Capítulo 4
No me dejaré pisotear
Eric
La dejé ir porque no me humillaré insistiendo para que se quedara, pero lo que hizo no lo dejaré pasar fácilmente. Llamé a mi asistente para que averiguara todo sobre esta señorita. Para el día siguiente, ya conseguí que la despidieran de su actual empleo. Ni siquiera me molesté en averiguar su nombre o dónde vivía; con la confirmación de su identidad fue suficiente.
—Señor, todo está listo.
—Te lo agradezco, Claire. Puedes marcharte —ahora esa insolente sabrá que con un hombre como yo, no se juega.
—También la cité para el empleo de mucama, aunque di el nombre de la cafetería. —Transcurrieron varios días, y como imaginé, esa mujer no encontró ningún empleo.
—Quiero que se encargue del aseo del edificio, desde muy temprano, antes de que todos lleguen a la oficina.
—De acuerdo —responde algo confundida, seguramente porque usualmente no me tomo la molestia de hacer este tipo de cosas. Al contrario, prefiero simplemente evitar los problemas sin sentido.
Sonreí para mí mismo al recibir el informe de Claire.
—Señor, Evelyn comenzará mañana temprano en el edificio, como mucama.
«Entonces se llama Evelyn,, leeré el informe en algún momento.»
—Perfecto, Claire. Quiero que la vigiles de cerca. Asegúrate de que sepa que tiene que rendir al máximo. No quiero errores —dije, con un tono frío y calculador.
—¿Desea algo más, señor? —preguntó Claire, sin dejar de notar la extraña satisfacción en mi mirada.
—No, eso será todo. Puedes irte.
Me recliné en mi silla, complacido. La idea de tener a Evelyn bajo mi control, aunque fuera solo como empleada, me proporcionaba un extraño placer. No era habitual para mí rebajarme a tales maniobras, pero había algo en esa mujer que me había enfurecido y fascinado a partes iguales.
«Esta señorita poco atractiva es divertida de una forma peculiar, al menos será entretenida, eso espero. Aunque no se atrevió a buscarme después de lo ocurrido, pensé que vendría llorando en busca de explicaciones.»
Evelyn
Cuando llegué a la entrevista de trabajo, el horario me pareció muy extendido, pero el p**o era bastante bueno, por lo que acepté, aunque eso implicara llegar más tarde a la universidad. Para mi sorpresa, el trabajo comenzaba de inmediato, y me correspondía el séptimo piso. A diferencia de lo que esperaba, el uniforme era bastante corporativo, el lugar se veía perfecto. Aunque Margareth mencionó que el propietario del hotel era nada más y nada menos que el tal Eric, este edificio se ve muy sofisticado, y creí ver a ese mismo hombre al subir hasta aquí.
«Cuando lo encuentre, me encargaré de darle una lección, lo avergonzaré frente a todos», me dije a mí misma para dejar de pensar en lo sucedido hace apenas unos días.
Me dirigí a la sala de reuniones a la que me habían citado, llegué muy temprano, cuando fui al baño, escuché una voz conocida. Sin duda alguna, se trataba de ese hombre, el causante de mi despido. La puerta del baño quedó entreabierta, pude ver su reflejo en el espejo.
Es el mismo, no olvidaré con facilidad esa tez trigueña, esa barba prolija y aquellos ojos verdosos casi hipnotizantes, aunque cuando escuché sus palabras, no pude evitar sentirme triste.
—Oye, Eric, no me has dicho cómo te fue aquella noche con Emma. Dijiste que contrataste a una mujer fea y para nada elegante. ¿Eso es verdad? No volviste a hablar del tema, y quiero saberlo.
«¿Se refiere a mí?», apreté mis puños con fuerza.
—Sí, claro. Fue una noche bastante extraña, para ser honesto. Pero no, no era simplemente fea, sino desaliñada y una insolente, muy diferente a lo que estoy acostumbrado en una mujer. Pensé que Emma se pondría más celosa, pero al final fue un desastre. —respondió Eric, riendo.
Sentí que la sangre me hervía. Estaba allí, hablando de mí como si no fuera nada. La indignación creció dentro de mí, pero sabía que debía mantener la calma si quería que este trabajo funcionara. Tenía que pensar en una manera de vengarme, pero de una forma que no me costara más de lo que ya había perdido.
—Si se trató de alguien completamente insignificante, es mejor haberse alejado. —Le respondió el otro joven, a quien no pude distinguir.
—Jamás estuve tan cerca de alguien de tan poca clase. Tenía pensado cogérmela un rato, le dije que se quedara, pero era mentira. Solo pretendía un final feliz para enseguida enviarla de vuelta. No perdería el tiempo con alguien así. —dijo Eric con total desdén.
Me mordí el labio inferior, intentando contener las ganas de salir y decirle muchas cosas que hirieran su ego, aunque la sola idea de encontrármelo en este nuevo empleo, me enfurecía.
—Vaya, no logro imaginar una situación similar. —respondió el otro hombre, casi divertido.
—En primer lugar, no la besaría ni le haría ningún oral, pero necesitaba que me hicieran uno urgentemente. Solo quería penetrarla hasta vaciarme, nada más que eso; algo simple, para alguien simple, sin embargo, me arrepentí —lo dijo sin pudor alguno, como si fuera la verdad absoluta, evidentemente miente, fui yo quien lo rechazó.
—De acuerdo, dejemos ese tema entonces. —Volvió a responder ese amigo suyo.
—Es lo mejor, ahora debo ocuparme de otros asuntos, vámonos.
La rabia y la humillación me recorrieron por completo. Respiré hondo, intentando calmarme, pero las lágrimas se agolpaban en mis ojos. No podía permitir que me viera así. Debía encontrar la forma de salir de esta situación con dignidad, lo pensaré con cautela hasta lograrlo.
Esperé a que se fueran y, cuando por fin el baño quedó en silencio, salí. Me miré en el espejo, tratando de recomponerme. La imagen que me devolvía el espejo era la de una mujer con ojos rojos y labios temblorosos, pero no podía permitirme caer, acomodé mi falda que sobrepasaba mis rodillas, e hice dobladillos en las mangas de mi camisa, debo seguir adelante, demostrar que no era alguien a quien pudieran pisotear...