Ojos de eternidad

1548 Words
Un cuarto en penumbras, un colchón viejo tirado en el suelo de losa y un par de botellas de cervezas ya vacías. Fueron todo lo que necesitaron para decidirse, una vez por todas, de romper con todos esos pequeños miedos que todavía quedaban resagados en sus mentes. La música del ambiente tronaba en los oídos de Hans, tanto así que comenzaba a marearlo un poco. Aunque, a esas alturas, lo único que le preocupaba era el asunto que tenía entre sus piernas. Se mordió el labio inferior, meneando la cabeza hacía atrás. Esa boca morada que estaba haciendo de él lo que quisiera, se sentía cálida y húmeda en toda la longitud de su p3ne. Llevó la mano hacia adelante, para acariciar la pequeña cabecita verde de la mujer que lo succionaba sin el menor pudor posible. «¡Por los j0didos tres mil pvtos infiernos!¿Cuándo fue la última vez que me la m4maron de esta forma? Esta p3rra me hará acabar en poco tiempo, si se lo permito.. » Se dijo repetidas veces sintiendo como ella lo engullia y disfrutaba completamente de eso. La mano de Break, subió suave por su torso, hasta llegar a su pecho, pellizcandole un p3zon que hizo que, de su garganta, se escapase un suave gemido ronco de placer y sorpresa. Resultaba curioso ver que una mujer se atreviera a hacer ese tipo de cosas con un hombre. Hans sabía que, por lo general, esas cosas eran tabúes. Al intuir que ella no los tenía, no pudo menos que sonreír satisfecho. Pues, no había nada mejor para ese irlandés que una mujer sin complejos en la cama. Levantó la cabeza hacía adelante. Ya venía siendo hora de seguir con lo planeado. —Break... Ven aquí...— la llamó con suavidad haciendo un ademán con la mano para que se acercara. Ella levantó la vista, sin querer separarse del trabajo que tenía entre sus manos. Eso le hizo gracia a Hans. Si por él fuera, la dejaría jugar con su p3ne todo lo que ella quisiera. Pero, también deseaba más. —Vamos, sé que también quieres divertirte... — insistió con voz melosa y socarrona — ... Ven aquí, Break... Sin esperar respuesta alguna, le tomó la mano y jaló de ella, tirandola sobre el viejo colchón en el que se encontraban. Se arrodilló entre sus piernas abiertas para poder bajarse un poco más los pantalones. Su mirada, paseó hambrienta por ese cuerpo que tenía en frente. «¡Wow! Simplemente, es hermosa...» Pensó al tenerla de esa forma, con las piernas abiertas y los ojos vidriosos llenos de deseo, completamente atenta a cada movimiento que él hacía. Por el contrario que él, ella todavía llevaba la ropa puesta. Eso agregaba un poco más de morbo al asunto, pues, la visión de su ropa interior, un tanto humedecida era simplemente apetitosa. Se agachó sobre ella, tomando sus piernas para acomodarlas sobre los hombros. Llevó la cara a sus muslos paseando la lengua por la zona, saboreando su piel. Escuchó como ella suspiraba por lo bajo y lo tomó como una buena señal para seguir adelante. Subió un poco, dejando una pequeña hilerilla de besos en la cara interna de sus muslos, hasta rozar con la lengua el borde de su ropa interior. Sintió como ella se incorporaba un poco sobre sus codos, para verlo mejor. Le dedicó una media sonrisa maliciosa y besó su s3xo por encima de la delgada tela de algodón. Se tomaría su tiempo para hacerla chillar como tanto le gustaba. —¿Qué hacés?— escuchó que Break se murmuraba un tanto confundida o , mejor dicho, temerosa, al verlo acercarse. Hans sonrió y se incorporó un poco sobre sus codos. En aquel movimiento de tirarla sobre el colchón ese aparato que llevaba sobre su oreja había desaparecido en algún lugar de la habitación. De modo que las cosas serían un poco menos rápido de comunicar. Aunque eso a él lo tenía sin cuidado, pues la había conocido sorda y ya estaba acostumbrado a cómo se debía tratar con un sordo. Con un par de señas de sus manos le explicó simplemente que lo único que haría sería devolverle aquel buen favor. Vio como ella desviaba la mirada, como si estuviera avergonzada por lo que él estaba a punto de hacerle. Por un momento creyó que lo correría de ese lugar ¡Hasta se hizo a la idea de recibir una buena patada! Sin embargo, eso no ocurrió. Simplemente, vio como Break se dejaba caer sobre el colchón y le decía con un par de señas que hiciera