La botella de vino.

1271 Words
Jack sentía la ira hervir en su interior. Había esperado que Tessa cumpliera con su parte del trato, que asumiera su papel de esposa sumisa sin problemas, pero la realidad era muy diferente. Su comportamiento desafiante lo exasperaba más de lo que quería admitir. —Regresa mañana. Te buscaré un puesto —dijo Jack mientras continuaba firmando papeles, su tono seco y sin emoción. —Está bien. Supongo que debo darte las gracias —respondió Tessa antes de salir, sin molestarse en disimular el sarcasmo en su voz. Jack la observó mientras la puerta se cerraba tras ella, pero antes de que pudiera procesar sus propios sentimientos, la puerta se abrió nuevamente. —Acabo de ver a tu esposa, Jack. Se veía bastante seria —comentó Franko, su amigo, al entrar en la oficina. Jack se frotó la sien con un gesto cansado, tratando de aliviar la presión que sentía. —Aún no tengo 24 horas de casado y mi esposa ya me está dando problemas —confesó sin rodeos, dejando escapar un suspiro frustrado. —¿Qué está pasando? —preguntó Franko, intrigado. —Simplemente pasó la noche con su novio mientras yo la esperaba. La vi entrar al edificio, esperé un poco y nunca salió —dijo Jack con un tono sombrío, la pena reflejada en sus palabras. Franko dejó escapar una risa irónica antes de responder: —Nunca te enamores de una mujer que conoces en una reunión donde su padre se declara en bancarrota —dijo en un tono burlón. Jack lo miró seriamente, sabiendo en el fondo de su corazón que su amigo tenía razón. Nunca debió permitir que sus emociones se enredaran con una mujer que apenas conocía. La noche cayó sobre la mansión, llenándola con el suave resplandor de las luces encendidas. Tessa se encontraba en su habitación, sumida en sus pensamientos. Se repetía a sí misma que debía ser fuerte, mantener la compostura, pero su resolución se quebró cuando escuchó un leve golpe en la puerta. Era Lourdes, la hermana de Jack, quien venía a buscarla para la cena. —Tessa, ya es hora de cenar. Te esperamos en el comedor —dijo Lourdes con una sonrisa amable, que Tessa agradeció silenciosamente. Asintiendo, se levantó de la cama y siguió a Lourdes por los pasillos iluminados, sintiendo cómo los nervios comenzaban a apoderarse de ella. Cuando llegaron al comedor, Tessa encontró a Enriqueta, la madre de Jack, sentada en la cabecera de la mesa con una elegancia imponente. Jack, por su parte, estaba en su lugar habitual, revisando unos documentos. Sin embargo, al notar la presencia de Tessa, levantó la vista y la observó detenidamente. Tessa tomó asiento en la única silla vacía, justo al lado de Jack. El ambiente estaba cargado de una tensión sutil, con cada uno de ellos intentando no revelar lo que realmente sucedía en sus corazones. Fue Enriqueta quien rompió el silencio, su voz suave pero firme. —Tessa, querida, espero que te sientas cómoda en nuestra casa —dijo, con una sonrisa que parecía juzgarla. —Gracias, señora Clerk, es muy amable de su parte —respondió Tessa, esbozando una leve sonrisa. Jack la observó durante un largo momento, sus ojos fijos en los de ella. Luego, inclinándose ligeramente hacia adelante, habló con un tono que mezclaba tranquilidad con desafío. —Tessa, ¿no piensas darle un beso a tu esposo? —preguntó Jack, haciendo que todos los presentes levantaran la vista hacia ella. El calor subió al rostro de Tessa al escuchar la petición, claramente una provocación. No quería causar un espectáculo, especialmente frente a su suegra y su cuñada. Con una sonrisa que más parecía una máscara, se levantó de su silla, se inclinó hacia Jack y depositó un breve beso en sus labios. Fue un contacto fugaz, apenas un roce que terminó casi tan pronto como