La Chica del Resto -Bar (parte 2)

2673 Words
—Ah… se llama Gabriela…— Replicó él, sintiendo una extraña satisfacción por saber su nombre, tomando nota de eso para que no se le olvidase. Suspiró e intentó dirigirse a Gabriela con una sonrisa, un tanto tensa. No quería hacer eso, él nunca quiso involucrarse. «Me pasa por bocazas…» Tuvo que admitir mientras se presentaba. —«Hola. Yo sé señas… Ella, dice “hola ¿Cómo estás? ¿Qué pasó tu procesador de sonido?»— tradujo sintiendo tantos nervios que sus manos se movían rígidas por la timidez, pero que aún así, eran muy elocuentes. La joven lo miró con interés y luego sonrió. Moviendo las manos, le respondió: —«Hola ¿Vos sordo?»—era evidente que estaba emocionada de ver a alguien de su propia comunidad. Se dirigió a Gretchel—. Estoy bien, se me rompió el imán del “parlante”… no me dijiste que tu primo era sordo…¿Lo es verdad? Esa pregunta iba dirigida a Gretchel, pero, Hans sonrió divertido y negó con la cabeza. «No es para menos, la comunidad sorda es muy aislada de por sí…» meditó sintiendo cierta pena por ella. —«No, yo oyente… profesor, enseño sordos»— corrigió con paciencia , preguntándose si ella no lo hubiese escuchado hablar en ese mes y medio que frecuentaba el lugar. Señaló la silla que estaba vacía a su lado con cierta timidez—«¿Puedo?» En su experiencia laboral, ya estaba habituado a qué sus alumnos a menudo se quejaran de sentirse aislados. Y no era para menos, según estudios reales, la sordera general o parcial era una de las discapacidades más aislantes que existían. Recordando esos detalles, se tragó su determinación de no hablarle y se hizo propósito de hacer que aquel momento no fuera tan solitario para ella. «Solo va a ser una charla sin importancia, nada más… no intimaré…» . Se aseguró a si mismo, aunque sospechaba que el tiro le saldría por la culata. Estaba más que seguro de que su prima se encargaría de eso. Desde que Gretchel se había dado cuenta de que observaba con demasiado interés a Gabriela, a menudo le insistía para que le hablase. Esta vez, había conseguido lo que quería y, así fue como él la vio sonriéndole con altanería en lo que le decía lo que tendría que traducir, para luego escabullirse detrás de la barra. —«Ella, dice: espera, ya trae tu café…»— hizo una pausa, sintiendo que le ardían las orejas al intentar traducir lo demás. —¿Y que más dijo?— apremió Gabriela con curiosidad. Luego hizo una expresión como si recordase algo importante—Ah, perdón, puedes sentarte… Gracias por ayudarnos ¿Vos le enseñaste a Gretchel? Un tanto agradecido por el cambio de conversación y otro tanto avergonzado por lo mal que se desempeñaba su prima en ese campo, con un suspiro de pesar respondió moviendo verticalmente el dedo meñique en un simple y desganado “si”. —«Ella tiene memoria mala, señas… dura para aprender. Yo, cero paciencia…»— se atrevió a admitir que el problema era la falta de memoria y la dureza para aprender la lengua de parte de Gretch, agravado por falta de paciencia de parte suya. Luego sonrió al recordar el motivo de porque Gretchel insistía en torturarse y torturarlo con eso—. «Pero, ella quiere aprender, para hablar, vos» Una mirada de emocionado agradecimiento se coló en esos adormilados ojos marrones que lo observaban. La vio llevarse la mano al pecho y musitar un “ay, mi vida”. Era ya evidente que la chica no estaba acostumbrada a que se tomarán tantas molestias por ella. — No era necesario… si con escribir está bien para mí…— se excusó recordando el modo habitual por el que se solían comunicar en aquellos casos.