-Pásame la llave de tres cuartos.
Fruncí el ceño y se la alcancé. Mi abuelo sacó la vista del motor de la Harley que armaba y me miró con fastidio observando a la vez la herramienta en mi mano que parecía no querer tomar.
-¿Qué?- pregunté inocente.
-Esa no es la llave, Sahara- mordí mi lengua para no soltar una maldición en su cara- Mejor ve dentro un rato, haz algo… Qué sé yo- me puse de pie escondiendo una risa.
-¿Cosas de niña, tal vez?- sugerí y sacudió la mano.
-Sí, eso. Ocupate en algo mientras yo termino aquí y preparo la cena.
-Abuelo, estoy aburrida de ver la televisión- me quejé sacudiendo los brazos y chocandolos contra mis muslos desnudos. Llevaba shorts de jeans y una camiseta extralarga que era de mi padre. Me había traído casi todo su armario, de hecho.
-¿Qué quieres hacer, Sahara?- me miró con tranquilidad- Necesito entregar esto mañana a mediodía, linda- me recordó y suspiré. Era cierto y estaba siendo una idiota al interrumpirlo durante su trabajo.
-Tienes razón, disculpa. Yo… Saldré a dar una vuelta por el vecindario- frunció el ceño de inmediato.
-¿Estás segura? No conoces muy bien la ciudad aún.
-Oh, vamos- hice un gesto con las manos- Puedo cuidarme sola.
-Eres una niña- me recordó- Y tienes un muy mal genio, me da miedo que salgas sola.
-¿Por qué?¿Podría aterrar a la ciudad?- blanqueé los ojos y lo oí murmurar una maldición. Era un dólar para el tarro de groserías, se lo cobraría más tarde.
-Bien, ve, pero aquí cerca y sólo unas vueltas- ordenó y asentí con sabiduría- No hables con extraños ni ayudes a nadie en la calle.
-¿Qué no debes decirme que debo ser solidaria si alguien me necesita?
-No- su tono era firme y sus ojos azules estaban serios- No quiero salir a buscarte con la policía por todos lados y tropezar con tu cuerpo azul y frío porque se te ocurrió ayudar a alguien con su dirección o a encontrar a su perro.
-Abuelo…-exclamé y me miró sin pestañear- Bien, será así. No ayudaré a nadie ni responderé el saludo de nadie, ¿Feliz?
-Brillo de alegría- y su tono amargo, su vestimenta y su carácter jodido combinaban a la perfección con esa frase.
Entré a la casa y tomé mi abrigo, por suerte él lo había comprado para mi, sino ni tendría uno luego de vivir toda mi vida en un país tropical.
Me calcé las botas negras de suela gruesa y con un gorro de lana del mismo color además de un cambio de poco más de dos dólares que el abuelo había dejado junto a la entrada, tomé vuelo hacia la puerta lista para pasear por la ciudad que tan poco conocía.
Hacía una semana había llegado y el frío del clima me había chocado mucho las primeras horas. Luego de una especie de fiebre con temblores que duró más de dos días, las sopas de mi abuelo y los tés calientes me hicieron sentir mejor.
Caminé hacia la tienda que era literalmente el único lugar que conocía desde que llegué y era por acompañarlo a él.
-Hi- la dependiente me sonrió, tenía pecas y parecía que aún se desarrollaba, eso o no había sido muy bendecida con la pechonalidad.
-Hi, i need cigarrettes- me sonrió con tristeza.
-Sorry, you are not the 18 years- pestañeé.
-Yes, is true- admití avergonzada y acomodé un mechón de mi cabello tras la oreja- So i need candys- sonreí y ella se rió.
-Tu abuelo dijo que serías todo un caso- ella habló en un perfecto español y me sentí la idiota más grande. Claro que el abuelo la había advertido.
-¿Algo más que haya dicho ese señor demente?- pregunté sin mirar sus ojos mientras le tendía el cambio de los cincuenta centavos y me devolvía varios caramelos.
-Sólo que tuviera cuidado contigo- se rió- Soy Nicole, ¿Cómo te llamas?
-Me sorprende que no te haya dicho eso- me reí- Soy Sahara.
-Nice to meat you, Sahara- sus mejillas se colorearon y le sonreí de vuelta- Cuando quieras damos una vuelta, puedo presentarte a mis amigos y que te integres de a poco en la ciudad.
-Eso sería genial- admití-¿Vas a la secundaria local?
-Así es, estoy por graduarme- asentí- ¿Y tú?¿Ya te inscribiste?
Miré al suelo metiendo las manos en los bolsillos del abrigo.
-Estudiaré desde casa por ahora.
-Oh, ya veo. Bueno igual podemos salir cuando quieras- era una chica agradable y eso me gustaba. Aunque era extrovertida siempre me había costado un poco la primera fase de una amistad.
-Nos vemos, Nicole- me despedí con la mano y ella hizo lo mismo.
Caminé derecho en lugar de dar la vuelta mientras abría uno de mis caramelos y veía las vitrinas de las tiendas, gente caminaba relajada y ocupada en sus asuntos y yo los observaba, como intrusa, como lo harías desde un sueño: En un puesto omnipresente que parecía que nadie más que tú notabas.
