Jetro se sentía demasiado culpable y mal consigo mismo como para levantar siquiera la cabeza, tan pronto como llegó a su departamento fue a la ducha y se mantuvo ahí por un largo rato bajo el agua fría recorriendo su cuerpo.
Por más que él intentaba recordar su mente estaba en blanco, intentaba una y otra vez recordar el momento en el que estuvo con la bailarina exótica, pero no había nada allí su mente no le daba nada.
En el momento que abre la puerta de la ducha vió su teléfono sobre la cama con la pantalla prendida, se acercó rápidamente para saber quién llamaba era Enzo.
–Hola hermano. ¿Qué haces –preguntó enseguida en cuanto esté abrió la llamada, aún somnoliento sacudiendo su cabello para no verse tan despeinado.
–Acabo de ducharme, voy a... Jetro no podía ni mirarlo, aunque fuese solamente la pantalla del teléfono.
–Creí que había sucedido algo más, tenido varias llamadas perdidas tuyas. ¿Qué pasó?, ¿te sientes bien? –preguntó realmente preocupado, ya que no era normal que él le llamara, mucho menos en altas horas de la madrugada.
–Era... –divagó. No tenía nada en mente, ni siquiera sabía qué mentira decirle. –no era importante, vuelve a dormir –dijo y cerró la llamada enseguida dejando a Enzo con la incertidumbre.
Se dejó caer sobre la cama con todo el peso que tenía y no era solamente el corporal, con la mirada del techo y mucho pesar dentro de sí cerró los ojos esperando a dormir, anhelando dentro de sí que todo lo que había pasado haya sido solamente una pesadilla. Nada más que eso.
Mientras tanto Isabella
–Por favor, por favor, por favor, tienen que decirme algo más de, sólo está bien y que no la puedo ver, porque eso ya ni siquiera es creíble. –abordó enseguida a la doctora, Isabella casi como una emboscada en cuanto ella salió del área de terapia intensiva.
–Señorita Laurent. –se detuvo abruptamente por su intromisión –entiendo su preocupación, pero no podemos darle más información que eso. Usted conocía perfectamente la situación de su madre y sabía que no era nada alentadora, el tratamiento ha ayudado mucho, pero al mismo tiempo su cáncer lo combate con todo lo que puede y tratamos de hacer lo que podemos.
–¡No!, ustedes dijeron que si mi mamá se sometía al tratamiento experimental, saldría bien, ella estaría bien y el cáncer se iría, pero eso nos pasa y ahora está en terapia intensiva. ¿Qué se supone que haga? Se supone que debo que quedarme sentada esperando a que me digan si vive o muere. Ella es mi madre, usted no lo entiende, es la única persona la que tengo en este mundo –rompió en llanto sin poder contenerse aunque lo intentó. –Ella es mi madre, y ha sufrido mucho en la vida como para morir de esa manera tan horrible, no puede morir así, no puede morirse. –negó con la cabeza, muy desesperada.
–Señorita Laurent, le aseguro que estamos haciendo absolutamente todo lo que está en nuestras manos para mantener a su madre lo mejor que se pueda, pero el cáncer avanza con tanta rapidez que incluso el tratamiento se ve lento para ella, pero le aseguro una vez más, que estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos...
–¿entonces qué?, ¿entonces solo me queda esperar? –pregunto con ironía, secando sus lágrimas con enojo.
–Es todo lo que podemos hacer por ahora, esperar que el suero que le dimos haga efecto, que pueda compartir tanto como puede el cáncer y que el sistema inmunológico de su madre mejore, se defienda tanto como puede, pero es todo es lo que podemos hacer, esperar... –dijo e intentó tocar el hombro de Isabella a modo de consuelo, pero ésta lo esquivó enseguida frunciendo el sueño al ver a la doctora.
–No deje que ella muera, por favor, no deje que eso pase. –dijo y tuvo que regresar nuevamente a la habitación de su madre, era todo lo que tenía por el momento, sus cosas, su ropa, su olor.
Ella miraba todo el cuarto a su alrededor, había pasado tanto tiempo, tantos días en esa habitación, tantas risas, tantas lágrimas, tantos consejos y tanto de todo un poco que permanecer ahí era lo único que le daba consuelo, por lo menos hasta verla regresar de nuevo a la habitación.
Una vez más las horas pasaba y nadie regresaba a la habitación para dar ninguna noticia, nadie la llamaba, nadie le decía nada y cada vez que acercaba a recepción para preguntar sobre su madre recibió la misma respuesta, "no hay ninguna novedad, por ahora solo esperamos"
Todo empezaba a ser demasiado desesperante para Isabella, las paredes empezaron a sentirse demasiado pequeñas para ella y era asfixiante, ni siquiera podía lidiar con la idea de haber perdido su virginidad, porque ahora estaba lidiando con la idea de perder a su madre, nada importaba más que eso en ese momento, su madre.
Llegó a ver dos soles en un mismo día porque ni siquiera pudo tomarse un segundo para moverse de la cama de su madre, donde permaneció recostada, abrazada su almohada con su olor, se aferrada a ella como su tabla de salvación, era la única que la mantenía a flote.
Lo pensé, lo he pensado muchas veces, tantas que ya perdí la cuenta. Desde que mi madre estaba en prisión, cuando le hirieron en una redada, cuando hubo una pelea de reos y ella fue apuñalada, luego el conflicto de grupo delictivos y ya no comía nada, siempre que decía que estaría mejor muerta, cuando el cáncer llegó, cuando empezaron las quimios, cómo se caía su cabello, cuando empezaba a perder el brillo de su mirada y los ánimos de vivir se juntó, una y otra vez lo pensé, "estoy lista", "se puede ir" "prefiero que lo hagan antes de verla seguir sufriendo de la manera en lo que lo hacía" y lo llegué a pensar, la primera vez que entró en cirugía por el cáncer y pensé; "estoy lista", "estaré bien", "sobreviviré y seguiré mi vida sin ella sin importar que pase, seguiré mi vida" y cada vez que llega el momento en el que creo que la voy a perder, no hago más que gritarme a mí misma, ¡no estoy lista!, ¡no lo estoy!, no estoy lista para perder a la única persona que me ha amado en la vida, la única persona que ha hecho de mi existencia algo importante, no estoy lista para perder a mi madre, no estoy lista para salir al mundo sin ella, no estoy lista para respirar en un mundo en el que ella no esté, quiero a mi madre y si ella muere yo moriré con ella, y debería morir yo, debería ser yo la maldita traidora que se acostó con su estúpido enemigo que debería morir. No ella. Ella es mi madre, ella no ha hecho más que amarme y yo la traicioné. –rompió en llanto abrazada a su almohada.