La carta.

1120 Words
Tessa se disponía a salir de la mansión de Jack, aún vestida con su traje de novia, cuando de repente fue interrumpida por su cuñada. —¿Por qué sigues con ese vestido de novia? —preguntó Lourdes, algo confundida. Tessa se detuvo en la puerta y, con una sonrisa forzada, se acercó a Lourdes, tratando de ocultar los nervios que sentía por lo sucedido. —Es que vine sin mis cosas, pero voy a la casa de mi padre a buscarlas —respondió con amabilidad. Lourdes no pudo ocultar su sorpresa; nada de lo que estaba sucediendo tenía sentido para ella. —Tu padre envió tu ropa anoche, muchísimas cosas. Pedí a una de las trabajadoras que las colocara junto a las de mi hermano —confesó. Tessa no podía creer lo que estaba escuchando. Parecía que su padre estaba decidido a mantenerla cerca del lobo. —Gracias, Lourdes, no me había dado cuenta. Eres muy amable. Tessa subió las escaleras casi corriendo, sin querer llamar más la atención de la que ya había atraído. Al entrar a la habitación, se dirigió al vestidor, y para su sorpresa, todo estaba perfectamente organizado: sus zapatillas, su ropa, sus joyas, todo en su lugar. Decidió tomar una ducha, y pocos minutos después, se vistió y salió de la mansión, tomando un taxi. Se encontró nuevamente frente al edificio de Jeison, como si la historia se repitiera una y otra vez. Al entrar, se dirigió hacia el ascensor, pero la voz de la recepcionista la detuvo justo a tiempo. —¡Señorita Morris! —exclamó. Tessa caminó hasta el escritorio, intrigada por la razón por la que la llamaban por su nombre. —¿Qué pasa? —preguntó con ansiedad. —El señor Jeison le dejó un sobre —dijo finalmente, entregándoselo. Mientras Tessa salía del edificio, el aire fresco de la mañana la envolvió, pero no logró disipar la sensación de vacío que llevaba en el pecho. Caminaba lentamente, como si el peso de sus pensamientos la arrastrara hacia el suelo. Entre sus manos temblorosas, sostenía la carta que Jeison le había dejado. Desdobló el papel con cuidado, temiendo lo que estaba a punto de leer. La carta comenzaba con una letra que ella conocía bien, una escritura que en otras circunstancias le habría traído consuelo. Pero hoy, esas palabras eran como puñaladas directas al corazón. "Querida Tessa” Perdóname por lo que sucedió anoche. Me duele el alma recordar el momento en que perdí el control y te lastimé. Te amo tanto que jamás querría herirte, pero el dolor de verte alejarte de mí me cegó, y cometí el peor error de mi vida. Si esta es la vida que has elegido, entonces te deseo toda la felicidad que puedas encontrar. Aunque mi corazón se rompa en mil pedazos, quiero que sepas que siempre querré lo mejor para ti. Forma: “Jeison" Las palabras de Jeison resonaron en su mente mientras avanzaba, cada frase era un eco que la desgarraba por dentro. Sus pasos se volvieron más pesados, y pronto las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas sin que pudiera detenerlas. Tessa se detuvo en medio de la acera, incapaz de seguir caminando. El dolor en su pecho era insoportable, una mezcla de culpa, tristeza y un amor que no podía corresponder. Apretó la carta contra su pecho y dejó que las lágrimas fluyeran libremente, sin preocuparse por los extraños que podrían estar observándola. —Tienes que adaptarte a esta nueva vida, ya debes dejar todo atrás, incluso a Jeison —se dijo a sí misma. Con el corazón aún destrozado, decidió ir a la empresa de telecomunicaciones de Jack. Mientras caminaba hacia el edificio, los recuerdos de Jeison volvían una y otra vez a su mente, pero no podía dejar que esos pensamientos la dominaran. Al llegar, la imponente estructura se erguía ante ella, y, a pesar de su angustia, Tessa decidió enfrentar lo que tenía que hacer. Entró al lobby sin detenerse. La recepcionista, al reconocerla, no hizo preguntas ni intentó guiarla, dejándola avanzar por su cuenta. Tessa caminó con determinación hacia el ascensor, subiendo al piso donde sabía que Jack estaría. Cuando llegó frente a la puerta de su oficina, respiró hondo, intentando calmar los nervios que la invadían. Alzó la mano y tocó la puerta con firmeza. Desde el otro lado, escuchó la voz profunda y autoritaria de Jack. —Adelante. Tessa empujó la puerta y entró. Jack estaba sentado detrás de su escritorio, rodeado de documentos y papeles, pero cuando levantó la vista y vio a Tessa, se detuvo en seco. Sus ojos hinchados y enrojecidos, aún brillantes por las lágrimas que había derramado, lo impactaron profundamente. Jack dejó lo que estaba haciendo y se levantó de la silla, preocupado. —¿Tessa? —dijo suavemente, acercándose a ella. Sus ojos recorrieron su rostro con detenimiento y, sin pensarlo dos veces, alzó una mano para acariciar suavemente sus ojos. Tessa, sin embargo, retrocedió y apartó su mano con suavidad, pero con firmeza. —No lo hagas —le dijo, su voz apenas un susurro, cargada de tristeza. Jack la miró con una mezcla de confusión y preocupación. —Tessa, ¿qué te sucede? ¿Por qué estás así? ¿Es por lo sucedido esta mañana? —preguntó, tratando de mantener la calma, aunque la preocupación era evidente en su voz. Tessa respiró hondo, intentando encontrar la fuerza para decir lo que había venido a decir. —Necesito un trabajo, Jack —dijo finalmente, mirándolo a los ojos, aunque su voz temblaba ligeramente—. Sé que nuestro acuerdo cubre la deuda de mi padre, pero… no cubre las deudas que yo misma he contraído. Jack la miró, sorprendido por sus palabras. No era lo que esperaba escuchar de ella, especialmente no después de verla en ese estado. —Tessa, no tienes que preocuparte por eso. Yo puedo… —No —lo interrumpió ella, con firmeza—. No quiero que me des nada que no haya ganado. Quiero un trabajo, Jack. Quiero pagar mis deudas con mi propio esfuerzo. Jack la observó en silencio, notando la seriedad en su rostro. Había rechazado cualquier ayuda que él quisiera ofrecerle. —Está bien —dijo finalmente, asintiendo—. Te daré un trabajo. Pero, Tessa… si alguna vez necesitas algo, cualquier cosa, quiero que sepas que puedes pedírmelo. —No necesitaré nada de ti, solo que cumplas con nuestro trato. Además, deja de fingir que no existieron las palabras entre nosotros esta mañana —le respondió, sin poder ocultar su amargura. La amabilidad de Jack cambió en segundos con aquellas palabras. Se volvió hacia su escritorio y tomó asiento, el silencio llenando el espacio entre ambos.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD