He pasado noches enteras que me han torturado más que caminar entre vidrios disparados hacia mí prendido fuego, intenta entender todo lo que hice todo lo que pasó y lo único la única responsable de todo soy yo, me dejé llevar por lo que crees sentir, me considere tampoco y a él tanto que le entregué lo mejor de mí.
traición de mi madre por creer que podía solo y ahora sé que no ahora sé que le falle a mi madre y ella podía no volver a despertar, he tratado cada noche de hacerme la idea de que podría perderlo y eso solamente empeora mi tortura al punto de hacerme creer que podría perder la cordura, la perderé lo sé.
Soy incapaz de moverme, de soltar su almohada, de mirar el sol o disfrutar de algún momento hermoso del mundo, porque mi mundo, lo más hermoso de él no está conmigo y no sé lo que será de mí sin ella.
–Señorita Laurent, venga conmigo. –dice una enfermera que abre la puerta con ligera emoción, parecen ser buenas noticias.
Ella ni siquiera lo pensó, simplemente dió un brinco y ya estaba en la puerta, ella corrió suplicando para sus adentros que a dónde la guiará la enfermera sea a terapia intensiva, donde había dejado a su madre, no a la morgue, estaba aterrada, sus manos temblaban y sudaban en exceso, y su respiración era tan acelerada que se acaba su boca demasiado hasta hacerlo tocer, pero no se detuvo, aun cuando no parecía que se dirigeran a terapia intensiva.
Con un nudo en la garganta, y sintiendo que el aire era más pesado que el hierro, sintió su corazón detenerse cuando desviaron sus pasos al pasillo a la morgue, su corazón y ella se detienen al estar a solo unos pasos de la morgue. Todo se detiene a su alrededor, pierde las fuerzas y siente como aquello que la mueve en el mundo ahora la paraliza y parece desvanecerse en el aire.
–No estoy lista... –susurró inaudible, pero es la manera exagerada, casi agonizante en la que toma aire lo que alerta a la enfermera frente a ella, que se detiene y voltea.
–Su madre debe estar en rayos x. –dice mirando su reloj –y necesito la autorización. Ya que su madre en éste momento no está apta para consentir ningún tipo de procedimiento. –dice cómo sospechando que ella cree que las noticias que le dará son fatales, y aunque ciertamente la noticia no era tan buenas, aún estaba viva, y aún había esperanza.
El corazón de Isabella volvió a latir una vez más y el aire empezó a circular hacia esos pulmones, aunque los primeros segundos fue un poco difícil y doloroso desaparecer el nudo de incertidumbre en su garganta, cuando por fin no hizo, pudo volver a dar un paso, y luego nomás después de eso y continuar caminando atrás la enfermera.
–¿A dónde vamos exactamente? –preguntó con tanta valentía como podía reunir en ese momento.
–A rayos x, pero lo hacemos en la sala pediátrica, ya que hubo una falla en la máquina que normalmente usamos y el médico no quiere esperar por los resultados. —aclaró
La respuesta era medio vaga, pero le servía, cualquier cosa era más alentador que simplemente decir que la gravedad de la enfermedad de su madre era más imperativo y urgente.
Al llegar al final del pasillo de un área que ella no conocía, en el momento que abrió la puerta la enfermera Isabella vio a su madre una vez más, y quedó atónita, ella no había visto a su madre jamás tan delgada, tan demacrada y tan deteriorada como hasta este momento, fue inevitable que llorara, aún con tantas personas a su alrededor, ya que en la habitación estaban todos los médicos de su madre.
–Señorita Laurent... –se apresuró a acercarse uno de los médicos a tener su mano a modo de saludo a Isabella, quién rápidamente secó sus lágrimas intentando mantener la compostura tanto como pudiera, respondió el saludo –es usted muy valiente –dijo y ella sintió, pero en realidad no lo creía, no se consideraba tan valiente como para soportar cualquier cosa que le estuviera por decir, después de todo nada podía ser bueno, no en el estado que se veía su mamá.
