Relato No. 4 - RESPIRA PROFUNDO

1521 Words
El abuelo quería matarme al volver ese día empapada y tarde, la cena me la sirvió fría pero eso no apagó mi buen humor. Sebastian me caía bien aunque era un tanto teatral para mi gusto. Pasé tres días visitandolo cuando prometió enseñarme del yoga. Lo practicaba en casa desde niño y honestamente siempre había querido aprender. No era tan complicado pero, vamos, todos sabemos qué es lo que ambos queríamos.  Tomé mi píldora anticonceptiva junto con desayunar porque sí, desde los trece años al desarrollarme las habían recetado. Eso también fue de ayuda el último año cuando empecé a ser sexualmente activa. Mi madre lo sabía y le aterraba, me regañaba cada vez que lo recordaba, pero no había nada que pudieran hacer. Así soy yo. Suspiré. Cada vez que pensaba en ellos mi día se oscurecía. Abrí el armario y con una mueca en los labios decidí preocuparme por lo que usaría. Debía ser algo cómodo porque sino no podría estirarme. Llevaba mi tanga n***o ajustado y tomé sin dudar un conjunto deportivo de leggins y top n***o. Sin usar mis sostenes comunes me puse el deportivo y con el pantalón llegando a mi ombligo me veía realmente bien. El abuelo subió y tocó a mi puerta. -¡Pasa!- grité mientras peinaba mi oscuro cabello. Él me miró ante el espejo arqueando una ceja. -¿A donde vas? Te la has pasado saliendo los últimos días, no creas que no me he dado cuenta- avisó- Soy un zorro muy viejo para esos trucos, niñita. -Abuelo, mírame- dije con voz aburrida- Sólo estoy ejercitandome. Es necesario a mi edad, ¿Sabes? Tal vez lo olvidaste porque cuando tenías mi edad seguramente estaban en plena Guerra Mundial- me burlé- Y no la segunda, sino la primera. -Qué cómica que te haz vuelto- me miró irritado- Sólo espero que no te equivoques, Sahara. -¿De qué hablas?- mi risa se apagó. Podíamos jugarnos rudo pero el abuelo no se ponía serio tan rápido- Abuelo, todo está bien. -No, no lo está- afirmó- Acabas de perder a tus padres y ni siquiera haz guardado el luto de eso- mi respiración se paralizó- Si es que de verdad te estás ejercitando me alegro, porque te hace falta algún escape sano para que drenes todo lo que te estás tragando- se sentó junto a mí en la orilla de la cama de madera blanca que había construido antes de que llegara- Pero si no, cariño, quiero que sepas que hay gente mala que querrá fingir apoyarte y estar junto a ti cuando lo que realmente harán es utilizarte como un trapo y hacerte daño. No quiero que eso te pase, no quiero que busques amor y familia en la calle cuando yo estoy aquí para ti- Vi dolor en sus azules ojos, esos ojos que me acordaban a los de papá y sentí los míos picar- Cuando tu abuela murió yo… Me aislé- miró a un lado- Empecé a tomar de más, a meterme en problemas y a olvidarme de que era padre, de que era un hombre joven… Para mí, yo me morí ese día con mi Sara- miró a su puño y yo también, al nombre en ellos para ser específica- Pero no era así. Me equivoqué y me di cuenta tarde- se lamentó. -Abuelo, él te amaba- dije muy segura y me miró- Siempre lo dijo, siempre estuvo orgulloso de los recuerdos buenos de ambos. No te sientas mal, él sabía que no estabas bien y eso no le importó porque para sus ojos siempre fuiste lo mejor que podías ser- Su bigote se movió, él pestañeaba para no llorar y en serio me partía el corazón verlo así. Lo abracé y él me devolvió el gesto con fuerza. -Gracias, Sahara- murmuró sobre mi oreja, sonaba aliviado. -No te preocupes por mí, estoy bien- aseguré- Sólo no trates de frenarme porque te sentirás frustrado en algún momento. Soy un jodido desastre y simplemente debes aceptarlo- aseguré- Hasta el día que decida dejar de serlo.  