comenzó. Regresó a su asiento, su corazón latiendo con fuerza en su pecho mientras intentaba mantener la compostura. —¿Por qué no se fueron de luna de miel? —preguntó Lourdes, rompiendo el incómodo silencio. —Iremos más adelante, ahora tengo que atender el trabajo —respondió Jack rápidamente, sin darle espacio a la conversación para profundizar. Después de la cena, Tessa sintió una urgente necesidad de escapar, aunque solo fuera por un momento. Mientras todos se dirigían a sus respectivas habitaciones, ella se quedó un poco más en el comedor. Su mirada se dirigió al pequeño bar de la mansión, donde varias botellas de vino estaban alineadas de manera impecable. Con un gesto casi instintivo, se acercó al bar, tomó una botella y la escondió bajo su brazo, asegurándose de que nadie la viera. Luego, con pasos rápidos y ligeros, subió las escaleras hacia su habitación, cerrando la puerta tras de sí, y se dirigió al balcón. La noche estaba en calma, y una suave brisa acariciaba su rostro mientras descorchaba la botella. Sin pensarlo dos veces, llevó la botella a sus labios y comenzó a beber directamente de ella. El vino era dulce y cálido, y en pocos minutos, la botella empezó a vaciarse mientras Tessa bebía con desesperación, como si cada trago pudiera ahogar las penas que la consumían. A medida que el contenido de la botella disminuía, Tessa comenzó a sentir los efectos del alcohol. Su cabeza daba vueltas, y el mundo a su alrededor se volvía una mezcla borrosa de luces y sombras. Pero siguió bebiendo hasta que la botella quedó completamente vacía. Fue en ese momento cuando la puerta de su habitación se abrió suavemente, y Jack apareció en el umbral. Al verla con la botella vacía en la mano, su expresión cambió de inmediato a preocupación. Se acercó rápidamente y le quitó la botella. —¿Qué crees que estás haciendo, Tessa? —preguntó Jack, con el ceño fruncido mientras examinaba su rostro enrojecido y sus ojos vidriosos. Tessa lo miró con una sonrisa torpe, su visión estaba nublada, y sus pensamientos eran un torbellino de emociones confusas. —Solo estaba… tomando un poco de vino —respondió ella, arrastrando las palabras. Jack suspiró, sabiendo que ella no estaba en condiciones de entender lo que decía. Con cuidado, pasó un brazo alrededor de su cintura e intentó llevarla a la cama. —Vamos, necesitas descansar —dijo Jack con suavidad, guiándola hacia la cama. Pero cuando intentó dejarla, Tessa se aferró a su cuello con fuerza, sus manos temblorosas agarrándose a él como si fuera su única ancla en el mundo. —No te vayas… quédate conmigo —murmuró Tessa, su voz cargada de desesperación y deseo. Jack intentó liberarse suavemente, pero antes de que pudiera hacerlo, Tessa lo jaló hacia sí, haciendo que ambos cayeran sobre la cama. Jack quedó encima de ella, sus rostros a solo centímetros de distancia. —Tessa… —empezó a decir Jack, pero sus palabras fueron interrumpidas cuando ella lo besó de repente, sus labios encontrando los de él en un gesto impulsivo y lleno de confusión. Jack, sorprendido, no correspondió al beso. Se apartó ligeramente, sosteniéndola por los hombros mientras la miraba con seriedad. —Tessa, no sabes lo que estás haciendo —dijo con voz suave. Sin embargo, Tessa no lo escuchaba. Sus ojos, perdidos en una neblina de alcohol y emociones, lo miraban fijamente, pero no veían a Jack, sino a alguien más. —Jeison… no me dejes… —susurró, confundiéndolo con el hombre que había estado en sus pensamientos todo el día. El corazón de Jack se tensó al escucharla pronunciar el nombre de otro. Con un suspiro, la abrazó brevemente antes de levantarse con cuidado y comenzó a desnudarla.
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