−Con cada palabra que usted dice, señora, me siento más segura de que ésta va a ser una excitante aventura para las dos.
−Eso es, lo que presiento que será− manifestó Aldrina−. Ahora sugiero, Baronesa, que vaya usted a hacer su equipaje, pero no deje que nadie sepa o sospeche que va a salir de Palacio.
−Eso haré, señora, y gracias, gracias− dijo la Baronesa.
Se levantó de donde se hallaba sentada, hizo una reverencia a Aldrina y murmuró con voz quebrada:
−Es usted tan… bondadosa conmigo… que… siento ganas… de llorar.
Antes de que Aldrina pudiera decir nada al respecto, la Baronesa ya había salido de la estancia.
No tardaron mucho de aparecer, visiblemente agitadas, las dos ancianas damas de honor.
−Estoy segura de que ahora que ha terminado con la Baronesa, señora, nos necesitará a
