Tessa se sentía frágil, devastada por la decisión que había tomado. Por culpa de su padre, ahora se convertiría en una esposa por intercambio.
Era un simple trueque: dinero por una esposa. Y Tessa, desafortunadamente, había sido la moneda de cambio.
Cuando salió de la oficina, sus pasos la llevaron hacia un taxi que la transportó hasta una cafetería en el centro de la ciudad.
Al bajar, se dirigió a una mesa en el rincón más apartado. Se sentó, abatida, mientras los pensamientos negativos la consumían.
—Me casaré en un mes, no puedo creer que mi vida cambie tan drásticamente—murmuró con evidente frustración.
Maura, su mejor amiga y confidente, no tardó en responder:
—Tessa, tu padre debe asumir la responsabilidad de sus errores, no tú. No estás obligada a hacerlo.
Tessa respiró hondo, luchando por contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse.
—No puedo ver a mi padre sufrir, no puedo simplemente dejarlo solo —dijo, sintiéndose atrapada por la responsabilidad—. Es mi padre, y quiero lo mejor para él.
Maura negó con la cabeza, rechazando la lógica de su amiga.
—Esto no está bien, Tessa. Tu padre es culpable de que ahora no puedas vivir tu vida libremente.
Antes de que Tessa pudiera replicar, su móvil emitió un sonido. Al mirar la pantalla, el nombre de Jack Clerk apareció.
"El contrato estará listo mañana. Un abogado lo revisará contigo. Espero que no haya problemas", decía el mensaje, tan frío como el hielo.
Tessa leyó y releyó esas palabras, sintiendo que cada una la hundía más en la cruda realidad que enfrentaba.
Ya no había vuelta atrás. El acuerdo estaba sellado, y su vida ahora pertenecería a Jack Clerk.
Tras recibir el mensaje, la presión se volvió insoportable. Se dirigió a la casa que compartía con su padre.
Al llegar, encontró la puerta del despacho entreabierta. Empujó suavemente y entró, encontrando a su padre sentado detrás de su pequeño escritorio, con la mirada perdida en un punto distante.
—Papá —llamó, acercándose a él.
Su padre levantó la cabeza y al ver a Tessa, sus ojos se iluminaron ligeramente, aunque el cansancio y la culpa estaban grabados en su rostro.
—Tessa, hija… ¿cómo te fue?
Tessa sintió un nudo en la garganta al ver la expresión preocupada de su padre. Sabía que él no había querido que las cosas llegaran a este punto, pero la realidad era ineludible.
—Voy a casarme con Jack Clerk —dijo, sintiendo que cada palabra la desgarraba por dentro.
Su padre permaneció en silencio, asimilando lo que acababa de escuchar.
Después de unos segundos, soltó un pesado suspiro.
—Tessa… no sé cómo agradecerte lo que estás haciendo. Sé que esto no es lo que querías para ti, y lo siento tanto, hija. Si hubiera otra manera…
—Papá —lo interrumpió Tessa, sus ojos llenándose de lágrimas—, he renunciado a mis sueños, a mis ilusiones de encontrar el amor, de ser feliz… Todo por salvarte. No sé si podré perdonarte algún día por esto, pero tampoco puedo permitir que te hundas más en las deudas.
Sin esperar respuesta, Tessa se retiró. El dolor en su corazón era tan profundo que sintió que lo mejor era no continuar la conversación.
A la mañana siguiente, después de una ducha reparadora, Tessa bajó a la cocina en busca de café.
Sin embargo, unas voces provenientes del despacho la detuvieron.
Abrió la puerta con nerviosismo, deseando saber qué ocurría.
—Tessa, querida. Este es el abogado que envió Jack Clerk —anunció su padre, Antoni.
Tessa entró al despacho, su corazón latía con tal fuerza que parecía a punto de explotar.
—Srta. Morris, tengo el contrato listo. Tome asiento para discutirlo, el contrato está listo—dijo el abogado con profesionalismo.
Tessa sentía que su vida había terminado, como si comenzara a morir estando aún viva.
—Estos son los puntos más importantes —prosiguió el abogado mientras le entregaba una copia—. Estarán casados por un año y medio, debe comportarse como una esposa ejemplar ante los demás, y además, deberá darle un hijo. Si cumple con estas reglas, las deudas de su padre quedarán saldadas.
Tessa se quedó helada. ¿Un hijo? Jack Clerk nunca había mencionado un hijo.
Se levantó bruscamente, tomó el auto de su padre y se dirigió a la empresa de Jack. Mientras manejaba, el pensamiento de "un hijo" la atormentaba. Jamás podría tener un hijo con alguien a quien no amaba.
Al llegar a la oficina, Tessa tomó el ascensor hasta la recepción. Intentó seguir adelante, pero la secretaria de Jack la detuvo.
—No puede entrar sin una cita previa. Por favor, dígame su nombre —dijo la recepcionista.
—Lo siento mucho, pero yo entraré— Dijo con furor.
Enfurecida, Tessa ignoró la advertencia y abrió la puerta bruscamente, sin pensar en las consecuencias.
—¿Cómo te atreves a pedirme un hijo? —exclamó, su voz cargada de descontento.
El silencio en la oficina fue abrumador. Jack estaba en plena reunión con inversionistas potenciales.
Su empresa, la más importante en telecomunicaciones del país, controlaba todas las redes. Era lo mejor que había.
Tessa sintió cómo la vergüenza la invadía. Un nudo en la garganta le impidió decir algo más.
—Distinguidos caballeros, nuestra reunión finaliza aquí. Debo atender a mi futura esposa —dijo Jack, dejándola aún más sorprendida.
Los inversionistas se levantaron de sus asientos y salieron, dejando escapar risas que solo añadieron más incomodidad.
Una vez que la puerta se cerró, Jack caminó hasta quedar frente a Tessa.
—¿Puedes explicarme este escándalo? —preguntó con una calma que generaba temor—. No puedes entrar a mi oficina gritando.
—Lamento mucho haber entrado así, pero estoy en shock. En este contrato pides un hijo, y solo habíamos acordado que sería una buena esposa ante los demás —respondió ella con desesperación.
Jack se rió, caminó hasta su escritorio y se sentó antes de responder.