Después de la entrevista de trabajo que tuvo Marcus con su nueva jefa, salió de la oficina de ella con cierta satisfacción de como el mismo destino lo había puesto en el camino para llegar a la familia Sánchez y así reorganizar las estrategias para su tan anhelada venganza. Su pensamiento fue a la mujer que le llamo la atención fuertemente.
- ¡Estás bien hermosa! - sonrió con cierto júbilo - ¡Lástima que sea hija de un asesino!
Una equivocación lo había puesto como su asistente y así tendría la oportunidad de estar más cerca de ella y poder concluir su venganza; pensaba mientras salía de la oficina de Erika Sánchez y ahora tenía dos propósitos firmes en su cabeza.
Primero seduciría a su jefa, la hija de Mauricio Sánchez. Él ha tenido un sin número de mujeres desde que enviudó, pero nunca una que sexualmente le llamará tan poderosamente la atención; y ella lo atraía como un imán.
Desde el momento que Luciana y Lucy murieron por la irresponsabilidad de Mauricio Sánchez se propuso destruirlo. En ese tiempo la mejor forma de destruirlo era llevándolo a la ruina y luego a la cárcel, pero como estaba ahora la situación de la empresa EricSánchez podría hacerlo sin ninguna fuerza ni usar sus recursos legales.
Sonrío con pesadez.
Gracias a Mauricio, él era uno de los abogados penalistas más reconocido en su país por su fuerte carácter y su forma incorruptible de ejercer la ley. Su sed de venganza lo había hecho fuerte y muy sagaz.
Su lema era: el que es culpable que pague con todo el peso de la ley; no tenía misericordia ni con hombres ni mujeres.
Ahora, Erika Sánchez era el instrumento perfecto para destruirlo, la seduciría, la enamoraría y después la dejaría destrozada. Torció la boca en un gesto parecido a una sonrisa era una idea fantástica, sin embargo algo no encajaba en sus pensamientos con hacerle daño a ella. Pasó su mano por su corto cabello bien arreglado para desestresarse un poco.
Su segundo propósito: sería llevar su venganza al máximo ya habían pasado once años de la muerte de su esposa e hija. Sonrió malévolamente, lo más seguro era que él de eso ni se acordaría.
Mauricio Sánchez los dejó en la soledad de la noche en medio de una calle y bajo una torrencial lluvia.
Apretó los dientes al recordar ese evento, aún tenía pesadillas que lo hacían levantar en medio de las madrugadas sudoroso y agitado.
Aún podía ver y sentir el cuerpecito de su amada hija entre sus brazos mientras él lloraba dando gritos de desesperación.
Aún podía ver el rostro del hombre que ni siquiera se bajó de su auto y que por la ventanilla solo se limitó a mirar y negarle la ayuda que en ese momento tanto ellos necesitaban.
—Señor— Miguel el chófer al verlo salir por la puerta del ascensor se acercó con paso rápido hacia él. Notó que los ojos de Marcus García se veían cristalinos — ¿Se encuentra bien?
Marcus aún estaba sumergido en sus dolorosos recuerdos que no lo vio ni tampoco lo escuchó.
Él solo podía ver y oír la lluvia que se mezclaba con la sangre de sus mujeres queridas. Inconscientemente se rascó la barba tipo candado.
Una desconocida le sonrió, él era un hombre que exudaba una masculinidad que cualquier mujer se veía atrapada en sus redes sensuales.
Eso sería la venganza ejemplar y sin manchar su reputación legal con un escándalo; destruiría a la hija de Mauricio Sánchez. Así como él destruyó a su esposa e hija.
Sonrío satisfecho con aquel pensamiento y la mujer que pasaba a su lado le devolvió la sonrisa con coquetería.
— ¡Hola!— dijo ella con voz tímida.
Él la miro con sorpresa pues no la reconocía y fue en ese momento cuando vio a Miguel a su lado.
— Miguel— se dirigió a su hombre con voz potente y sensual — llévame donde mi novia.
La mujer al oírlo su rostro se volvió escarlata y siguió su camino muy avergonzada de su lisura.
— ¿Se encuentra bien?, señor — preguntó el chófer nuevamente al verlo venir con una extraña expresión en su rostro.
Al escucharlo, Marcus sonrío complacido.
—Muy bien — ambos siguieron caminando hasta llegar al elegante auto y como era costumbre Miguel abrió la puerta — a partir de mañana me traerás en un taxi — dijo él.
