Guerra fría (3)

1418 Words
Escuchó su voz y el mundo se desdibujó con solo eso. Resultaba patético ver cuán fácil era para ese loco desestabilizarla. Gabriela se mordió el labio inferior, preguntándose qué debería hacer. —¿También es por trabajo la cita con tu rubia tarada, eh?¿Pseudo punkito?— respondió recelosa, sin poder evitarlo. No quería demostrar celos ni nada de eso. Pero realmente le había dolido verlo con esa mujer, aunque ese encuentro había terminado mal. Escuchó una risita suave y burlona. Frunció el entrecejo ¿Acaso se estaba burlando de ella? —¿De qué te reís, tarado?— increpó demostrando que no captaba la gracia en el supuesto chiste —¿Solo me llamaste para molestar? Mejor cortá porque no te va a ir bien conmigo ¿Entendiste? — Quédate tranquila que te entendí perfectamente, mi niña...— respondió Hans inusualmente calmado— ... No, no me estoy burlando de tí, Break. A decir verdad, me burlo de mi mismo por estar intentando hacer esto cuando sé que no tengo una coartada creíble que me cubra. Pero, en serio, no me hagas caso, no quiero molestarte ahora. Cuando estés libre y tengas ganas de hablar, llámame... Hasta entonces, nos vemos... Fue breve, realmente fue breve. Aunque no dijo gran cosa que le diera a ella la seguridad que estaba buscando. Fue breve e inexacto, pero la ayudó a sentir que, en cierta forma, a su manera, a él sí le preocupaba lo que ella pudiera pensar de él. —¡Esperá, esperá un momentito, che!— lo llamó apurandose a hablar antes de que terminara la llamada. Escuchó un simple "mmm" del otro lado del teléfono que le dio a entender que él esperaba. Era ahora o nunca. O al menos, así lo sentía ella. Porque, a decir verdad, no estaba muy segura de que él no fuera a aprovechar ese momento para volver a escapar de ella. —¿En serio me querés decir que no es lo que yo creo? ¿En serio me estás tratando de explicar qué fue lo que ví?— preguntó sintiendo como todo eso era una escena tan patética y digna de una estúpida telenovela de la tarde, pero a su vez, sentía que necesitaba esas respuestas — ¿Por qué... Por qué lo haces, Cristal? Si vos y yo no somos nada... Silencio, seguido de otro de esos bufidos de cansancio que solo indicaba que estaban fumando, como siempre. Su corazón con fuerza y un enorme nudo comenzaba a formarse en su garganta. Quizás, no debía haber preguntado todo eso. Tenía miedo de la respuesta. —¡Dah! Dejalo así, no importa, che, ja, ja, ja...— intentó resguardarse, sintiéndose tan tonta por su propio nerviosismo—... La verdad es que no me interesa, estoy muy ocupada ahora¿Sabés? Además, posta, no me debés explicaciones... —Si, Break , tienes razón; no somos nada y ¿A mí qué? — la interrumpió Hans desde el otro lado de la línea telefónica, hablaba con calma, pero se notaba a la legua que cada palabra le costaba un parto sacarlas de su interior — ¡Niña, por favor! No soy ciego y tampoco soy idiota. Te vi la cara, sé que no hice bien en hablar allí con esa imbécil a sabiendas que contigo no había dejado nada en claro. Por eso es que me tomé un momento de todo el j0dido trabajo para hablar contigo. No quiero que me malinterpretes... Gabriela no sabía qué responder a todo eso, aunque intuía no era el momento para hablar, ya que, tal lo visto, él realmente estaba haciendo el esfuerzo de sacar a la luz todo lo que se había callado en ese día. — Esa imbécil solo es una compañera de trabajo, la cual no me agrada en lo más mínimo, solo le acepté ese encuentro para conocerla un poco y ver qué cosas tendría que tener en cuenta cuando la tuviera que soportar en el establecimiento...