Ojos de eternidad (2)

1776 Words
La música tronaba fuerte en los oidos. Pero, a nadie parecía importarle aquel insignificante detalle de contaminación sonora. Por el contrario, parecían estar disfrutando de todo el ambiente, pues, como Hans podía observar, solo se movían al ritmo decadente de las letras autodestructivas mientras seguian bebiendo alcohol como si fuera agua, completamente ajenos a todo. «Dormidos e idiotizados con el ritmo y las luces. Escapando hacia adentro de un mundo absurdo que los atormenta... Buscando la manera de llegar a la saciedad de sus propios deseos reprimidos... Ya recuerdo porqué hace años no me doy un Break Point... » Pensó sardónico observando, aburrido, desde un rincón oscuro y alejado de la gran sala de estar en la que funcionaba como salón de fiesta. Break, estaba a su lado, sentada sobre sus rodillas y hablando en señas con una amiga suya, la que los había invitado a la fiesta. Desde el principio en el que había puesto un pie en el lugar, supo que no encajaría allí. Pero, viendo como ella sonreía animada y se mostraba segura a su lado, prefirió hacer el esfuerzo de meterse todas sus opiniones en dónde no le diera el sol y sonreír, por ella. «A fin de cuentas ¿Qué más me da? ¡Si ya sabía que la pobre niñita está más sola que yo en este mundo!» No lo decía con desdén. Al contrario, le daba un poco de pena que ella se encontrara en esa situación y que, tal lo visto, la única persona capaz de suplir esa angustia de soledad, fuera justamente él. «¡A mal puerto ha venido por agua! Pobre niña...» Seguía insistiendo mientras la observaba de reojo parlotear con señas rápidas sobre váyase a saber qué, pues hacía rato que había dejado de prestar atención a la conversación que tenía a su lado. Realmente, seguía creyendo que todo aquel encuentro había sido una pésima idea. Si se le permitía ser sincero, Hans, sin dudarlo, aseguraría que: una persona como él no valía la pena de ser conocido siquiera. Pese a todos esos años que había invertido en terapias y autoconocimiento. Pese a haber madurado y mejorado en muchos aspectos su manera de ser, seguía sintiendo que su único destino siempre sería la soledad. A fin de cuentas, él no quería lastimar a nadie con sus arrebatos impulsivos y mucho menos quería aferrarse a alguien que, tarde o temprano, se cansaría de él y lo dejaría caer. Vio como un joven, de aproximadamente la misma edad que Break pasaba por enfrente de ellos. No le dio mucha importancia. «Un pseudo punkito, con el acento finito... ¿Y a mí qué?» Se dijo desdeñoso al verlo pasar a su lado y mirarlo de reojo con actitud altiva. Él ya conocía como eran esos tipos de punk y por eso mismo, estaba decidido a ignorar cualquier cosa que tuviera que ver con ese desconocido. Pero, hubo algo que le llamó la atención. «¿Ah?¿Ya se conocen? Y por lo visto, no se llevan muy bien...» Observó cuando notó como Break, a su lado, callaba y se mostraba hosca y taciturna. Casi podía jurar que la pobre había tenido un encuentro desafortunado con un fantasma. Disimuladamente, la tomó por la cintura, soltando su cerveza, la misma que casi no había probado, y la abrazó, como si intentara recordarle que no se encontraba sola. —¿Y ahora qué pasa, eh?¿Break?¿Por qué la cara?— le preguntó al micrófono del procesador. Ella ladeó la cara hacia él, encontrándose con sus ojos de verde olivo. Hans, pudo ver en ellos el miedo o la incomodidad del asunto. No le cupo dudas, ese tipo, si lo había mirado con tanto desprecio, no había sido por otra cosa que no fuera la obviedad de encontrarse en la compañía con la que se encontraba. Volteó a ver el rincón al que había ido a parar ese tipo. Se lo encontró hablando con un par de imbéciles, vestidos igual que él. Con ropa costosa de tachas y cuero n3gro. Reían celebrando una broma que uno del grupo había dicho. Pero, notó como el pseudo punkito, de tanto en tanto, dirigía la mirada en su dirección, como si estuviera hablando de ellos. —Ese es Marcos, mi ex...— le explicó en un hilo de voz como si temiese que la sola mención de su nombre pudiera ocasionar algún tipo de catástrofe— ... Parece que no está contento por verme acá... —...Con alguien — concluyó Hans, entendiendo mejor lo que ocurría. Volvió a mirar a Marcos, notando que cada vez más parecía molesto al verlos abrazados de esa forma. Sintió la leve corazonada de que las cosas se pondrían un tanto tensas. Una parte de él, la más cuerda, le insistía porque lo mejor sería irse de allí, para evitar conflictos. «¿Y este es mi viejo Drugo?¿Este es el mismo mal chico que se quedaba en donde sabía que estorbaba y hacía hasta lo imposible para afirmarles sus opiniones a los demás? ¿Qué te pasó, Hans?