Él me soltó y me miró con los ojos brillantes. -Eso es castigarte, cariño. No está bien. Me encogí de hombros. -Tú mismo lo dijiste, abuelo- le recordé- Necesito una manera de sacar todo el dolor que no me permito llorar. De alguna manera. Suspiró y me puse de pie. -Ahora vete de aquí y déjame terminar de arreglar- pedí y se levantó de inmediato. -Sí, tú, la Reina Isabel- se burló saliendo cerrando suavemente la puerta. En serio lo amaba, era lo único que me quedaba y deseaba cuidarlo todo el tiempo que pudiera. Pero ahora mismo… Deseaba ver a Sebastian y que me ayudara a relajar mi cuerpo y mente de alguna u otra manera. -Inhala....Y ahora Exhala. Muy bien, Sahara- para ser honesta, no sentía que iba muy bien. Hacíamos la posición del escorpión en un costado desocupado de su tienda con unas alfombras que él mismo dispuso.  Había cubierto las ventanas según él para nuestra privacidad y de hecho había cerrado antes de tiempo para que nadie nos interrumpiera. Claro que se veía tan ansioso como yo para relajarse. -No creo que sea cierto, para mí que sólo te burlas mío- caí sobre mi cuerpo como vaca muerta y lo oí reirse. Giré sobre mi hombro, su atención puesta entre mis ojos y mi gran trasero. Sí, desde su lugar se debía ver bien. -Nunca me burlaría de ti. Tienes un instinto natural para esto- me di la vuelta apoyandome sobre mis codos. -¿A cuántas le dices eso? Porque te diré algo, amigo: No funciona muy bien que digamos- volvió a reírse. ¿Podía un hombre heterosexual verse tan sexy? Tenía una seria duda entre si era o no gay, incluso me daba un poco de vergüenza preguntarle, ¡A mi que era una caja de bromas sin cerrar! Pero sí, era mi único amigo en la ciudad y no quería quedarme aburrida en casa escuchando al abuelo hablar de los buenos tiempos. Sus ojos viajaron a mi pata de camello. Se veía muy a gusto conmigo y las ganas de preguntarle en su cara volvieron a mi. -A ver, de nuevo- pidió y suspiré- Nueva posición. Quédate así. Llevó sus manos a mis pies y fruncí el ceño, pero no dije nada. Él era el experto. O al menos el que más sabía porque según él siempre lo había practicado. Separó mis piernas y un poco divertida lo dejé seguir. Estiró mis muslos hasta formar una casi línea recta conmigo -¿Así?- pregunté un poco incómoda. -Sí, no bajes de tus codos- ordenó y alternaba la vista entre sus manos sobre mis pantorrillas y mis ojos- Respira profundo y mantén el tiempo que puedas antes de inhalar poco a poco. Lo obedecí, hicimos eso por varios minutos y, al abrir los ojos, lo caché mirando mi pecho. Ahora sí no aguantaba más. -¿Sebastian?- dije luego de inhalar. Él me miró mientras mis piernas estaban totalmente abiertas y si se inclinaba un poco veía mi coño completo-¿Eres gay? Pestañeó un par de veces. Incluso creí que le había ocasionado un tic. -¿Me estás preguntando eso en serio? -Sí, es que me das muchas señales confusas y ya no aguanto- saboreó sus labios y para mí la sorpresa fue tal que quedé muda. -Sahara… No te mando señales confusas. Creo que tú te has confundido sola- se alejó de mí y cerré las piernas sin entender. ¿Quería o no conmigo?¿Alguien podría explicarme? -¿Cómo pude haberme confundido sola?- dije sin quejarme pero con el cuerpo adolorido mientras me ponía de pie. Mis piernas temblaban y sabía que la mañana siguiente sería un infierno. Él me daba la espalda -¿Te gusto o no? Eres más complicado que una mujer. Me miró arqueando una ceja, la coleta que usaba dejó escapar un cabello que caía sobre su frente con ternura. -¿Experta en el tema?- mordí mi labio inferior y lo vi reír- Apenas tienes quince, ¿Cuánto podrías haber hecho a tu edad? -Pruébalo- dije con atrevimiento y lo vi fruncir el ceño. Decidí avanzar ya que él parecía muy poco animado.  Llevé mis manos al top deportivo y sus ojos me siguieron el paso. Alzando las manos con la tela sobre mi cabeza, quedé en topless ante sus ojos y su boca se entreabrió por inercia. -Sahara, no deberíamos… - me acerqué a él y sus ojos se desviaron a mis pezones semi erectos. -¿Por qué no?¿Es que acaso no lo querías desde el principio, o me dirás que no me deseas?- su camiseta de algodón acarició mis senos. Su respiración chocaba contra mi rostro- ¿Sebastian, no te parezco atractiva? -Eres un demonio, eso me pareces, Sahara- sus manos fueron a ambos lados de mi rostro y me besó sin nada de delicadeza.  ¿A donde había quedado el chico sútil al que confundí con un homosexual? ¡Porque por mí que no volviera nunca jamás!
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