Dos años habían pasado, trabajaba con el abuelo en el taller y mis travesuras eran conocidas por algunos en los alrededores. No importaba, de todos modos ninguno de esos curiosos entrometidos me mantenía ni pagaba nuestras cuentas. El viejo no se detenía a escuchar rumores y no había nada más que me preocupara.
-Cumpleaños feliz, te deseamos a ti, cumpleaños, estrellita, cumpleaños feliz- blanqueé los ojos por el apodo antes de soplar la vela del pastel casero que había preparado para mi. De un lado más alto que del otro pero era chocolate puro y estaba ansiosa por comerlo- Estás vieja, cariño.
-Dios, sólo son dieciocho años abuelo- me reí mientras embarraba mi dedo en el chocolate y manchaba la punta de su nariz con la cobertura.
-Dos años y poco más desde que llegaste- hizo una mueca y comprendí de lo que hablaba. Dos años y medio desde que mis padres habían sido brutalmente asesinados.
-Gracias por cuidarme, abuelo- lo sorprendí con un abrazo- Haz sido muy bueno conmigo.
Me estrechó entre sus brazos y luego de ese lindo momento empezamos a comer pastel. Una moto pitó fuera y al ver a mi abuelo abrir con alegría comprendí de quien se trataba.
-¡Max!¡Hijo, pasa!¡Qué sorpresa!- tenía unos seis meses que no venía y la última vez que lo vi… pues…
FLASHBACK
Estábamos solos en el taller porque si bien el abuelo y yo éramos los únicos empleados, él tenía que ir por las piezas y los repuestos.
-¿Estás segura de que de esa manera quedará fijo?- preguntó burlándose de mí al verme tener dificultades con el asiento de una DT que estaba armando.
-Muerdeme, ¿Quieres?- murmuré frustrada dándole la espalda. Sudaba y llevaba unos quince minutos luchando con el maldito asiento.
-Te ayudaré- de repente sus manos aparecieron desde detrás de mí, sentí su pecho contra mi espalda y mi trasero enfundado en pantalones camuflajeados fue acariciado por sus muslos y su paquete a la vez- Así- hizo presión con sus manos sobre las mías y escuchamos el clic que hizo la pieza al caer en su sitio-¿Ves? No era tan difícil- habló sobre mi oreja y humedecí mis labios a propósito.
-Deja de jugar con fuego, Max- le advertí y se rió.
-¿Por qué?- se apartó de mí y me di la vuelta- ¿Podría quemarme contigo?- me encogí de hombros y su mano me sorprendió sosteniendo mi barbilla- No sabes lo llamativa que suena esa oferta
Miré sus labios y como la chica atrevida que era, lo besé. Claro que se sorprendió pero no dudó en corresponderme, sus manos se cerraron sobre mi trasero mientras clavaba mis uñas en sus hombros. El beso se volvió cada vez más y más candente y podía sentir que a su paquete le agradaba.
-¿Por qué me tientas?- murmuró contra mis labios- Si sólo fueras mayor de edad…- se quejó y me reí.
-Serás el primero en saber cuando eso pase- me sonrió malicioso.
-Sólo seis meses más, no lo olvido- me reí.
FIN DE FLASHBACK
-Feliz cumpleaños- besó mi mejilla y apretó mi cintura rápidamente mientras mi abuelo nos miraba.
-Gracias- murmuré divertida, ¿Realmente había venido para tener sexo conmigo? Debía sufrir un poco más al menos, me merecía eso- Espero que hayas traído un regalo para mi.
-¡Sahara!- el abuelo me reprendió mientras le servía un trozo de pastel y Max se rió.
-De hecho, sí traje un regalo- parpadeé sorprendida.
-Oh, vamos, sólo estaba jugando- sentí mis mejillas enrojecer y él sacó de su bolsillo una hermosa pulsera de plata con una S como colgante. Era preciosa- ¡Max, es muy lindo!- dije arrebatandosela y abrazándolo con fuerza- ¡Gracias!
-Imaginé que te gustaría- sonrió mientras la cerraba sobre mi muñeca- Te luce- me guiñó el ojo y se hundió en una larga conversación con mi abuelo luego de que este último sacara unas cervezas para ambos.