–la enfermera me ha dicho que los rayos x son importantes, ¿porqué lo son?, ¿qué es lo que pasa exactamente con mi madre? —preguntó y mentalmente se preparó tanto como pudo y como su cordura se lo permitió recibir el golpe más fuerte que podría en su vida.
—como anteriormente la doctora le ha dicho, su madre empieza a hacer reacia al tratamiento experimental, hemos estado esperando que su sistema inmunológico se defienda, que cada químico que entre en su cuerpo a una función casi milagrosa en ella, pero eso sigue sin pasar...
Isabella no lo podía creer, su madre parece empeorar y nadie le decía nada, nadie le había dicho nada y no fue sino hasta ahora, porque necesitaba su autorización para poder hacer más estudios que se vieran en la obligación de hacerlo, esto lejos de causar alguna especie de alivio por lo que parece ser una preocupación normal de un médico, empezó a enojarse porque ellos me lo habían dicho nada, no la habían llamado antes y siempre mantenían la misma respuesta, lo cual empezaba a ser odioso.
–¿y cuándo planeaban decírmelo? –preguntó con el entrecejo fruncido.
–es por esa razón que la doctora ha ido por usted, no solamente para su autorización sino también para comunicarle que estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos para salvar la vida de su madre.
–¿ella no va a despertar, verdad? –preguntó cruzándose esos abrazos enojada y frustrada, porque sentía que no había nada que ella pudiera hacer para salvarla, y los médicos empezaron a darse por vencidos, y lo peor de todo es que parecía querer ocultarlo.
–señorita Laurent... –se acercó otra mujer y a ella ya la conocía, la había visto antes cuando su madre empezó todo el tratamiento sobre el cáncer, era la psicóloga del hospital.
Isabella la había visto trabajar a la doctora, había pasado demasiado tiempo en ese hospital como para saber que cuando ella entraba a una habitación para hablar con los familiares era porque había muy poco o nada que hacer, y en realidad ella lo único que tendría que hacer era preparar a la familia para decirles que, a quién tenía en el hospital, moriría, y lo último que ella quería en este momento es escuchar eso sea de quien sea.
Negó con la cabeza y se acercó a su madre.
–no va a decirme lo que creo que va a decirme. –dice acariciando el rostro de su madre, muy demacrada con la piel rozando sus huesos. –no va a decirme que cuando mi madre muera estará en un lugar mejor, no va a decirme que es algo que debe pasar en la vida y que yo debería esperar. –dijo refiriéndose a las mismas palabras que había escuchado algunas veces decirles a los pacientes cuando pasaba por la habitación que tenía la puerta cerrada una vez que ella entraba.
Todos se miraron entre sí por un par de segundos, lo que fue bastante incómodo tanto para ellos como para Isabella, pero si la doctora tenía lo que decir este es el momento indicado.
–nos preocupa su salud mental. –dijo con una voz tan suave y sutil, que claro que quería convencerla de algo.
–no debería. –digo parándose firme al tomar la mano de su madre. –sé que en este momento ella no está tan bien como debería, pero la he visto hacerlo antes, y yo sé, lo valiente y fuerte que es mi madre, y yo también lo soy. Así que no tiene que decirme que sea valiente y que resista lo que sea que vendrá, porque le soy. –dijo en la doctora asintió.
–me han dicho que pensé que su madre entró en terapia usted no ha salido de su habitación, ¿eso es cierto? –volví a preguntar con suma sutileza.
–no he salido de la habitación porque no necesito, solo he salido de allí para preguntar sobre mi madre y es claro que me han mentido. –le dedicó una mirada fulminante a los médicos a su alrededor, quién se limitaron a desviar su mirada con discreción. –pero yo estoy bien, lo voy a estar, Así que sea lo que sea que tengan que decirme respecto al estado de salud de mi madre deben decírmelo ahora porque no voy a desplomarme y tengo el derecho de saberlo. –aclaró una vez más solo en caso de que a los médicos a su alrededor no le haya quedado claro.