— ¿Un taxi?— el hombre mayor lo miro por el retrovisor— ¿Lo compró o alquiló?
— ¡Cómpralo!— Lo miró con rudeza— y no me abrirá la puerta.
—Sí señor — dijo el hombre que ya había iniciado la marcha del auto— ¿A dónde lo llevó señor? ¿Al trabajo de la señorita o a su apartamento?
Él guardó silencio por unos momentos mientras pensaba luego miró su fino reloj y le respondió.
— Llévame al apartamento que ella ya debe de haber llegado del trabajo.
Marcus reposo su cabeza en el asiento de cuero y cerrando los ojos, trató de borrar la imagen de la mujer que comenzaría a destruir muy pronto. Recordó los ojos negros cómo se abrieron por la sorpresa al verlo y también observó cómo sus pezones parecían guijarros de los duros que se habían puesto por la excitación.
Él no le era indiferente a ella. Respira profundo y sonríe tal vez sería mucho más fácil de lo que él pensaba; le tomaría por lo menos una semana seducirla y llevársela a la cama. Sus dientes blancos se asomaron entre sus labios entreabiertos y se mordió el labio inferior de placer al solo imaginarla a ella desnuda y metido entre sus piernas hundiéndose profundamente dentro de ella.
— Llegamos señor — dijo el chófer pensando que su jefe se había quedado dormido. Tenía el rostro relajado y estaba iluminado por una sonrisa y él se sorprendió desde que trabajaba con él más de seis años nunca antes lo había visto sonreír — señor— le llamó nuevamente.
— Ya te oí — suspiró y abrió los ojos — hoy ha sido un día muy satisfactorio y espero que así continúe — le volvió a sonreír.
Miguel se contagió con su sonrisa.
— Confiemos en que termine igual de bien— le dijo el hombre a su jefe.
Marcus bajó del auto y lentamente se dirigió al edificio que era de su propiedad donde vivía Elisa su actual novia. Subió al ascensor mientras meditaba las palabras que iba a decir. Salió del ascensor y caminó por el pasillo y al llegar a la puerta levantó su mano para tocar el timbre y fue en esos momentos cuando escucho unas risas. De un hombre y una mujer.
Sacó su llave y la introdujo, había llegado la hora de finalizar aquella pantomima que tenía con Elisa. La novia temporal así era cómo le llamaban su fiel amigo y asistente Augusto.
Cuando abrió la puerta pudo percatarse que alguien había corrido hacia una de las habitaciones. El pequeño apartamento constaba de una pequeña sala de estar seguido por una cocina estilo americano de barra, a los lados contenía dos habitaciones y en la parte de atrás el lugar de lavado y baño. No era un apartamento grande, pero si era lujoso.
Marcus torció la boca y su pensamiento fue de decepción. "Todas las mujeres son iguales".
—Hola, amor — dijo Elisa que vestía un albornoz muy corto— no te esperaba.
—Me lo imagino— dijo él con sarcasmo. Lentamente se encaminó a un mini bar que había en la pequeña sala de estar y se sirvió un vaso con abundante licor— ¿Cómo has estado?— le preguntó sin dejar de mirarla fijamente.
Ella tenía el cabello desmarañado recogido en una coleta mal hecha, sus mejillas sonrojadas y el maquillaje todo escurrido; a leguas se notaba los pasos de la pasión en su hermoso rostro.
Sin embargo, ella se mostraba muy tranquila y lo retaba observándolo detenidamente. Nunca antes ella lo había visto llegar en pantalón clásico y una camiseta, se veía sexy, sensual y muy juvenil.
— ¿Por qué estás aquí?—ella lo devoraba con los ojos. Él era alto y corpulento— tu secretario canceló nuestra cita— le recriminó como medio de defensa.
—Sí es verdad, Augusto canceló nuestra cita — la miro y en su rostro no se pudo leer ninguna emoción. Bebió el resto del contenido de licor que tenía en el vaso— tienes una semana para desocupar el apartamento— se giró y dejó el vaso en su lugar — llamas a Augusto y que él haga el inventario de todo el contenido del apartamento.
Ella se sorprendió al oírlo según ella no tenía ningún motivo para romper esa relación; solo tenían tres meses de haber iniciado aquel romance.
— ¡Marcus!— se adelantó unos pasos para tocarlo, pero el rostro fiero de él la detuvo.
—Tal vez tengo la cara de estúpido— comenzó él y se acercó a una mesa donde había un bolso de hombre y lo tomó por una de sus asas y se la mostró— pero no lo soy. Desde hace días eres vigilada y tengo pruebas irrefutables de tus andanzas. ¿No te alcanzaba el alto monto de dinero para tus caprichos?
Ella palideció.
—Te lo puedo explicar — dijo ella angustiada al ver cómo la fortuna de Marcus García se escapaba entre sus dedos.
— ¿Qué me vas a decir? ¿Qué te encanta prostituirte? ¿Qué eres una ninfómana? ¿Qué necesitas enviar dinero al padre de tu hija para evitar que te chantajea?— la mirada que le envió era fría y calculadora — ¿Qué me vas a decir?
Ella tragó en seco y se abrazó a sí misma.
—Él me chantajea— comenzó a derrumbarse— va a decirle todo a la prensa sobre la existencia de Cintia.
Marcus la observaba y sintió repulsión hacia ella. Era una mujer fría que escondía a su hija para que su carrera de modelo no se viera en escándalos.
—En este tiempo tener hijos no es una vergüenza — espetó furioso — Yo te hubiese hecho mi esposa solo por el hecho de su existencia.
Se giró para buscar la salida.
—Pero al ver que tú eres la que escondes esa verdad, he comprendido que eres cruel y una mala madre. Solo quieres darte la buena vida con un sinnúmero de amantes — tomó el pomo de la puerta y la miro con indiferencia— deja todo arreglado y recuerda que tienes un contrato de arrendamiento y que te lo haré cumplir.
Sus palabras carecían de algún tipo de emoción y de misericordia.
Marcus caminó y pronto llegó al auto donde Miguel lo esperaba y este rápidamente le abrió la puerta.
—No demoró señor —dijo el chófer confundido por haber salido él tan rápido— Espero que no se le haya dañado el día — le sonrió.
Marcus lo miró y le devolvió la sonrisa.
—No, por el contrario término mucho mejor de lo que yo hubiese imaginado.
Marcus madrugó al nuevo día como era su costumbre. Después de bañarse vistió lo menos formal con la ropa que tenía y espero a su chófer con el nuevo transporte.
— Buenos días, señor— saludó el chófer sin abrir la puerta después que él había ingresado al auto.
— ¿Compraste este vejestorio?— preguntó Marcus incrédulo por aquel viejo taxi en que había ido a buscarlo su chófer Miguel.
Miguel sonrió al oírle y ver la expresión de su rostro de incredulidad.
—No señor, lo pedí prestado— dijo y comenzó a manejar— no tuve tiempo para las compras— Le dijo él un poco incómodo.
—Tranquilo, este nos sirve para el propósito que tengo en mente. No creo demorar mucho en este lugar — dijo resuelto él sabía que ella se sintió atraída por él. Y pensó que ella sería una presa fácil para embaucar— Solo me tomara un mes como mucho; hacerme pasar por empleado en esta empresa— mientras el auto viajaba llamó a su asistente.
—Augusto, ten todo listo. Te grabaré todo lo que ella diga y tú haces las cartas y todos los documentos que se requieran— dijo con voz autoritaria.
—O sea que voy a hacer el secretario del secretario — refunfuñó molestó el joven— No estoy de acuerdo con este plan, me parece horroroso al menos para mí.
—Me importa un carajo que estés o no de acuerdo con mi plan— respondió molesto Marcus.
Y así estuvieron todas las notas listas, cuando llegó su nueva jefa. Augusto era el encargado de transcribir cualquier documento que necesitará para él presentarlo a Erika.
Al momento de llegada de la jefa, él se encontraba en su escritorio centrado leyendo el informe que Augusto por el correo le había enviado. La oficina se llenó con el olor de la fragancia del perfume de la joven, él sintió una nueva emoción que lo embargó. Pronto la tendría bajo su poder pensaba eufórico.
Rato después él salió de la oficina de su sexy jefa muy enfadado sacó su móvil y marcó rápidamente los números.
— Quiero vigilancia constante sobre Erika Sánchez, la empresa y la casa de su padre— dijo con voz potente.
— ¿Quieres un V.C. 24/7?— le preguntó el hombre a través de la línea.
—Sí. Quiero vigilancia cerrada durante 24 horas por los siete días de la semana.
—Listo, así se hará.