¿En serio te irás? Perdiendo la oportunidad de molestar a los demás... ¡Estás del asco, Drugo! » Reprochó ese maldito personaje que se resistía a dejarlo en paz. Hans rodó los ojos, fastidiado por la insistencia de volver a algo que, para él, ya no tenía sentido. Bien, lo admitía, ganas no le faltaban para molestar a personas como ese "pseudo punkito" llamado Marcos. Pero, esa actitud estaba bien para un adolescente que se las daba de rebelde. No para un adulto responsable que tenía que mantener una imagen correcta y un empleo en un país que no era el suyo. «¡No toques los c0jones, Breaks! Que esto no es Irlanda y ya no tenemos quince años... Y bien que lo sabes, imbécil.» Reprendió a su compañero mental, quien, por respuesta, solo se echó a reír burlón. Hans volvió a poner los ojos en blanco. A veces, se preguntaba porqué insistía en responder a esa voz. A fin de cuentas, ya sabía que, para ese producto de su mente, cualquier cosa era un chiste. —No te preocupés, Gabi. Mejor no le des bola a ese tarado.— escuchó que la amiga de Break le aconsejaba a su compañera.— Si sabés cómo es. Él solo te quiere hacer la psicologica y quedar como el que manda. Ni cabida, guacha... Además ¿Te vas a preocupar por tu ex, teniendo semejante hombre al lado? ¡Hay que ser boluda, che! Al oír lo último, Hans se ahogó con su cerveza. Había veces que le sorprendía la actitud desvergonzada de los argentinos en comentarios como aquellos. Miró de reojo a Gabriela, preguntándose en qué estaría pensando exactamente. Se encontró con sus ojos y no le cupo dudas que tampoco a ella le había agregado demasiado aquel comentario. Todavía tenían muy presente lo ocurrido horas antes en su auto y ese departamento que ella estaba cuidando. Pero, también notaba en ella la necesidad de no ser mal interpretada por su preocupación. « Quizás, otro tipo, lo malinterpretaria y diría que no lo supera... Suerte para ella que entiendo lo que pasa realmente por su mente... Suerte para ella, que yo también pasé por lo mismo.» Reconoció Hans levantando una ceja curiosa como si le estuviera preguntando qué pasaba. Vio como ella negaba con la cabeza e intentaba desvíar la mirada, junto con la conversación. —¿Qué opinas si lo molestamos un rato? Apenas lo ví y ya me calló del perro asco, tenés razón, es un pseudo punkito, ja, ja, ja— reconoció él hablándole con calma cínica en el parlante del procesador para luego agregar mientras tomaba una de sus manos — ¿O preferís que vayamos a otro lugar?... Para que estés más tranquila... Break abrió los ojos, con sorpresa. Él no parecía molesto con la presencia de Marcos, menos se mostraba inconforme al verla incómoda y temerosa por el asunto. Al contrario, él parecía entenderla muy bien y por eso le sugería esas cosas. Le hizo una seña con la mano a su amiga, indicándole que esperara un momento. Se dió la vuelta, para poder mirar a Hans, acomodando todo su cuerpo de forma tal que sus piernas quedaran sobre las rodillas de él y pudiera abrazarlo por los hombros. Ambos intercambiaron miradas curiosas, levantando una ceja con la misma actitud cínica que compartían. Gabriela le sonrió de lado, dulce y sarcástica, mientras levantaba la mano, para acomodarle un mechón de cabello detrás de la oreja. —¿Qué nos vayamos, decís, papito?— le preguntó con la misma actitud juguetona que había estado usando desde que se conocían —¿Qué pasó? No me vas a decir que ya tenés sueño ¿No? Al oírla, Hans se echó a reír con desenfado. Tenía la vaga impresión de que, si lo que él pretendía era evitar problemas, con esa muchacha a su lado, le sería muy difícil hacerlo. Pero, en ese momento no pretendía nada más que estar tranquilo y pasar una buena noche. Así pues¿Qué mal le haría a él jugar un rato con la paciencia del pseudo punkito ese? Se acercó un poco, con una sonrisa cómplice y burlona, consiente de ser observado por aquel tal Marcos. Sus manos bajaron los glúteos de ella, afianzando un poco más el agarre, para que aquel imbécil supiera que ella no iba sola. —¿Acaso me está diciendo usted que quiere meterme en problemas, jovencita?— le preguntó sarcástico para luego agregar a la vez que se encogía de hombros — Me parece una buena idea... Luego no escucho lloros, Break. Fue lo último que le dijo para luego, simplemente besarla apasionadamente, sorprendiendo a todos los que tenían puesta la mirada en ellos. Como ese tal Marcos, que, tal lo visto, no quiso tomar a bien aquel beso y, en ese momento, parecía que le estaba por salir humo de las orejas por la rabia que lo consumía. «¡Que te duela, imbécil! Asunto mío no es...» Pensó Hans atreviéndose a ir más allá en esa provocación. Sin dejar de besarla, por el contrario, estrechandola más aun contra su cuerpo, la besó con más fuerza, como un lobo hambriento. Con la mano libre, dirigió a ese hombre que no dejaba de observar un clásico y grosero gesto en donde levantaba el dedo central. Al separarse, vio todo el escándalo que había conseguido con tan poco. Sonrió regodeándose en el dulce sabor de ese caos. Ya estaba dicho, Break y Breaks, habían ganado la partida moral.
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