El eco de los pasos de Tessa resonaba en el mármol frío del edificio, un contraste abrumador con la calidez que intentaba mantener en su interior.
Cada paso la acercaba más a lo inevitable, y el nudo en su estómago se hacía más fuerte.
El hombre que estaba a punto de enfrentar no solo era el multimillonario más temido y respetado de la ciudad, sino también la persona que, en un solo día, había tomado el control de su vida.
El ascensor la llevó hasta el último piso, donde se encontraban las oficinas privadas de Jack Clerk .
Tessa apenas podía respirar al recordar las palabras de su padre, que habían sellado su destino con la desesperación de un hombre acorralado: "Es la única manera de salvarnos".
Las puertas del ascensor se abrieron y, al salir, fue recibida por una recepcionista que la miró con la impasibilidad de quien está acostumbrada a ver desfilar mujeres jóvenes y hermosas por aquel lugar.
Tessa sintió que su vestido sencillo la hacía parecer fuera de lugar, una extranjera en un mundo de lujo y poder que no le pertenecía.
—El señor Clerk la está esperando —dijo la recepcionista, señalando la puerta doble de roble oscuro al final del pasillo.
Tessa tragó saliva y avanzó, sintiendo que su respiración se disminuía. Al llegar, tocó suavemente y, antes de que pudiera arrepentirse, una voz profunda y autoritaria la invitó a pasar.
La oficina de Jack Clerk era un reflejo de su dueño: elegante, imponente y fría. El ventanal que ocupaba toda una pared ofrecía una vista panorámica de la ciudad, pero Tessa apenas notó el paisaje.
Su atención estaba centrada en el hombre que estaba sentado detrás del escritorio de caoba, con la mirada fija en ella.
Jack se levantó al verla entrar. Era incluso más intimidante en persona, con su porte alto y musculoso, su cabello oscuro perfectamente peinado hacia atrás, y esos ojos grises que parecían atravesarla.
Tessa sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—Señorita Morris —dijo él, en tono suave pero firme—. Tome asiento.
Tessa obedeció, sintiéndose como una niña regañada en la oficina del director. Sabía que, en ese momento, cualquier palabra o gesto podría sellar su destino de manera irrevocable.
—Estoy aquí porque… —comenzó a decir, pero la voz se le quebró.
—Lo sé —la interrumpió Jack con una voz que no admitía réplica—. Su padre y su familia están en una situación desesperada. Y usted, señorita Morris, es la única persona que puede salvarlos.
Tessa sintió una punzada de resentimiento al escuchar la verdad cruda y directa.
Sin embargo, no tenía tiempo ni espacio para el orgullo. Su familia estaba al borde de la ruina, y ella era su última esperanza.
—¿Qué es exactamente lo que quiere de mí, señor Clerk? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta.
Jack se recostó en su silla, cruzando los brazos con una calma casi cruel. Observó a Tessa durante unos segundos, como si estuviera sopesando su valor, antes de hablar.
—Quiero que se case conmigo.
Las palabras, aunque esperadas, cayeron como una sentencia. Tessa sintió que el aire se le escapaba y se aferró al borde de la silla, buscando algo de estabilidad.
—¿Por qué yo? —preguntó en un susurro.
—Porque necesito una esposa, y usted necesita salvar a su familia. Es un acuerdo que beneficiará a ambos —explicó Jack, como si fuera lo más lógico del mundo—. Además, su reputación es impecable. Necesito a alguien que no sea un escándalo en la sociedad, alguien que pueda cumplir con el papel de esposa sin complicaciones.
Tessa sintió que el nudo en su estómago se tensaba aún más. Aquello no era más que un negocio para él, una transacción fría y calculada. Pero para ella, significaba renunciar a todo lo que había soñado, a su libertad, a su dignidad.
—¿Y si me niego? —se atrevió a preguntar, a pesar de que ya conocía la respuesta.
Jack la miró con una intensidad que la hizo estremecerse.
—No lo hará —dijo con total seguridad—. Si lo hace, su familia perderá todo, y usted sabe que no pueden permitírselo. Pero si acepta, me aseguraré de que su padre salga de las deudas y de que su familia recupere la estabilidad.
El silencio que siguió fue abrumador. Tessa no tenía opciones.
No había una salida fácil. Si aceptaba, se convertiría en la esposa de un hombre que no la amaba, que solo la veía como un peón en su juego. Pero si se negaba, su familia lo perdería todo.
Tessa bajó la mirada, tratando de procesar la enormidad de lo que se le estaba pidiendo.
Sentía que una parte de ella moría al tomar la decisión, pero no tenía elección.
—¿Por cuánto tiempo? —preguntó, sabiendo que cualquier esperanza de revertir la situación era inútil.
—Un año y medio —respondió Jack, sin titubear—. Después de eso, usted será libre de irse y vivirá una vida cómoda, con una generosa compensación económica. Pero durante ese año y medio, actuaremos como cualquier pareja casada a los ojos del mundo.
Tessa asintió lentamente. No había vuelta atrás.
—De acuerdo —dijo finalmente, con una voz apenas audible—. Me casaré con usted.
Jack no mostró ninguna emoción ante su aceptación, como si todo hubiera salido según lo planeado.
Se levantó de su silla y rodeó el escritorio, acercándose a ella. Tessa se puso de pie automáticamente, sintiendo que sus piernas apenas podían sostenerla.
—Buena elección, señorita Morris —dijo Jack, extendiendo su mano.
Tessa dudó por un instante, pero finalmente le estrechó la mano.
Su piel estaba fría al contacto, y aunque el apretón fue firme, no sintió ninguna calidez en él.
—Le enviaré los detalles del acuerdo esta tarde. Nos casaremos en un mes —dijo Jack, soltando su mano—. Puede irse ahora.
Tessa asintió en silencio y se dirigió hacia la puerta. Al salir de la oficina, supo que acababa de vender su libertad por un contrato matrimonial, y que su vida nunca volvería a ser la misma.