Tessa avanzó unos cuantos pasos hasta quedar frente al escritorio de Jack.
Sin rodeos, sacó los papeles de su cartera y los dejó caer sobre la mesa con un gesto decidido.
—Esta es la prueba de que no estoy embarazada —dijo con una mezcla de temor y firmeza en su voz, aunque se esforzaba por mostrarse segura de sí misma.
Jack esbozó una sonrisa sarcástica, sin molestarse en tomar el sobre que contenía los resultados.
—Ja. Tú y tu padre no saben cómo recuperar su inversión millonaria. ¿Cuánto pagaste para obtener un resultado negativo? —preguntó, con desdén en su tono, sin preocuparse por el efecto de sus palabras.
—No te estoy mintiendo —insistió Tessa, su voz más firme.
Con decisión, tomó el sobre que ella misma había lanzado sobre el escritorio, sacó los documentos y se acercó hasta donde Jack estaba sentado, extendiéndoselos para que los mirara.
—Debes verlo, lo hice en un hospital privado. No he sobornado a nadie —insistió, ahora con un tono más urgente.
Jack tomó el papel, lo examinó brevemente y, sin más, lo hizo trizas, lanzándolo al bote de basura con desprecio.
—Por favor, márchate. Lo que más odio es que intenten verme la cara. No eres la primera que intenta engañarme —dijo mientras se levantaba de la silla y se dirigía hacia la puerta.
Jack abrió la puerta, pero Tessa, decidida a demostrar la verdad, se plantó con firmeza frente a él.
—Si no quieres casarte conmigo, está bien, pero debes creer que no estoy embarazada —dijo, cruzando los brazos.
Una leve sonrisa apareció en el rostro de Jack.
No podía evitar sentirse intrigado por la insistencia de Tessa en mantener lo que él consideraba una mentira.
—No creo en esos papeles, Tessa —replicó, volviendo a tomar asiento tras su escritorio.
—No estoy embarazada. Eso no es posible, porque yo… yo… no he estado… ya sabes… —intentó explicar, su voz vacilante.
Jack se inclinó hacia ella, intrigado por la insinuación. ¿Realmente estaba considerando el intercambio de una esposa por dinero?
—Ha. Ahora dices que eres virgen… Tessa, no eres lo que aparentas. Tienes un rostro angelical, pero un corazón muy… —dejó la frase inconclusa.
—Lo juro… Nunca he estado íntimamente con un hombre. Por eso no podría estar embarazada. Lo del hospital fue solo un error —afirmó con seriedad.
Jack se levantó de su silla y caminó hasta donde ella estaba.
—Solo hay una forma de saberlo. Si realmente te preocupa lo que yo piense, ven esta noche a mi departamento. Mi chofer pasará por ti a las ocho —dijo con voz grave.
Tessa, enfocada en demostrar su inocencia, vio en aquella invitación una oportunidad para resolver el problema que la atormentaba.
Tenía claro que su padre no debía enterarse de lo que estaba sucediendo, así que decidió resolverlo por sí misma, a cualquier costo.
Después de salir de la oficina y disculparse con la secretaria, Tessa abandonó la empresa un poco más aliviada.
Jack seguía cada uno de sus movimientos desde las cámaras de vigilancia, observando cada gesto para intentar descifrar quién era realmente esa mujer.
Al llegar a su casa, Tessa notó un auto estacionado en la entrada, un vehículo que le resultaba familiar.
Entró rápidamente y se encontró con Jeison y su padre, Antoni, cara a cara.
—¿Qué sucede? —preguntó, mostrando una evidente preocupación.
—Vine a hablar contigo. Tu padre dijo que no estabas y pensé que estaba negándose a que te viera —respondió Jeison con calma.
Antoni le lanzó una mirada antes de retirarse, una mirada que solo ellos dos entendían.
—Jeison, ¿qué haces aquí? —preguntó Tessa, preocupada.
—Tessa, anoche me dijiste que me amabas, pero que no podías casarte conmigo. Quiero una explicación. Al menos la merezco —dijo Jeison, sin poder controlar del todo sus emociones.
Tessa comenzó a caminar de un lado a otro, abrumada por la situación. Tenía tantos problemas, y este era el más grave de todos.
—Lo siento, no puedo decirte la razón. Quizás en otras circunstancias habría aceptado, pero ahora, por favor, márchate —le pidió con indiferencia.
Jeison quedó atónito, incapaz de comprender el repentino cambio en su comportamiento.
—No lo entiendo, Tessa, no lo entiendo, pero espero que estés segura de lo que estás haciendo, porque una vez que cruce esa puerta, no volverás a saber de mí —dijo, con los ojos llenos de lágrimas.
Tessa no respondió, le dio la espalda, indicándole que estaba de acuerdo con su decisión.
Tan pronto como escuchó la puerta cerrarse, no pudo soportarlo más y se desplomó en el sofá.
—Hija, lo lamento, pero es lo mejor —dijo su padre, quien había estado escuchando la conversación desde detrás de las paredes.
—Esto es tu culpa. No supiste manejar tus inversiones, lo gastaste todo en cosas innecesarias, nunca mediste tus gastos extravagantes y ahora yo tengo que pagar por todo eso —le reclamó entre lágrimas.
Antoni sintió un nudo en la garganta. Sabía que su hija tenía razón, y era evidente que le dolía.
—Espero que algún día puedas perdonarme. Además, tú también te beneficiabas de mis gastos. Muchas veces viajaste por el mundo —intentó justificarse.
—Padre, viajaba con lo que ganaba trabajando en tu empresa —le recordó Tessa.
Sin insistir más en hacerle ver su error, Tessa se levantó del sofá, sin fuerzas, y se dirigió a su habitación.
Cuando cayó la noche, Tessa se dio una ducha, se puso un vestido n***o y zapatos dorados de tacones altos.
Una empleada le indicó que ya la estaban esperando, así que, sin perder tiempo, tomó su bolso y salió.
El chofer le abrió la puerta del auto. —Buenas noches, señora Morris —dijo con cortesía.
—Buenas noches —respondió ella, con el corazón apesadumbrado.
El viaje hacia el departamento de Jack fue un trayecto silencioso y abrumador, como una escena sacada de una película de terror.
El mismo chofer la guió hasta la puerta del lujoso departamento. Antes de que pudiera tocar el timbre, la puerta se abrió.