La boda.

1071 Words
Finalmente había llegado el sábado. Tessa se miraba en el espejo, sintiendo cómo el frío de la realidad la envolvía. No era la boda que había soñado. Su leve maquillaje no lograba disimular la tristeza que se reflejaba en su rostro. —Aún estás a tiempo de huir de esta boda, Tessa —dijo Maura mientras le entregaba un pequeño ramo de flores blancas. —Lo sé —respondió Tessa con un suspiro—, pero ya está decidido, no hay vuelta atrás. Sin decir más, Tessa bajó directamente al jardín de su casa, donde se llevaría a cabo la pequeña ceremonia. Se detuvo detrás de una columna, observando a algunos amigos de su padre y a otros desconocidos. Jack esperaba frente al juez civil, mirando el reloj una y otra vez, hasta que finalmente la vio. Tessa entró, radiante, con un ramo de flores en la mano. Su vestido blanco y largo, sin cola, se ceñía a su delicada figura, y Jack no pudo evitar recordar cada curva de su silueta. Los aplausos no se hicieron esperar, y solo cesaron cuando ella estuvo a su lado. —Empecemos con la ceremonia —anunció el juez civil. Con palabras de amor y aliento, el juez inició la ceremonia. Tessa sentía que era absurdo hablar de amor en ese contexto, pero respetaba el momento. —Señor Jack Clerk, ¿acepta por esposa a la señorita Tessa Morris? —preguntó el juez. Jack la miró antes de responder. Sabía que el corazón de Tessa estaba a punto de salirse de su pecho. —¡Acepto! —dijo con una leve sonrisa. —Señorita Tessa Morris, ¿acepta como esposo al señor Jack Clerk? —preguntó nuevamente el juez. Tessa echó una mirada a su padre, que estaba casi a su lado. Deseaba encontrar una forma de escapar de ese matrimonio, pero su padre se veía tan feliz que no pudo negarse. —¡Acepto! —dijo finalmente. —Los declaro marido y mujer. Señor Clerk, puede besar a la novia. Ante todos los presentes, no había lugar para la duda o la vacilación. Jack se acercó, puso su mano suavemente sobre la mejilla de su ahora esposa, y le dio un cálido beso. El sonido del corazón de Tessa resonaba con fuerza en sus oídos. Había besado al hombre que ahora era su esposo. Los aplausos estallaron de nuevo, y los invitados comenzaron a acercarse para felicitar a los recién casados. —Tessa, querida hija, por favor, sonríe. Hoy es un día importante para ambos —dijo su padre, Antoni, acercándose a ella. Tessa se sintió casi obligada a sonreír. A veces, su padre parecía un ser egoísta, pero había momentos en los que no lo era. Todos pasaron a una pequeña recepción en otra parte del jardín, donde unas pocas mesas adornadas con una hermosa decoración los esperaban. —Tessa, quiero presentarte a mi madre, Enriqueta, y a mi hermana, Lourdes —dijo Jack al llegar a la mesa. Enriqueta, sin decir una palabra, se levantó de la silla y abrazó a Tessa. —Por favor, ámalo y cuídalo —le susurró Enriqueta al oído. —Es un gusto conocerlas a ambas —se limitó a decir Tessa con una leve sonrisa. —El gusto es mío. Me alegra que por fin mi hermano esté rehaciendo su vida —dijo Lourdes, con evidente emoción. Inesperadamente, la voz del padre de Tessa se escuchó sobre la multitud. Tenía una copa de vino en la mano y estaba frente a todos los invitados. —Por favor, brindemos por los esposos, para que tengan una larga vida juntos. ¡Brindemos por ellos! —exclamó Antoni. Tessa no podía dejar de mirar a su padre. Hacía mucho tiempo que no lo veía tan feliz como en ese momento. —Por favor, los esposos deben regalarnos un baile —dijo Antoni, invitándolos a pasar al frente. Todos los presentes se pusieron de pie para presenciar el baile. Jack tomó la mano de Tessa y la guió al centro para su primer baile como esposos. Una suave música comenzó a resonar en el ambiente. Tessa y Jack bailaban con elegancia, ocultando sus verdaderos sentimientos. —Esto es un desastre. Es una boda por intercambio, no deberíamos estar en esta ridiculez —expresó Tessa con una sonrisa falsa. —Lo sé... pero quien está detrás de todo esto es tu padre —le respondió Jack con sinceridad. Jack sonrió, aunque sintió un nudo en la garganta. La mujer que tenía frente a él dejaba más que claro que lo despreciaba como hombre. Finalmente, después de algunas horas, los invitados empezaron a retirarse. La madre y la hermana de Jack se despidieron con amabilidad y luego se marcharon. El padre de Tessa había bebido demasiado, por lo que, con la ayuda de Jack, lo llevaron a su habitación. Mientras tanto, Tessa se encontraba sola bajo la luz de la luna, observando a su alrededor. No podía concebir la idea de estar casada con alguien que no fuera Jeison. Inesperadamente, una voz la sacó de sus pensamientos. —¡Tessa! —exclamó. Tessa se giró lentamente. No hubo mucho espacio entre ellos cuando, sin decir nada, sus mejillas se humedecieron con lágrimas. Jeison la miraba con asombro. Su silencio decía más que mil palabras. Sus miradas se encontraron, y ambos sintieron que estaban en el lugar equivocado. —¿Qué haces aquí? —le preguntó Tessa, con un nudo en la garganta. Jeison se acercó, incrédulo. No podía creerlo. Le resultaba casi imposible entender lo que veía. —¿Te casaste? ¿Por eso me dejaste, porque te casarías con otro hombre? —dijo lleno de asombro. Tessa no sabía qué decir. Intentaba hablar, pero su garganta se había cerrado. No tenía palabras para él. —No lo puedo creer. No eres la mujer que pensé. Siempre me engañaste. Jamás me amaste como decías. Eres lo peor, Tessa —dijo, desde lo más profundo de su herido corazón. Tessa intentó abrazarlo, queriendo decirle que lo amaba, pero que tuvo que hacerlo por amor a su padre. —No me toques, Tessa. Eres una maldita mujer que siempre pensó en sí misma. Nunca quisiste irte a vivir conmigo, y ahora entiendo que era porque estabas jugando un doble juego —dijo, sintiéndose traicionado. Jeison se giró apresuradamente para marcharse. Tessa se quedó estática por un momento, pero luego decidió ir tras él.
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