Su mano se siente segura mientras sostiene mi pierna y le da pequeñas caricias y quita el zapato de él. Mientras lo quita, su mano acaricia la planta de mi pie y con solo ese gesto me estremezco. Hace el mismo procedimiento con mi otro pie, dejándolos a un lado de la puerta en un pequeño mueble en donde veo un par zapatos de hombre. Jamás me he considerado un fetichista de pies, pero los tuyos son preciosos. — dice mientras se pone de pie y acto seguido sus ojos buscan los míos. Lo único que puedo articular es un escueto, gracias…— susurro él solo sonríe. Toma de mi mano y entramos a su casa, la cual es muy amplia y con muebles en tonos oscuros y color crema. Hay hermosos cuadros de Moscú y san Petersburgo en la pared mostrando sus magníficos paisajes. La cocina es abierta y hermosa.