¿Embarazada?.

1034 Words
Tessa conducía sumida en un mar de lágrimas cuando la lluvia comenzó a caer. El cielo, ya oscuro, se ensombreció aún más, y la luna, oculta tras las nubes, parecía haberse desvanecido. Sintiéndose asfixiada, Tessa detuvo el coche y salió sin preocuparse por mojarse. Con un grito desgarrador, liberó el dolor y la desesperación que le carcomían el alma. El amor dolía intensamente esa noche; había destrozado no solo su propio corazón, sino también el de la persona que amaba. —¡Ahhh! —exclamó con un dolor profundo. Se sentó en un banco en la acera, con el rostro cubierto de lágrimas invisibles, camufladas por la lluvia. De repente, sin previo aviso, un paraguas detuvo el agua que caía sobre ella. Al levantar la mirada lentamente, sus ojos se encontraron primero con unos zapatos negros, luego con un pantalón de diseño, un reloj en una muñeca fuerte, y finalmente, con un rostro que le resultaba dolorosamente familiar. —¡Jack Clerk! —exclamó, asombrada. Tessa se levantó de un salto, alejándose del refugio del paraguas, mostrando su sorpresa. —¿Qué haces aquí? —preguntó, sintiéndose como si la estuvieran persiguiendo. No esperó respuesta y, empapada, se dirigió a su auto. Sin embargo, al intentar abrir la puerta, un mareo leve la hizo tambalearse. Antes de que pudiera caer, unos brazos fuertes la rodearon, y el paraguas volvió a cubrirla. —¿Estás bien? —preguntó Jack en un tono suave, casi preocupado. Tessa lo miró e intentó responder, pero su mundo se oscureció cuando se desmayó en sus brazos. Jack la sostuvo con fuerzas, dejó el paraguas a un lado y la llevó hasta su lujoso auto. Unos veinte minutos después, llegaron al hospital, donde rápidamente le brindaron asistencia. Jack se sentó en la sala de espera, su rostro tenso mientras el tiempo pasaba con exasperante lentitud. Finalmente, una doctora se acercó. —Señor Clerk, puede pasar a la camilla número 8 —anunció con cortesía. Jack se levantó y, en silencio, caminó hacia la camilla, seguido de cerca por la doctora. Al entrar, su mirada se encontró de inmediato con la de Tessa. Ambos permanecieron en silencio, como si las palabras hubieran dejado de tener sentido. —Tengo una buena noticia —dijo la doctora con una amplia sonrisa—. Tessa, estás embarazada —reveló finalmente. Tessa quedó atónita, su rostro se arrugó en una expresión de confusión y desconcierto. La doctora, al percibir la tensión en la habitación, decidió retirarse sin añadir nada más. —¿De verdad, Tessa? ¿Embarazada? —repitió Jack, incrédulo. —Esto debe ser una broma... No puedo estar embarazada —se defendió, negando con la cabeza. El corazón de Tessa latía con fuerza, negándose a aceptar la realidad de sus palabras. —No voy a criar al hijo de otro hombre. Nuestro compromiso termina aquí. Tú y tu padre intentaron burlarse de mí, pero no lo lograron —dijo Jack, su voz llena de ira contenida. Antes de que Tessa pudiera replicar, Jack se marchó de la habitación, dejándola sin oportunidad de responder. Tessa se arrancó el suero que corría por sus venas y se dirigió al área de emergencias, donde encontró a la doctora. —Doctora, quiero que repita los análisis de sangre. Yo... yo no puedo estar embarazada —insistió con desesperación. —Señora Morris, los resultados fueron verificados. Usted está embarazada —respondió la doctora con firmeza. Tessa se quedó en silencio, procesando la noticia, y luego salió del hospital. La lluvia había cesado, pero la tormenta dentro de ella apenas comenzaba. Tomó un taxi que la llevó hasta su casa, asegurándose de que su padre no la viera llegar. Se encerró en su habitación, sintiendo que el peso del mundo caía sobre ella. No entendía qué estaba ocurriendo. —¿Por qué me pasa esto a mí? —se preguntaba mientras se quitaba la ropa empapada. A la mañana siguiente, Tessa se despertó temprano. Tomó su bolso y, al bajar las escaleras, se encontró con su padre. —¿A dónde vas tan temprano? —preguntó Antoni. —Tengo algunas cosas que hacer. —Por cierto, tu futuro esposo te ha enviado tu auto. Me alegra que finalmente te hayas convencido de que esto es lo mejor para ambos —dijo su padre, con una absurda muestra de felicidad. Tessa no respondió, tomó las llaves y salió de la casa. Se dirigió a un hospital privado, donde le tomaron una muestra de sangre. Luego, se sentó a esperar las tres largas horas que tardarían en salir los resultados. —¡Tessa! —dijo Maura al llegar a la sala de espera. Tessa se levantó y la abrazó, sintiendo que su amiga era su único consuelo. —No puedo creer que esté embarazada... Jack Clerk rompió su compromiso conmigo. Dijo que no se haría cargo del hijo de otro hombre, y que mi padre y yo habíamos intentado engañarlo —dijo, la preocupación marcando cada palabra. —Tessa, todo esto es muy extraño. Solo espera los resultados. Las tres horas se hicieron eternas, pero Tessa no se movió de su asiento. Quería estar allí cuando su nombre resonara en la sala. Finalmente, su nombre fue llamado. —Tessa Morris. Llena de incertidumbre, se levantó y tomó los resultados. Los abrió con urgencia, temiendo lo que encontraría. —¿Qué dicen? —preguntó Maura, ansiosa. Tessa no respondió. Salió del hospital, se subió a su auto y condujo hasta la empresa de Jack Clerk. Su corazón latía con fuerza, como si fuera a estallar. —Quiero ver al señor Clerk —dijo, olvidando incluso saludar. —Lo siento mucho, pero solo puede pasar con cita previa. ¿Cuál es su nombre? —preguntó la recepcionista. Tessa evadió la pregunta y se dirigió hacia la puerta oscura al fondo del pasillo. Sin titubear, entró. —Señor Clerk, disculpe, la señorita entró por su cuenta —dijo la recepcionista, visiblemente preocupada. —No es su culpa. Necesitaba verte y no podía esperar para hacer una cita —dijo Tessa, defendiéndose. Jack le indicó a la recepcionista que se retirara, y en cuanto la puerta se cerró, el silencio entre ellos se hizo palpable.
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