— mejor, cambiamos de tema… esto, me incómoda un poco ¿Cómo te llamas? Si, ya sabía que haría eso. Preferible así, no es fácil para nadie sentirse tan expuesto. Hans sonrió comprensivo y volvió a asentir, esta vez con la cabeza. Movió sus manos, primero señalándose a si mismo en un obvio “mi”, luego acortando toda la oración, deletreo su nombre, ya que en señas no existía la palabra “Hansell”. —Hansell… yo, Gabriela. Un gusto— exclamó con ella con una sonrisa serena, esa sonrisa que tanto le estaba costando no desear. «No es miss universo, pero tiene su gracia… en especial en esa sonrisa…» se admitió siendo consciente como tantas otras veces del aspecto físico de ella. Era por eso que su mejor amigo le había puesto el apodo en lengua de señas española de “Hueso Roto”. Según se explicaba; a simple vista, ella era toda huesuda, flaca y alta como un fémur. Las deformaciones en su cráneo que lo hacían ver un tanto aplanado y asimétrico, más aquellas tres cicatrices que llevaba visible en la parte de la nuca, justo detrás de la oreja izquierda, la hacían merecedora de aquel mote, un tanto cruel. Recordando eso, Hans, se atrevió a preguntarle cuál era su apodo. Aquel detalle no era de importancia igualmente, solo era que no pensaba deletrear “Gabriela” cada vez que se dirigiera a ella en esa jornada. La chica lo miro un momento, seguramente estaba pensando en la cantidad de apodos que tenía, a cual sería apto para esa ocasión. Por último, solo sonrió y negó con la cabeza. —Tengo muchos… me suelen llamar “loca”, “dibujo”, “verde” “fleco”, “dormida”… ¿Cuál Te gusta?— a medida que los había dicho fue haciendo la seña correspondiente a cada uno. Hans asintió meditando un poco, ninguno le gustaba mucho que digamos, la pensó mejor y sonrió un tanto juguetón mientras hacía la seña de “romper”, luego deletreaba la palabra en inglés. —“Break” ¿Por qué?— quiso saber mostrando cierto desconcierto y curiosidad. Quizás no había sido buena idea usar ese, pero ¿Qué más daba? Si lo explicaba bien, quedaría como un simple detalle que solo marcaba en su aspecto físico y no era una burla como tal . —«Yo sé, mi amigo, muy cruel…»—admitió torciendo la boca en gesto de desagrado luego de explicar de dónde venía ese apodo— «Pero, tu ropa, pelo, me recuerda, p-u-n-k, “Break”, es muy “p-u-n-k”. Me gusta…» —“Break”…— repitió ella como si saborease la palabra, tomándose el tiempo para sopesar su sabor, reconocerla como suya. Cuando se vio por satisfecha, le dirigió una sonrisa complacida— Me gusta como suena, eres muy original, Hans… por cierto ¿Cuál es tú apodo? Instantáneamente, él hizo una bola con las manos tensas que luego disolvió tirándolas hacia atrás en un movimiento rápido y cortante. “Bomb” deletreó en inglés con unas señas tan determinantes que no cabía dudas del motivo por el cual se lo habían puesto. —«Mi amigo, me puso, apodo»— explicó para dar a entender que ese mote era más que nada informal. Gabriela, ahora llamada Break, entendía el motivo. Un mes y medio viéndolo estallar frente a esa pobre portátil, la bastaba para darse cuenta que se refería a su carácter explosivo. —Raro… no pareces agresivo… más bien, ansioso—. Reconoció sacando un cigarro mentolados y ofreciéndole el paquete a él con completa naturalidad, sabía que él fumaba como un escuerzo— ¿Quieres? Por su parte, Hans, no era muy amante de ese tipo de cigarrillos, para ser sinceros, prefería el tabaco n***o, pero de igual forma aceptó. —« Más o menos…»— se atrevió a admitir, intentando frenar ese estúpido impulso de contarle cuales eran sus verdaderos malestares psicológicos—. «Yo tranquilo, si, verdad… pero, no sé, calmar sentimientos fuertes.» Al cabo de un corto rato hablando del asunto, Gabriela, con toda la caradurez del mundo, se atrevió a reír sin motivo aparente y al preguntársele