¿Y ahora qué pasa, eh?(2)

1321 Words
Sin importarle nada, la abrazó por la cintura, aferrándose a ella como un náufrago se aferraria a una tabla a la deriva. Se aferró a ella con una mano, mientras que con la otra buscó su rostro para besarla. Hundiendo su lengua en ella. Sintiendo la abundancia y la calma que ella sabía darle. Sin pedir permiso alguno, entró con ella al apartamento, cerrando la puerta detrás suyo. Los brazos de Break se le aferraron a sus hombros y sus uñas se clavaron en su espalda. Dejó escapar un pequeño gruñido, ahogado por los labios de ella. El lugar estaba en penumbras, iluminado débilmente por la luz de la calle que entraba por las persianas cerradas de los ventanales. Pero esa débil luz era suficiente para poder ver un poco hacia donde la dirigía. Aunque estaba seguro que ninguno de los dos prestaba atención a ese detalle. De milagro, consiguió llegar a un pequeño sofá. Callendo sobre él para tenerla a ella encima suyo. Le quitó el vestido, descubriendo que debajo no había nada más que piel morena. Se relamió al verla y la volvió a besar, dejando que sus labios fueran un poco más, creando un camino de besos y mordidas hasta llegar a su clavícula. Sus manos pasearon ansiosas por todo su cuerpo hasta detenerse en sus caderas. Pasó sus dedos por debajo de la tela de las bragas, enredandolos en ella. Tiró con suavidad hacia arriba, marcando su hendidura central. Escucharla gemir por tan simple gesto y notar el cl1toris 3recto, podría decirse que era un deleite. Levantó los ojos hacia su rostro, sabía que no necesitaba nada más para tenerla dispuesta a él. Y no se equivocó. Ella, por su parte, lo aceptó gustosa, ayudándolo a quitarse la musculosa que llevaba puesta y tanteando entre sus piernas para bajarle los pantalones de algodón. Ella lo deseaba y con urgencia. Como él. Ignorando completamente esa vocecita en su interior que intentaba recordarle a qué rayos había venido, levantó su cadera, lo suficiente para poder liberar su p3ne de su prisión, a la vez que le quitaba a ella las bragas. Toda la ropa terminó esparcida por el suelo. Aunque a esas alturas a nadie le importaba ese detalle. Ocupados como estaban cada uno en reconocer suyo el cuerpo del otro, nada importaba. Nada que no fuera ese placer culposo que generaba el encuentro. Esa humedad cálida que los reconfortaba. O esos sonidos acuosos que se escuchaban cada vez que sus caderas chocaban entre sí. Nada, absolutamente nada importaba que no fuera terminar tan unidos que ni siquiera ellos supieran decir dónde empezaba uno y terminaba el otro. Esa confrontación fue breve y demasiado estrepitosa. Casi un estallido espontáneo que los dejó aturdidos por un momento. Abrazados mutuamente, con el cuerpo pegajoso por el sudor y sus propios fluidos, se quedaron así, por un momento. Cada uno intentando recuperar aunque fuera un poco el aliento o la compostura. «Se estaba bañando... Por eso no me respondió...» Se dio cuenta al acariciar su cabello y sentirlo un tanto húmedo. Reconoció también el olor al shampoo que ella solía utilizar, como un aroma a coco más fuerte de lo habitual. Además, no llevaba puesto el procesador de sonido. Por absurdo que pareciese, darse cuenta de esos detalles, lo ayudaron a calmar en gran medida todos esos pensamientos que le decían que ella lo estaba evitando. Porque era justamente eso lo que seguía creyendo. Mirándola desde arriba, notando como ella no daba muestras de querer apartarse de él, se preguntó si, quizás, antes de ir a abrir la puerta, le había respondido siquiera a uno de sus tantos mensajes y llamadas perdidas. De ser así, jamás se iba a enterar. «¡Dicho sea! Creo que tendré que comprar otro teléfono celular... Ah... Yo y mi falta de control de las emociones...» Recordó como