Aún no asimilaba la muerte de mis padres. Las pesadillas eran rutinarias desde la primera noche y aunque me hiciera la fuerte los extrañaba como nunca antes. Mi corazón dolía y peleaba con Dios preguntandole por qué carajos no me llevó con ellos. Debíamos morir los tres y no dejarme a mí viva pero muerta por dentro.
-Oh, sorry- tropecé con el hombro de un chico que iba acompañado por otros dos.
-No worry- me sonrió y realmente era lindo. Sus amigos rieron y me di la vuelta, no estaba para esas niñerías en ese momento.
Me di cuenta, pasados quince minutos comiendo caramelos y caminando cabizbaja, que me había perdido.
-Maldita sea- murmuré mirando todo a mi alrededor, no había nadie. Una intensa brisa y de pronto se escuchó un trueno, las nubes grises sobre mi cabeza- ¿Es en serio?- dije con ironía y saqué mi teléfono sintiendo mucho frío.
-Deberías buscar cobijo antes que la lluvia caiga- miré a quien me hablaba, era un indigente que llevaba un carro de compras. Le sonreí aunque por dentro estaba pasmada, ¿Cómo carajos él se preocupaba por mí? Era algo que pensaría más tarde.
Decidí hacerle caso y entre a una tienda al azar justo mientras las primeras gotas de lluvia caían.
Una campana sonó avisando de mi llegada a quien sea que atendiera. Di un vistazo al lugar: Parecía una tienda de cuestiones astrales y cosas por el estilo. Me gustaba el incienso y olía a eso, por lo que caminé entre los pasillos.
-¿Can i help you?- un chico trigueño de cabello atado tras su cabeza con una camiseta blanca me miró-¿Hi?- Y ahí estaba yo, mirandolo como estúpida.
-Sorry- parpadeé- The rain is…
-Oh, i understeand- me sonrió y vaya sonrisa. Colgate buscaba su publicidad.
-¿Do you speak spanish?- pregunté de pronto y asintió- Qué bueno- suspiré y se rió.
-¿Eres nueva en la ciudad? No te he visto por aquí.
-De hecho, me perdí- rasqué mi cabeza y miré su cara de curiosidad- Pensarás que soy una tonta y… De hecho, lo soy- me reí nerviosa- Pero iba caminando muy metida en mis pensamientos y yo… Sólo me perdí- me encogí de hombros y un brillo cruzó por sus ojos.
-Pues puedo adivinar que no eran cosas buenas las que nublaron tu mente- no dije nada pero de hecho, tenía razón- Creo que no es casualidad que estés aquí- Ay no, era un fanático del universo, o eso me pareció- Creo que fue el destino el que te trajo- caminó hacia mi y yo quise golpear mi frente. De hecho, sí era un fanático del universo- ¿Cómo te llamas?
-Soy Sahara- vi a través de la ventana la lluvia ser cada vez más fuerte- ¿Y cual es tu nombre?
-Mi nombre es Sebastian- Un lindo nombre para un lindo chico- Sé que sonará a cliché, Sahara, pero tienes unos ojos muy lindos, aunque apagados y tristes.
Desvié la mirada.
-Quizás así me siento- me alejé de él y le di un vistazo más profundo al lugar deslizando mis manos por las vitrinas de madera-¿Es tu tienda?
-De mi padre- vi su mirada deslizarse por mi cuerpo, asentí con suavidad- ¿Con quién vives?
-Mi abuelo- no lo miré, en cambio giré de pasillo- Estamos sólo él y yo- En el mundo, quise añadir, pero para qué contarle mi vida a un desconocido. Quería divertirme a su costa, no llorar sobre su hombro.
-Ya veo- escuché su voz pero no lo veía, mis ojos estaban en los libros de sanación en distintas presentaciones-Mis padres viven cerca del bosque y yo me encargo del negocio mientras estoy libre de la universidad.
-¿Ah sí?¿Qué estudias?
-Bótanica- sonreí como tonta. Era obvio que estudiaría algo así.
-¿Qué edad tienes?¿Seiscientos?
Escuché su risa y vaya que era una linda risa, ¿Acaso algo en ese tipo era desagradable?¿Era el incienso o eran mis hormonas las que revolvían mi mente?
-De hecho, tengo dieciocho- giré de pasillo hacia el último y crucé junto a él. Sabía que me miraba aún estando de espaldas. En ese pasillo habían cremas y aceites relajantes, también jabones y otro tipo de lociones-¿Y tú?
-Cumpliré dieciséis en unos meses- hice una mueca recordando los planes que había tenido con mis padres para ese día.
-Es una linda edad- miré a sus ojos, eran de un marrón oscuro y sus cejas eran del mismo color, su boca era rosada y me provocó preguntarle si la pintaba. Seguramente sabría a cereza si la probaba.
-Si fuese una linda vida, seguro lo sería- hice una mueca y di la vuelta de medio lado pero sentí su mano tibia incluso sobre mi abrigo grueso.
-Sería una linda vida si tú te lo permitieras- me sonrió un poco y esa mueca removió las mariposas congeladas en mi estómago-¿Quieres tomar algo conmigo?