-Creo que voy a dormir un poco- dije luego de escuchar una hora entera de sus conversaciones aburridas.
-¿En serio?¿Dormirás el día de tu cumpleaños número dieciocho?- preguntó Max como si sonara imposible- ¿Qué pasa con esta generación?- le preguntó a mi abuelo y rodé los ojos mientras subía las escaleras en dirección a mi habitación.
Media hora adormitada cuando sentí algo golpear mi ventana, ¿Pero qué carajos? abrí y se trataba de Max.
-¿Este eran los métodos de tu generación o qué?- le pregunté arqueando la ceja.
-Bonito atuendo- recordé que usaba mis pantys y una franelilla ajustada rosa, me encogí de hombros y sonrió- ¿Podrías usar algo mejor? Saldremos a pasear- eso no me lo esperaba.
-Mmm, ¿Qué hay del abuelo?- él no dijo nada, era un hijo de puta y sabía que debía encargarme de eso yo misma. Resoplé- Dame cinco minutos.
-Que sean dos- entré y busqué de inmediato ropa interior limpia, no porque la mía estuviese sucia sino porque prefería un atuendo más sensual para modelarle a ese motero adorado por mi abuelo.
Bajé por la ventana escalando con cuidado la cerca de ciclón que protegía el muro junto a la casa. Él se rió y me miró.
-¿Experta en eso?- sonreí.
-Usualmente salgo y ya, pero hoy me provocó ser mala- bromeé y él barrió con los ojos mi atuendo: Había tomado un vestido oscuro con un cierre al frente que terminaba con una corta falda sobre la mitad de mis muslos. Unas medias de red negras y mis botas del mismo tono, él sonrió y sus blancos dientes brillaron.
-Ruar- me reí y tomó mi mano- Vamos, dejé la Baby por allá- señaló la otra calle. Chico listo.
Cuando subió y encendió yo también lo hice preguntándome por qué carajos no tenía mi propia moto aún. Me encargaría de armar una.
-¿Y a todas estas, a donde vamos?- pregunté abrazando su cintura. Él me miró sobre su hombro mientras arrancaba.
-Al cielo.
Un club en el que todos estaban locos, bailaban y reían fue nuestro cielo. Max me besaba mientras me mecía contra él, me gustaba encenderlo. Todos lo habían saludado al vernos llegar, parecía ser una especie de celebridad y me gustó la atención que eso causó en mí.
-Creo que quiero comerte- dijo contra mi cuello y me reí por sus vellos en mi piel. Sus manos se cerraban sobre mi trasero y besé sus labios con descaro mientras llevaba una mano a su entrepierna y la apretaba. Parecía prometedor el premio. Él tomó mis manos y se mordió los labios- Vamos- caminamos de vuelta, no llevábamos ni dos horas en aquel local cuando subimos de nuevo a su moto.
-¿Quieres secuestrarme?- pregunté sobre su oreja mientras íbamos por la solitaria carretera.
-¿Y qué si quiero hacerlo?¿Te negarías?- con malicia, metí la mano bajo su camiseta acariciando su trabajado abdomen.
-Tendría que hacerlo- contesté- Sino no sería un secuestro- abrí su pantalón y él se estremeció.
-Quieres matarme, Sahara.
Besé su hombro y el cierre bajó.
-No, quiero llevarte al cielo- recordé su respuesta mientras acariciaba su pene. Él conducía por la vía y poco importaba para mí si venían o no autos o motociclistas.
Lo masturbé y él hacía ruidos de disfrute mientras conducía, creo que incluso condujo más de lo necesario para terminar mi divertido trabajo. Se corrió empapando mi mano de semen debido al viento en dirección contraria y me reí sobre su oreja.
-Eres una maldita- dijo zigzagueando mientras cerraba su pantalón.
Condujo hacia un conjunto de apartamentos e invitándome a subir a uno de ellos me di cuenta de que me llevaba a su casa.
Compartía piso con tres hombres y una mujer, eso fue lo que me dijo. Su madre, quien fue prácticamente criada por mi abuelo y mi abuela, vivía en su casa heredada por su madre biológica.
Llegamos a su habitación y no dudé en lanzarme sobre su cama. Él se rió viendo desde arriba en mi dirección.
-¿Estás ebria?- estiré los pies y él me quitó las botas.