el teléfono celular, de alta gama, que no tenía ni siquiera tres meses en su poder ahora yacía inservible en el pavimento. Ese era uno de los motivos que tanto le daban a insistir en no tener meterse con relaciones íntimas. No era que los demás corrieran el peligro de sufrir el mismo destino que ese teléfono celular. Al contrario, él, por alguna razón, jamás asestaba el primer golpe. Solo se cerraba en sí mismo y salía huyendo a la mínima posibilidad de levantar la voz. Aun así... «No creo que alguien en su sano juicio desee soportar a una persona así... Y aunque lo quiera, no creo que se lo merezca...» Se dijo viendo como ella se entretenía en trazar con la yema de los dedos espirales en el costado izquierdo de su clavícula. Se la veía tan inocente y tierna que no podía evitar sentir ese sabor amargo del querer y no deber. Le besó la cabeza y cerró los ojos, dejándose inundar por el suave aroma de coco y vainilla de su cabello. —¿Querés quedarte a pasar la noche conmigo?— le preguntó ella con la voz suave de una niña —¿Podés quedarte? Se veía tan frágil con esas palabras, que él podía sentir que el hecho de negarse a su ruego tendría que ser catalogado como un delito grave ante la ley. Suspiró con pesadez. No, no podía quedarse, tenía mucho trabajo por hacer y además ella también estaba ocupada. Aun así... «¡Me vale! Ya estuve perdiendo el tiempo afuera ¿Qué le hace perder algo más de tiempo? Solo por hoy ¿Qué más da? Se lo debo, después de toda una semana sin hablar...» Asintió con la cabeza. Por esa noche no se detendría a pensar demasiado. Ya vería después cómo solucionar todos sus demás problemas. La vio armarse de valor para separarse de él y ponerse en pie. Al hacerlo, un pequeño hilillo de 3sperma le bajó por las piernas temblorosas, recordándole a él ese detalle, quizás un tanto insignificante, de la protección s3xual. Se palmeó la frente sintiéndose estúpido. Lo que menos quería para él en ese momento sería la posibilidad de engendrar un hijo. Menos aun cuando todavía no tenía en mente algo fijo con nadie. —¿Ya cenaste?— le preguntó Break mientras se ponía las bragas y se daba la vuelta para mirarlo, él simplemente negó con la cabeza. — Recién terminé de hacer la comida ¿Me querés acompañar? Se detuvo a pensar un poco. No era que no tuviera ganas de comer. Al contrario, alejado de todos sus síntomas emocionales, podía llegar a distinguir que, básicamente, se estaba muriendo de hambre. No era para menos, en ese día, con suerte había desayunado un café antes de ponerse a trabajar. Pero, lo que ocurría era que, una vez sembrada la duda, él no descansaría hasta estar seguro que no tendría hijos. O, al menos no, en ese momento. Se mordió el labio inferior, tenía que saberlo. Pero, esas preguntas solían ser bastante incómodas en situaciones como aquella. —¿No prefieres que vaya a buscar una post day?— tiró la bomba con cierta inseguridad, en su rostro, vio la intriga, de modo que tuvo que agregar — ¿Te estás cuidando? Sabes a lo que me refiero... Al decirlo, agregó varias señas que hacían alusión a un posible embarazo. Ella, arqueó las cejas y se echó a reír con desenfado. Se encogió de hombros y le mostró el brazo, donde llevaba el implante subdérmico. Luego agregó un par de señas, que explicaban que se lo había puesto hacia relativamente poco y que se lo controlaba periódicamente. Él suspiró con alivio. Aunque sabía que eso podía fallar y que cabía la posibilidad de que ella simplemente estuviera mintiendo, eligió creerle. Se levantó del sofá y la tomó por las caderas, apretando sus nalgas y atrayendola hacia su ingle, la besó en los labios. Esa noche, haría el esfuerzo de no pensar tanto y disfrutar de lo que pudiera disfrutar.
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