el porqué, ella, simplemente afirmó: —Hablando un poco con vos y viendo la forma en la que te expresas con tus señas… más que una “Bomba” pareces un “Cristal”— explicó como si la cosa que pasará por su mente fuera lo más obvio. Pero, al ver la expresión inquisitiva de Hans, tse dio cuenta de que no era así, sonriendo como si pidiera disculpas, intento aclararse—. Perdón, a veces hablo sin pensar… lo que quiero decir, es que, si bien se nota que eres alguien “Heavy”, en cuanto a carácter, por la forma que tienes de mover las manos y gesticular con la cara, se ve que eres muy transparente, fácil de entender…. Casi como… un “Cristal”. «Vaya… esta chica además de loca es muy observadora. Aunque nadie se ha atrevido a llamarme así…» Se dijo observando el humo que acababa de expulsar. Aunque se sintiera cómodo siendo analizado tan descaradamente por ella, debía admitir que había también un significado oculto en ese apodo. No tenía que ser específicamente una mente brillante para darse cuenta que también hacia alusión a “sensibilidad” y “fragilidad”. Dos características demasiado altas en él y que procuraba ocultar a toda costa. Ciertamente, no podía dejar de sorprenderse del hecho de no sentir deseos de huir de esa mirada escrutadora. Asintió, decidido a no darle vueltas al asunto. —«¿Cristal?»— hizo la seña con un tono de duda, para dar a entender si esos eran los movimientos a los que ella se refería. Como respuesta, recibió una sonrisa abierta, a la que él correspondió con una de lado.—«Me gusta…vos, observas bien…» —¡Ufa, che! ¿Acaso no era que la charla sería entre ella y yo?—se quejó Gretchel, que había llegado ya hacía rato con las cosas para la merienda, pero, se vio opacada por la elocuencia de su primo. —¡Ah! Perdón, me olvidé que estabas aquí…— se disculpó Hans con un tono parecido al de una broma, pero, su prima sospechaba que era verdad. Sabía que él podía llegar a distorsionar la realidad que lo rodeaba cuando estaba concentrado en algo específico. Ella suspiró enfurruñada. Directamente, su mente, la había borrado completamente de la faz de la Tierra. Le hizo un gesto infantil de desagrado y terminó su té, para luego levantarse y dejarlos solos. Sin darse cuenta, la hora pasó tan rápido, que, cuando Gabriela avisó que pediría la cuenta ya que se tenía que ir, Hans, sintió deseos de retenerla con alguna excusa. —«Yo pago…»— anunció impulsivo Al juzgar por la forma de torcer los labios en un mohín un tanto caprichoso, a Gabriela, pareció no agradarle la idea, cayendo en la sutil trampa que él le tendía. —No, no hace falta—. Replicó con seriedad contrastante con sus ademanes de niña. —«Insisto»— respondió él testarudamente, para luego suspirar con fingido pesar, como si intentará pensar una idea para que ella aceptará su “generosidad sin motivo aparente”—. «¿Qué opinas? Hoy, pago yo… otro día, cuando quieras. Pagas tú» Gabriela alzo lentamente ambas cejas en actitud de sospecha; no era para menos, sin ser directo, aquel hombre estaba siendo demasiado directo en sus intenciones, dándole a entender muchas cosas. Le dirigió una sonrisa significativa que él no se molestó en interpretar correctamente, confundiéndola con una de aprobación. —Oh, bueno… si insistes…— accedió ella, toda inocencia, mientras comenzaba a guardar su cuaderno de dibujo que había sacado para mostrárselo—. Che ¿Tenés hora? Tarde se dio cuenta de la trampa que ella le había tendido al pedirle aquello. Hans, ignorando las intenciones sacó su celular del bolsillo izquierdo de su pantalón y, prendiendo la pantalla, se lo mostró a ella, para que viera la hora. De un momento a otro, vio como su celular desaparecía de su mano, para ser sostenido por una muchacha de cabello verde que hurgaba en su lista de contactos para agregarle su número y auto enviarse un mensaje. «¡Oye!