con sus palabras. Un breve intervalo de silencio ocurrió después, seguido por el chasquido de un encendedor para luego oír un hondo bufido extrañamente familiar. El alma se le fue al suelo, junto con la determinación y el orgullo. —¡Vale, mi niña! No hacía falta que me lo dijeras así... Aunque creo que me lo merezco. Como sea ¿Te llamo después, entonces?— escuchó la voz de ese hombre del otro lado de la línea telefónica y a su corazón se le olvidó trabajar por un par de segundos — Solo quería saber cómo estabas y pedirte perdón por no haberte hablado después de esa noche. La verdad que, yo tampoco estoy con tiempo para nada. Perdón, en serio... Después hablamos, no te molesto más.
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