Tras él.

1257 Words
Mientras Tessa corría para alcanzar a Jeison, los brazos firmes de Jack la detuvieron con fuerza, impidiéndole avanzar. —¿A dónde crees que vas? —le preguntó Jack con severidad. —Debo ir con Jeison. Tiene que saber que hago esto por dinero, no por amor —respondió Tessa con lágrimas en los ojos y una firmeza que intentaba ocultar su desesperación. Jack sintió un punzante remordimiento en su corazón, una sensación abrasadora que le recorrió el cuerpo y nubló sus pensamientos. —Ahora eres mi esposa, y tienes que quedarte conmigo —le exigió, su voz cargada de autoridad. Tessa, con un esfuerzo desesperado, logró zafarse de su agarre. Jack había sujetado su brazo con tal fuerza que sus dedos dejaron marcas en la piel de ella. —Eres mi esposo, pero no mi dueño. Iré tras Jeison, te guste o no —dijo en un tono desafiante. Tessa se dirigía a la puerta cuando la voz de Jack la detuvo una vez más. —Más te vale que estés en mi mansión en una hora. Sabes muy bien dónde vivo —advirtió Jack, su enojo evidente en cada palabra. Jack salió primero, pasando por su lado. Su presencia se sentía densa, casi sofocante, y el aroma de su fragancia dejó un rastro pesado en el aire. Tessa corrió hasta su coche, lo encendió y lo puso en marcha con prisa, su corazón palpitando con desesperación. El camino parecía interminable, y cada segundo que pasaba intensificaba su ansiedad. Finalmente, después de lo que parecieron horas, Tessa estacionó su auto frente a un edificio y corrió hacia la entrada. Sin que ella lo supiera, Jack la había seguido, observando en la oscuridad cómo su esposa corría desesperada tras otro hombre. Tessa subió al ascensor, y esos pocos segundos se hicieron eternos hasta que, al fin, llegó al piso de Jeison. Golpeó la puerta con insistencia hasta que él la abrió. —¿Qué haces aquí, Tessa? —preguntó Jeison, su voz llena de enojo y dolor. Tessa entró al departamento casi abalanzándose sobre él, desesperada por ser escuchada, sin pensar en las consecuencias. Jeison, con el rostro endurecido por la traición que sentía, caminó hasta su habitación. Sobre la cama, una maleta abierta revelaba que estaba empacando algunas de sus pertenencias. —Jeison, tienes que saber que no me casé por amor —le dijo Tessa, su voz temblando mientras intentaba explicarse. —¿Ah, no? Entonces, ¿cuál es la razón? —preguntó Jeison, deteniéndose un momento, su estabamirada cargada de incredulidad. Tessa respiró hondo, el miedo la invadía al tener que confesar la verdad. —Mi padre contrajo una deuda enorme, millones de dólares… —se detuvo un momento, sintiendo que no soportaría la presión—. Mi padre y él hicieron un trato —confesó finalmente, su voz quebrándose al decirlo. Jeison la miró, confuso. En su mente se agolpaban tantos pensamientos que no sabía cuál expresar primero. —Entonces te vendiste al mejor postor. Te casaste por dinero, ¿verdad? Así que, la deuda de tu padre queda saldada, y tú, por esa razón, eres ahora la esposa de ese hombre —dijo, su tono lleno de asombro y desprecio. Tessa no supo cómo responderle. Sabía que Jeison tenía razón, y admitirlo la destrozaba por dentro. —Yo… tenía que ayudar a mi padre, no podía dejarlo solo con tantos problemas —dijo entre lágrimas, intentando justificar lo que había hecho. Jeison se llevó la mano a la cabeza, tratando de procesar lo que acababa de escuchar, su incredulidad era palpable. —No lo puedo creer, Tessa… Te vendiste, te cambiaste por dinero. Eres una esposa por intercambio, eso es lo que eres. —Jeison, solo quería salvar a mi padre. No podía abandonarlo en esta situación. Tessa dio un paso hacia adelante, intentando