-No bebí ni un trago- mentí y él pareció creermelo- ¿En qué piensas?- me miraba con intensidad y no dijo nada mientras besaba mis pies y piernas enfundados por las medias de red- Mmmm, se siente tan bien- abrió mis piernas para besar mis muslos y la parte interior de ellos. Su cabeza estaba sobre mi falda y abrí el cierre de el vestido dejandole ver que, bajo él sólo usaba las medias y mi pequeña tanga de encaje del mismo color.
Me sonrió.
-Feliz cumpleaños, Sahara- sonreí y lo halé hacia abajo, él me besó sin cuidado alguno y yo estuve feliz de eso mientras quitaba bruscamente su camiseta y besaba sus hombros y cuello. Lo empujé sobre su peso y se dejó llevar de mí. Besé su pecho tatuado y su abdomen, vi una cicatriz alargada sobre su pulmón derecho y recordé que era un sujeto duro. Lo miré y sonreí viendo su gesto de excitación. Max llevó su pulgar a mi boca y lo succioné mirando sus ojos para terminar ansiosa abriendo de nuevo su pantalón, lista para la acción.
Mis senos rebotaban mientras lamía su gordo y largo pene. No era nada como el de Sebastian e incluso diría que era hermoso. Max se estremeció cuando metí la cabeza en mi boca y la acaricié con la lengua. Intenté meterlo todo en mi cabeza pero no pude. Ayudándome de las manos lo masturbé mientras le practicaba el oral escupiendo sobre su falo y metiéndolo a mi boca, mordisqueandolo con suavidad y chupandolo, sus sonidos me hacían saber que estaba disfrutando. Sus manos enredadas sobre mi cabello me daban permiso para continuar a mi forma.
Cuando metí sus pelotas en mi boca mientras mi mano se deslizaba con libertad en su longitud, su vena se tensó y supe que estaba listo para mi. Me aparté dándome la vuelta con las medias de red puestas aún.
Max rompió la tela aumentando el espacio del agujero en forma de rombo y poniendo mi tanga de lado se hundió dentro de mi.
-Ohh, mierda- su mano encontró al frente mi clítoris y yo me mecía sobre ella mientras lo tenía dentro de mi.
Rebotando constantemente él rasguñaba mi espalda y halaba mi cabello. Gemía con fuerza cuando me nalgueaba y aumentaba el ritmo mientras más cerca estaba de correrme, su mano había dejado mi punto para acariciar mis senos pero yo atendía mi clítoris con dos dedos mientras lo follaba a mi antojo.
-Más, más- pedía sobre mi oreja y apretó mi cuello con fuerza mientras pellizcaba mi pezón con la otra mano. Me corrí sobre él y mis desprolijos movimientos lo instaron a empujar mi rostro sobre el colchón y darme todo lo que tenía para mí.
No tuve uno, sino muchos orgasmos en un sólo round. Nunca había estado con un hombre como él y juré en ese instante que sería mi prototipo de perfección s****l.
Luego de una corta ducha salí encontrándolo desnudo sobre la cama, él me sonreía y podía ver un rastro blanco en su nariz. Saboreé mis manos al ver que estaba estimulandose y su pene semi erecto parecía volver a la vida.
-¿Seguimos con tu regalo o prefieres parar?- preguntó caballeroso y dejé caer la toalla a mis pies- Mmm, ya veo- me reí mientras subía a la cama y en lugar de sentarme sobre su pene me senté sobre su boca mientras él hundía su lengua en mí y cerraba los ojos disfrutando con plenitud las ventajas que parecía proporcionarme la mayoría de edad.
-Mmmm, no pares, maldición- miraba hacia abajo y veía sus ojos oscurecidos, mis manos se cerraban sobre mis senos y cuando sentí una vibración recorrerme puse una sonrisa en mi boca. Sí… Eso se sentía demasiado bien.
Bajé de él y en posición de misionero se clavó dentro de mí mientras sus dedos no dejaban de jugar con mi nudo de nervios y sus ojos no dejaban de ver a los míos. Max era un maldito dios s****l y lo recordaría por siempre.
Mientras el abuelo no se diera cuenta, planeaba que fuera mi regalo y no sólo de cumpleaños.