lo que quisiera. Pues, eso fue lo que intentó hacer, aunque en un principio tuvo sus dudas. Dudas que le fueron desmentidas con un par de besos en esa cálida hendidura. Al volver a tomar sus piernas, notó como ella seguía nerviosa. Supuso que quizás, no estaba muy acostumbrada a ese tipo de atenciones. «O nunca tuvo a alguien que lo hiciera correctamente... No me sorprende, es joven...» Se dijo un tanto irónico. Lo cierto era que tampoco le importaba mucho que se le dijera. De modo que siguió con el asunto sin prestar real atención a eso. Pues, a fin de cuentas, aquello no era de su incumbencia y aunque lo fuera ¿Qué más daba? Si en esa noche todo se acababa. Besó su entrepierna, pasando lentamente la lengua por encima de la tela de su ropa interior. Escuchó un suave gemido de su parte. Aunque ella seguía algo tensa, parecía estar disfrutando un poco. Lo tomó como una buena señal para correr con la uña la barrera que le impedía llegar más allá. Al hacerlo, vio con lujo de detalle la piel rosada y brillante de esos pequeños labios. Los besó, deleitándose en su sabor y aroma. Escuchando la suave respiración de ella, los volvió a besar, pasando la lengua por aquel pequeño y tímido guisante que se encontraba medio escondido en la unión de esos pliegues. No necesitó mucho tiempo para poder bajar por completo las defensas de ella, consiguiendo de esta forma, quitarle la ropa que todavía le quedaba puesta. Se incorporó sobre sus rodillas y sin ninguna ceremonia, tomó su propio p3ne, 3recto y dvro, con la mano izquierda. La miró a la cara, con la ceja levantada, mientras seguía jugando con sus manos en torno a su m13mbro y al cl1toris de ella, como si estuviera preguntando si ya estaba lista para lo demás. Break, lo observó con cierto miedo en sus ojos. Tenía miedo que después de eso, la noche muriera, incluso antes de haber comenzado. Pero, al cabo de un segundo, se decidió ¿Quién supiera por qué? Simplemente, asintió con la cabeza y volvió a cerrar los ojos, esperando a que él hiciera su trabajo. A Hans no le gustó aquella reacción. Suponía que ella estaba todavía muy nerviosa y, para él, eso era lo peor. Porque él no disfrutaría absolutamente nada sino la veía a ella disfrutar a la par. La tomó por la barbilla, obligándola a mirarlo a la cara. Más preocupado por su necesidad de entenderla que su instinto fisiológico. Ella lo observó de reojo, con cierto mohín de súplica. —¿A qué le tienes miedo, Break?— leyó en sus labios, pausado y sereno. «¿Por qué las dudas?¡La pvta madre!¿Por qué las dudas?¡Si solo quería esto desde el principio!¿Por qué m13rda tengo miedo? Si él no me importa ¡Me importa esos veinte centímetros de chota que tiene entre las piernas, nada más!» Intentaba convencerse sin mucha convicción. Pero, la imagen de ese día en el que se había quedado con ella, compartiendo una charla y un café con la completa naturalidad de alguien que entendía muy bien a un sordo raro como ella, se le vino a la mente. —¿Podremos vernos después de esta noche?¡Como amigos!¡Lo prometo!— exclamó casi rogando. Resultaba patético la escena que estaba protagonizando. Ella ya sabía de ante mano sus intenciones y las había aceptado completamente. Pero, ahora que, al fin se daba la oportunidad. Ella no quería solo esa noche, ella se resistía a dejarlo partir. Dolía, dolía y mucho, pensar que la única persona que había sido capaz de ser tan amable y empático con ella, solo quería eso. Break sintió deseos de llorar, huir de ahí y volver a su casa. Todo aquello era absurdo. Un beso en la mejilla, la hizo volver a la realidad. Observó tímida y de soslayo como él le sonreía. Lo vio encogerse de hombros y mover los labios con calma. —¿Estás segura que querés estar en compañía de un desequilibrado mental como yo?¡Break! Eres muy hermosa y muy buena persona como para arruinar tu vida con semejante imbécil como compañía... No te convengo, en serio lo digo...— explicó él, pero ella seguía insistiendo en su necedad, Hans se dio cuenta de ello —¡Tú sí que estás loca! ¡Ja, ja, ja! ¡Venga, muñeca! Mejor dejemos esto para después y salgamos a despejarnos un rato ¡La noche es joven y yo tengo todo el tiempo del mundo para ver qué es lo que pasa con nosotros.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD