Guerra fría (4)

1801 Words
La acidez en su estómago comenzaba a resultar demasiado molesto para él. Pero era inevitable que eso no le ocurriera. A fin de cuentas ¡Sus nervios se encontraban a punto de estallar! —¡Perra!¡Qué fácil es aventar la piedra y esconder la mano!¡Pequeña perra!— no se la quería tomar con ella, pero lo cierto era que se encontraba demasiado desbordado con la situación —¡Ya verás cuando me tengas de frente! A ver si me dices lo mismo y a la cara, perra. Para evitarse el mal sabor de romper algo, cosa que estaba más que seguro que haría, prefirió dejar el teléfono celular a un costado del escritorio y levantarse a preparar algo para comer. Aunque, solo fuera un maldito sándwich, necesitaba recordar que tenía que llenar el estómago con algo con cualquier cosa que pudiera llamar "comida". «Oye, Drugo mío¿Por qué te ofendes tanto con ella? Si fuiste tú mismo quien cabó su propia tumba al ser tan imbécil... En serio, viejo ¿Realmente esperabas que ella no te insultara así después de todo lo que haces? Qué imbécil que puedes llegar a ser si te lo propones¿Ah?» Observó Breaks desde su lugar en la pequeña cajita de cristal de su apaleada mente inestable. Hans prefirió ignorarlo. No estaba de humor para tener que dar explicaciones a ese adefesio que solo se dedicaba a molestar. Aunque, en amén a la verdad, sabía que tenía algo de razón. Un par de golpes sonaron en su puerta. Un par de golpes que solo le indicaban problemas. Pues intuía que aquel visitante inoportuno, no sería otra persona que no fuera la encargada de los departamentos. Quizás, ya era hora de hacer las valijas y buscarse un maldito lugar donde vivir en ese país y dejarse de tantas molestias. —¿Qué j0didos treinta mil infiernos quieres ahora, Analía?— preguntó mientras abría la puerta, enterándose que quién se encontraba detrás de ella era Allan, el profesor de plástica con especialidad en movilidad reducida —¡Dah! Corrijo: ¿Qué m13rda, quieres tú ahora, Allan? Dicho esto, le dio la espalda, para dejarlo pasar con la indiferencia de quien ya sabía que no se encontraba con alguien desconocido. A decir verdad, ese hombre, varios años mayor que él, era lo más cercano a un amigo que él podría llegar a llamar en ese momento de su vida. Y así se lo demostró el recién llegado, al cerrar la puerta, haciendo caso omiso a sus palabras agresivas. Con Allan, no había necesidad de ocultar su mal humor. Pues sabía que él sería perfectamente capaz de pararlo en caso de ser necesario. Para eso lo habían enviado a cubrir el cupo de trabajo de profesor de plástica. —¿Y ahora me explicas el por qué de tanto jaleo, tío?— quiso saber ese hombre con su marcado acento zaragozano mientras Hans se dejaba caer sobre el sofá con las manos sobre la cara — Vale... Déjame adivinar ¿Es por lo de Rosario, verdad? Solo a ti se te ocurre decirle las cosas tan de frente, seamos realistas, hombre ¿En serio esperabas que se tomara de buena manera que tú le tiraras a la cara todos tus títulos y maestrías?¡Jo, hay que ser imbécil, tío! Escuchando eso, Hans simplemente se dejó hundir en el mullido sofá de cuero n3gro en el que estaba sentado. A decir verdad, ni siquiera se había acordado de esa idiota y su arrebato de enojo. A decir verdad ¿A él qué le importaba esa rubia tarada que se había ofendido por tan poco? Levantó la mano en dirección a Allan y le mostró el dedo mayor, demostrando con ese gesto grosero todo lo que pensaba al respecto de eso. Sinceramente, lo que menos tenía ganas de pensar era en eso. —Allan... Con el perdón de la mesa...— repuso en un vago intento de aplicar lo que él consideraba diplomacia —¡Qué te den a ti y a la j0dida rubia tarada esa! ¡Hasta los c0jones me tienen todos!¡Hasta los c0jones, he dicho!¿Acaso sabes realmente qué ocurrió allí?¡Me vale! Porque solo escuchaste una versión de los hechos y¿Sabes qué?¡Ni siquiera estoy estresado por ella!¡Que le den, hombre!¿A mí qué? Allan levantó una ceja, intrigado por esas respuestas. Ver a Hans estresado por otra cosa que no fuera el trabajo, no era algo que ocurriera todos los días. Se acercó en silencio, para sentarse a su lado en el sofá. Encendió un cigarro, intentando aparentar el desinterés que sabía que necesitaba para ayudarlo a exteriorizar todo lo que le pasaba. —¿Entonces?— preguntó exhalando una lánguida bocanada de humo — Si no es eso¿Qué es? ¡No me dirás que es porque una chica se te ofendió por estar bebiendo un café en la cafetería de tu prima!¿O sí? «¡Ay, j0der!¡Ya está otra vez metiéndole los dedos al Cristo!¡En las llagas y con saña!¡Claro está!» Se dijo sintiendo cuánto odiaba esa maldita cualidad de ese maldito zaragozano que siempre conseguía dar en el clavo a todos sus pensamientos. A veces, era tal la exactitud con la que se adelantaba a los acontecimientos que asustaba. —Break...— respondió en un murmullo tenue, sabía que no necesitaba más explicaciones que esa, aun así, tuvo que agregar — Break me vio con Rosario en la cafetería de Gretchel y... Lo cierto es que, por la cara que me hizo, ganas no le faltaban de matarme. Intenté hablar con ella, pude hacerlo, pero... Los nervios me jugaron en contra y me dio un ataque de pánico, corté la llamada y ella me envió un audio, insultandome por eso... Lo bueno y malo de él era que una vez que conseguía abrir la boca para hablar, difícil era que pudiera callar todo lo que sentía. Las palabras salían de sus labios sin retención alguna. Hablaba y hablaba, explicando todo lo que sentía. Hablaba y hablaba, sin poder deterse. Al contrario, entre más hablaba más se aceleraba al hacerlo y el volumen de su voz iba en aumento. Pero, esos detalles no le importaban en lo más mínimo a Allan, quien ya lo conocía lo suficiente como para saber que lo mejor era ignorar ese tema y quedarse con las palabras que callaba. Lo escuchó explicar lo que ella le había dicho, sin acotar palabra alguna. Escuchó como él había intentado comunicarse con ella después de eso. Pero, ella no le respondía las llamadas y eso lo ponía aun más nervioso. Dicho sea, no necesitaba que se lo dijera, él tenía dos ojos sobre la cara para ver con certeza cuan nervioso se encontraba. «Ah, es difícil para él ser capaz de entender que no se puede ser tan cuidadoso con todo y que a veces tiene que salir de su zona comfort... Como ahora que se le nota a la legua cuanto le gusta esa muchacha...» Observó sin ningún ánimo de seguir escuchando todo ese melodrama que su amigo se traía encima. Lo cierto era que, por alguna razón, ya conocía la historia. Ya lo había visto antes, hacía unos cuantos años atrás cuando el irlandés había trabajado con él en España. Fumó lo último que le quedaba de su cigarro. Realmente estaba haciendo el esfuerzo de no ser tan duro con las palabras que podía usar en ese momento. Realmente, sabía que, para Hans, era casi imposible dejar de lado todos sus cuestionamientos internos. —¡Ya sé que lo mejor sería que mueva el cvlo y vaya a verla pero...— finalizó Hans sin saber dónde diablos había quedado ese j0dido botón de apagado en su cerebro. —¿Pero qué?¡Ya la oíste, hombre!— repuso estirando las piernas parandolo al fin — Si realmente eres sincero con ella y tienes los hv3vos suficientes, pues ve y dicelo a la cara ¿Realmente te importa ella? Ve y háblale de frente. Otra respuesta no existe ¿Qué esperabas que te dijeran? Realmente él no esperaba otra cosa que la que estaba obteniendo. Al contrario, si la situación se le hubiese presentado diferente, realmente se habría preocupado por ella. Sí, sabía que tenía que ir a hablar con ella, se lo debía. Aun así... —¿Te das cuenta de lo peligroso que sería para ella que yo vaya a verla?— quiso saber exclamando con todo el cinismo que se le caracterizaba —¿Eres imbécil o solo lo actúas? Recuerda que esto no es bueno para nadie, que no... —"que no quiero que nadie tenga que soportar mis observaciones y mi dependencia emocional"... — respondió Allan rodando los ojos con aburrimiento— Si, sí, Bomb, ya lo sabemos y... Honestamente, a estas alturas, ya no tiene sentido que lo digas. Dicho esto, no esperó respuesta alguna de Hans. Sencillamente, le palmeó la pierna y se levantó del sofá, para dirigirse hasta la puerta de entrada del monoambiente. —¡Oh! Cierto, casi me olvido de decirte algo...— agregó dándose la vuelta para mirarlo a la cara — Si no quieres tener más problemas con Analía, te recomiendo que vayas buscando otro lugar donde estar... Dicho sea te envío después unos apartamentos que pueden que te gusten. No lo tomes a mal, hermano, pero... A mí también me tienen hasta los c0jones, ustedes dos discutiendo por el aire que respiran. Además ¿No crees que te vendría bien tener un lugar donde llevar a esa mocosa que te trae loco? Piénsalo nada más. Ahora, sí me disculpas, tengo que terminar otros asuntos. Nos vemos mañana, Bomb... Dicho esto, lo dejó con la palabra en la boca y las ganas de aventarle lo primero que tuviera a la mano. Hans solo se quedó observando el espacio vacío, sin poder evitar sentir que a veces no sabía porqué diablos insistía en hablar con él, si de sobrado era sabido el tipo de respuestas que le daría ese hombre. La mismas respuestas que él ya sabía. Enfurruñado, se cruzó de brazos¡Hasta las pocas ganas de comer, se le habían ido por eso! Miró la hora, sopesando la posibilidad de ir a verla, aunque no sabía qué tenía que esperar con aquella escapada. Lo cierto era que ya estaba todo dicho y no quería agregar leña al fuego. Tampoco quería hacerse ilusiones, ni arriesgarse a que ninguno de los dos saliera lastimado. Pero... —¡Ah!¡Perra!¡Te odio!— farfulló en un arrebato de frustración mientras se ponía en pie de un impulso y tomaba las llaves de su auto.
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