acercarse a él. Quería explicarse, suplicar, pero sus palabras se ahogaban en su garganta. —Jeison, por favor, entiéndeme —dijo con la voz quebrada, desesperada por hacerle comprender. Pero Jeison estaba fuera de sí, herido y enfurecido por la traición que sentía en lo más profundo de su ser. No podía soportar verla frente a él, vestida de novia, marcando el final de todo lo que alguna vez había imaginado para ellos. —¡No quiero escucharte más! —gritó, empujándola con fuerza. El empujón la tomó por sorpresa. Tessa perdió el equilibrio y cayó hacia atrás, chocando con una pequeña mesa de madera en la habitación. El golpe seco resonó en la noche, y su cabeza impactó contra el borde de la mesa antes de que su cuerpo se desplomara en el suelo. Jeison quedó petrificado, su respiración se detuvo al ver a Tessa inmóvil en el suelo. Todo su enojo se desvaneció en un instante, reemplazado por un terror que lo paralizaba. —¡Tessa! ¡Tessa! —gritó, corriendo hacia ella. Se arrodilló junto a su cuerpo inerte, sus manos temblorosas acariciaron el rostro de Tessa, buscando algún signo de vida. Pero ella no respondió. Un hilo de sangre corría por su frente, y sus ojos estaban cerrados, sin dar señal de consciencia. —¡No, no, no! ¡Tessa, despierta! —suplicó, sacudiéndola suavemente. El pánico lo invadió por completo. No podía dejarla así, no podía permitir que algo le pasara. Sin perder más tiempo, la levantó en brazos, con cuidado de no mover demasiado su cabeza. Corrió hacia su coche, el corazón latiendo con fuerza en sus oídos, mientras repetía su nombre una y otra vez, como si eso pudiera mantenerla con él. El hospital estaba casi vacío cuando Jeison llegó, su corazón todavía martilleando en su pecho. Entró corriendo a la sala de urgencias, gritando por ayuda. —¡Necesito ayuda! ¡Por favor, alguien que la ayude! Las enfermeras corrieron hacia él, tomando a Tessa de sus brazos y llevándola rápidamente a una camilla. Jeison intentó seguirlas, pero una de las enfermeras lo detuvo. —Señor, por favor, déjela en nuestras manos. Haremos todo lo posible. —¡No, necesito estar con ella! —exclamó, desesperado. —Entiendo, pero ahora necesita espacio para recibir atención —dijo la enfermera con firmeza, aunque con un tono comprensivo. Jeison se quedó en la sala de espera, con las manos temblorosas y el corazón apretado en un puño. Minutos que parecían horas pasaron antes de que un médico se acercara a él. —Señor, su esposa ha sufrido un golpe en la cabeza, pero parece que estará bien. La mantendremos en observación durante la noche para asegurarnos de que no haya complicaciones. Jeison asintió, incapaz de hablar, mientras el alivio inundaba su pecho como un torrente de emociones encontradas. El médico le ofreció una sonrisa tranquilizadora antes de marcharse. Jeison se acercó a la puerta de la habitación donde Tessa estaba, observándola a través del cristal. Parecía tan frágil, tan vulnerable, y su corazón se rompió al darse cuenta de que él era la razón por la que estaba allí. Culpándose a sí mismo, se apoyó contra la pared, permitiendo que las lágrimas que había estado conteniendo finalmente rodaran por su rostro. —Perdóname, Tessa… —murmuró, la voz quebrándose en un susurro. Se quedó allí, observándola en silencio, recordando cómo la enfermera se había referido a Tessa: "su esposa". Todavía llevaba el vestido de novia que había sido reemplazado por una bata de hospital. Jeison limpió sus lágrimas, y se alejó de la ventanilla de cristal, sumido en un dolor.. Jeison levantó la mano y hizo un gesto que mostraba una despedida.
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