¡No dije que me siguieras el juego con mis mismas tácticas!» Se quejó un tanto divertido, sorprendido y ¿Por qué no? Indignado mientras veía como ella le devolvía el aparato con una sonrisa victoriosa y le daba un beso en la mejilla derecha a modo de despedida. —Te tomo la palabra, Cristal… estaremos en contacto, no te alejes mucho— anunció para luego dirigirse a Gretchel, quien se encontraba llevando un pedido a una mesa cercana—¡Nos vemos, Gretchel! Paga él. Boquiabierto, Hans, no pudo hacer más que verla partir. «Probaré esa sonrisa y si la puedo comprar, será de mis favoritas…» Cantó en su mente aquel pequeño fragmento de una vieja canción que, en ese momento, se podría decir que iba a juego con sus sentimientos. Sin embargo, como le ocurría con facilidad, pasó del triunfo al disgusto de la derrota, al darse cuenta en el problema que se había metido. Tangible, fue para él, esa inestabilidad propia al reconocer que sus intenciones iniciales de solo hacerla sentir cómoda y pasar un buen rato pese a no poder escuchar, terminaron siendo una burda suerte de coqueteo. —¿Te felicito primo? Seguro que si la querías hacer buena no te salía—. Comentó Gretchel al acercársele para entregarle la cuenta—. Son ochocientos pesos, corazón. Sin decirle nada, él simplemente le pagó mientras la observaba con recelo. A sus ojos, en ese momento, si sentía que ella tenía algo de culpa en aquella situación en la que se veía metido. «¡Y todo esto porque, esta inútil, no sabe decir “Hola ¿Cómo estás?”!» Fue el reproche mudo que prefirió callar. Para ser sinceros, aunque se sentía culpable por no haber podido mantener sus intenciones, también se sentía agradecido de aquella pequeña oportunidad que tuvo para hablarle. En su mano, el celular vibró, anunciando la entrada de un mensaje nuevo. [Che, Cristal. Re colgué de darte las gracias por lo de hoy] [Posta, tal vez, para vos, no sea la gran cosa. Pero, para mí si lo fue ] [No todos los días un desconocido intenta hablarte e integrarte con tanta naturalidad como lo hiciste vos.] [Gracias, che. Sos re piola. Me gustaría que sigamos en contacto. ] Mientras leía aquellos cuatro simples mensajes que no se esperaba, Hans, sintió un hueco de angustia en el estómago al darse cuenta de lo lejos que podía llegar ese pequeño acto impulsivo de bondad que había tenido con ella. Recordó como Gabriela había dicho que, por su condición, le costaba mucho tener conversaciones casuales y ni hablar de entablar amistad con un extraño, aunque daba muestras de ser una persona completamente extrovertida. Por eso, no lo sorprendía en lo más mínimo que ella buscara seguir hablando con él. Suspiró. «Y ahora…¿Cómo le explico que no le conviene relacionarse conmigo? ¡Ah, seré idiota! Yo y mis estúpidos impulsos!» Se quejó, pellizcándose el puente de la nariz a la vez que se lamentaba que las cosas hubieran virado en esa dirección. [No lo agradezcas, Break. Yo también la pasé bien hablando contigo. Eres una chica muy interesante. No prometo nada, porque… de suerte tengo tiempo a respirar con el trabajo, pero… cuando se pueda, veremos de tomarnos algo. Cuídate, niña. Estaremos en contacto.] Escribió, prefiriendo darle una respuesta como esa en vez de un rotundo “NO”. Se lo tenía que admitir, no tenía el corazón tan duro e insensible como para hacer eso. «Ya veré qué excusas me invento cuando llegue el momento…» Se dijo mientras guardaba su portátil que, aunque seguía sana, había quedado olvidada en la mesa junto con sus demás cosas.
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