— siguió Hans, sin saber que cada palabra suya contribuía a desestabilizarla un poco más — Ya lo dije allí, pero quería dejártelo en claro. Porque, a mí, me interesa más lo que tú pienses de mí... Perdón, las cosas se me escapan de las manos con mucha frecuencia. Perdón... No te quise lastimar... Dicho esto, la llamada finalizó, sin esperar respuesta alguna por parte de ella. Tal vez, él realmente estaba siendo sincero con sus palabras e intenciones. Pero, no sabía cómo actuar. Tal vez, simplemente no quería nada serio con ella ni con nadie, pero no por eso se sentía con el derecho a lastimarla y por eso se tomaba el trabajo de explicarle las cosas. —Aun así, sigue siendo un tarado que no se da cuenta que solo me confunde con sus acciones...— se quejó en voz alta aventando el bolígrafo contra la pared en un arrebato de ira— ¡Ah!¡La pvta madre!¡Lo odio!¡Lo odio!¡Lo odio! Poder controlarse golpeó la mesa con los puños. Era demasiado frustrante para ella toda esa situación. Sabía que no debía prestarle atención. Lo veía en cada una de sus actitudes. Incluso cuando le estaba diciendo las cosas, no era coherente. Sabía que todo eso sería para problemas que solo la perjudica rían a ella. Sabía que insistir en ese tema solo la estancaría y la desviaría de su meta de progreso. Sabía, sabía ¡Sabía que quería verlo de todas formas! —¡Sí querés realmente que te crea todo eso, pelotudo de m13rda, vení ahora mismo a mi casa y decimelo a la cara, chabón!— le gritó al teléfono celular demostrando todo su enojo por la situación que la estaba obligando a pasar— ¡Si realmente querés que te crea tus lloriqueos, demostrame que tenés los hv3vos suficientes para decírmelo a la cara!¡Pelotudo! Después de eso, dejó caer el celular sobre el viejo colchón donde se encontraba, sin importarle siquiera en dónde caía. Se sentía furiosa. No quería actuar así. Se sentía furiosa y solo quería poder concentrarse en lo que le correspondía: sus estudios y su maldito título de profesora de plástica con especialidad en lengua de señas. Quería zanjar toda esa estúpida telenovela de una buena vez por todas para tener la libertad suficiente para enfocarse en lo suyo. No podía más que eso y, estaba más que segura que, eso, era lo justo y necesario para ella. Se giró de costado, haciéndose un ovillo patético que se abrazaba la almohada. Enterró la nariz en la misma, sintiendo como esta todavía olía al shampoo que él usaba. Lo mismo que su gargantilla, todo parecía llevar grabado a fuego su presencia en ese espantoso lugar. Odiaba reconocerlo, pero, desde aquel día en el que él había estado en el departamento, que no podía dejar de sentirse sola. Odiaba eso. Odiaba sentirse así. La soledad no era lo suyo y no creía ni entendía cómo otros podían disfrutarla. «Como él... Que dice que más le vale estar solo que mal acompañado... Como él, que insiste en que no ve otro futuro que ese... No lo entiendo¿Por qué es así? Cuando se nota que tampoco le gusta estar solo ¿A qué juega?¿Por qué lo hace?» Pensó, como tantas veces en esa semana desde que él había estado allí. Todavía recordaba con cuánta urgencia la había besado en esa noche. No podía creer que esos besos fueran dados por alguien que creía que lo mejor era estar solo. Tampoco podía creer que esas caricias, ni esas palabras provenían de un hombre que se sintiera completamente cómodo con la soledad. No, se resistía a creer que él estuviera siendo realmente sincero con ella. Había algo más. Sabía que había algo más que él no le estaba diciendo ¡Tenía que ser así! De lo contrario, nada de toda esa situación, tenía sentido. El teléfono celular volvió a sonar. Pero ella no quiso responder. Se sentía demasiado devastada ante todo ese panorama tan confuso que no hacía más que marearla. La llamada finalizó, pero al poco rato, volvió a sonar otra vez. Y así, varias veces más. Pero ella ya no escuchaba nada como para poder enterarse. Se había quitado el procesador de sonido, junto con la ropa e ido a bañar. Necesitaba espacio para poder calmarse. Necesitaba espacio para pensar con claridad. No quería hablar con nadie, en ese momento... Ella solo quería estar sola.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD