Han pasado dos días y Marcus es muy eficiente con respecto a su trabajo, todo lo tiene en perfecto orden. Las clases y maestros que van a dictar los cursos que ella y su empresa EricSánchez han decidido brindar a la comunidad de Salamina para el fortalecimiento de los jóvenes y sobre todo para mejorar la calidad de los empleos; también tiene agendada todas las visitas que según ellos van a hacer los próximos quince días en los ranchos que quedan en los alrededores de Salamina y San Onofre.
Él muy paciente se encuentra de pie frente al escritorio de ella mientras que le entrega los documentos para que ella les dé el visto bueno. En silencio la observa y por primera vez la ve con el cabello suelto lo cual la hace ver adorable ante sus ojos.
Este es n***o azabache y cae lánguido sobre sus hombros en parte bajando por su pecho y la otra va hacia su espalda. Él con su lengua humedece sus labios, se encuentra emocionado, deseoso; sus ojos se fijaron en el rojo y carnoso de los labios, y como sus pestañas cubrían sus ojos negros que leían con atención el documento que le había entregado.
Sus dedos largos y finos jugaban con las hojas como si así canalizara el nerviosismo que trataba de esconder de él. Sus uñas son cortas y sin pintar. Realmente se encuentra delante de una mujer que no quiere llamar la atención de sexo apuesto.
Esto lo inquieta, ya que no ha logrado cautivarla. ¿Sería que a ella no le interesan los hombres? Entonces es cierto lo que ella le había dicho días atrás «No confío en los hombres»
Suspiro incómodo por sus conjeturas.
— Muy bien— dice ella después de leer los papeles que él le entregara — al parecer nos podemos ir pasado mañana— le dijo ella pensativa. Ella rehúsa mirarlo fijamente. El estómago comienza a tener ciertas mariposas las que ella lucha por aplacar.
— Sí señora— respondió él a la jefa sin apartar sus ojos de ella. En esos momentos se escucharon unos pasos en la oficina de Marcus y él salió rápidamente para ver de quién se trataba. Minutos más tarde ingresó nuevamente a la oficina, él venía con la boca apretada y los ojos echando chispas con las cejas fruncidas.
—La espera allá afuera el señor Luis Andrés Gálvez— dijo cortante — yo le dije que usted estaba ocupada, pero él insiste en verla.
Ella desde su escritorio mira al hombre que tiene frente a ella. Viste una camisa blanca, corbata oscura y un pantalón n***o. Cada prenda encaja maravillosamente en el cuerpo masculino, ella traga y le sonríe nerviosa.
— Sí, hazlo entrar — dijo con cierta incomodidad en su estómago. Ese hombre produce en ella algo que nunca antes había experimentado— Él es mi novio — dijo algo confundida por las palabras que acababa de pronunciar. Necesitaba con urgencia crear un muro de protección para sus sentimientos. No volvería a dejar que la lastimaran.
Marcus García al oír aquella afirmación frunció aún más sus cejas. Su corazón latió con fuerza. El odio y la rabia se acrecentaron de forma rápida en él.
—¿Su novio?— repite la palabra como si le quemaron la boca luego se giró y salió de la oficina de la joven que lo miraba de manera nerviosa. Ella dejó escapar un largo suspiro.
Marcus hizo entrar al hombre a la oficina. Lo veía furioso dirigirse feliz al encuentro con su mujer. Llevaba dos días rondándola y aún no lograba un acercamiento a ella.
Constantemente le rehuía, como si él fuera el mismo demonio y este rechazo provocaba en él un desespero y una agonía, pero también una sensación de lucha por ella.
Quería tomar a la mujer ahora más que nunca que descubrió que otro hombre era el dueño de su miel y su dulzura.
Camino de un lado a otro de manera frenética buscando cualquier excusa para ingresar e irrumpir en esa oficina, pero el sonido del teléfono lo distrae por unos segundos de sus pensamientos.
—Bueno— contesto frío y educadamente.
—Buenas Marcus — dijo la recepcionista— la Señora Daisy la amiga de Leandro, quiere hablar con la señorita Sánchez. Yo no he podido comunicarme con ella y ahora estoy hasta el techo con las inscripciones de las clases. ¿Podrías por favor atenderla?— dijo la joven muy educada.
Marcus miro hacia la puerta cerrada mientras imaginaba miles de posiciones sexuales que tendría Erika con su amado novio y distraído le respondió a la recepcionista.
—Pasa la llamada — dijo él cortante— por favor, yo me hago cargo.
Hizo un esfuerzo sobre humano por prestar atención y después de escuchar el pitido que le anunciaba la llamada entrante, sus pensamientos fueron a la conversación.
—Buenas, soy el auxiliar de la señorita Sánchez, ¿En qué puedo ayudarle?— dijo él mecánicamente.
—Hola, soy Daisy — dice la mujer con voz melodiosa —, mire joven lo que pasa es que yo quiero disculparme porque el hermano de mi amigo Leandro no pudo ir a asistir a la entrevista que Erika le había apartado — comenzó a decir la mujer —. Ella le va a dar el empleo a Marcos como asistente, pero tuvo un percance y no pudo asistir.
Marcus comprendió que esa era la persona a la cual él había suplantado por eso pensó rápido.
—Lo lamento, pero el cargo ya fue ocupado— comenzó Marcus su disculpa— la señorita estaba muy urgida del auxiliar. Pero de todos modos no se preocupe que ella apenas pueda la llama, ella ha estado bastante ocupada— hablaba muy seguro de lo que estaba diciendo para que la mujer no tuviera alguna duda.
— ¡Qué pena!— Dijo Daisy — Bueno entonces dígale que muchas gracias de todos modos y cuando ella me llame yo le explicó que pasó.
Marcus apretó la boca. Ellas, por ahora no debían verse ni hablar o todo su plan de venganza se iría por el retrete.
—No hay problema. Ella la llamará para recibir su disculpa— le respondió solemne.
Marcus comprendió que ella debería quedar incomunicada por un tiempo. Sonrió ante la mejor idea que se le presentó en ese momento. Era irse de Capital a los ranchos a investigar y así mataría a dos pájaros con un solo tiro. Rápidamente tomó el teléfono y decidido llamó a su secretario Augusto.
—Augusto, prepara el itinerario y el hospedaje para salir hoy mismo para Salamina— ordenó el hombre.
— ¡Que!— dijo el joven sorprendido— ¿Estás loco? ¿Cómo se supone que vamos a hacer eso?
Marcus estaba perdiendo la poca paciencia que tenía, quería sacar a Erika de Capital lo más rápido posible y sobre todo interrumpir el encuentro amoroso que estaba teniendo en la oficina.
—No me vengas con cuentos ni con las cosas que son imposibles— refutó furioso.
Augusto resopló molesto.
—Bien sabes que en Salamina hay varios edificios que son de mi propiedad. Así que organiza el viaje ahora mismo — dijo de manera autoritaria— y que nadie diga que yo soy el dueño— un relámpago llegó su mente— es más usa mi apartamento, ese será nuestro hospedaje.
Marcus sonrío malévolo de sus intenciones.
—Pero Marcus ese apartamento solo tiene una habitación — dijo el joven preocupado por las nefastas intenciones de su amigo y jefe.
—Por eso es el adecuado— dijo en medio de una sonrisa— llámala tú mismo pidiendo que debemos ir de una vez y firmar el contrato de arrendamiento o de lo contrario se entregará el hospedaje a otras personas, que recuerde la cláusula de derecho de admisión. Enciérrala para que no pueda renunciar al hospedaje y sobre todo de salir hoy mismo.
—Pero… Marcus— comenzó a protestar. Quería convencerlo de que estaba equivocado.
— ¡Hazlo!— alzó la voz impaciente. Respiraba furioso y miró la puerta cerrada apenas habían pasado unos pocos minutos no tenía tiempo para nada— Haz lo que te ordené— gruño las palabras.
Augusto contestó.
— ¡Está bien!, haré lo que dices— dijo mal humorado y colgó.
Marcus se sentó y se quedó mirando fijamente la puerta. Su plan tenía que funcionar.
— ¡Esa mujer, simplemente es mía!— resopló.