Capítulo 3

2441 Words
Son más de las diez de la noche cuando Erika  llega a  su apartamento,  saca de su bolso las llaves e introduce una en la puerta. Sus manos temblorosas giran hasta oír el clic. Deja salí una bocanada de aire.  Está nerviosa desde el día que recibió un sufragio  como señal de amenaza que le están haciendo.   Una semana antes estando ella trabajando en la empresa llegó a su oficina un sufragio con una fotografía de ella y de su padre con un dibujo de un tiro al blanco con tinta roja.  "Están muertos" ambos van a pagar todas sus deudas. Decía la amenaza. Todo aquello quedó en manos de la policía,   ella no podía hacer nada más. Desde ese día, la joven perdió la tranquilidad y sus nervios sucumbieron cuando empezaron a llegar informes sobre el mal funcionamiento de las máquinas que ella vende a los campesinos tanto de Salamina y de San Onofre, esto le confirmaba que si había alguien que quería hacerles daño. El ataque había comenzado contra su empresa y ella no sabía el porqué,  por esa razón solo se limitaba a vivir un día a la vez y confiar en la Santísima providencia de que se le solucionara todo y sobre todo que a ella y a su amado padre no les pasara nada. Llegó  a la  cocina y sirvió una copa de vino. La bebió de un solo sorbo. — Dios ¡Estoy molida!— expresó en voz alta. Llegó a la recámara y comenzó  a desnudarse y se tiró en la cama solo con sujetador y sus diminutas bragas. Sus pensamientos fueron al instante cuando vio a su nuevo auxiliar.  Sonrió.  Ese hombre estaba como se le daba la gana.  Lamió sus labios. El hombre era realmente alto,  y sus ojos café la pusieron nerviosa. Tenía tanto tiempo de no sentir nada, hasta llegó a pensar que era una mujer frígida. José Mario había acabado con  sus sueños de matrimonio y de tener una familia y hasta ese momento pensaba que también había acabado con  su libido. —Marcus— saboreó el nombre de él— que se sentirá cuando tú sometes a una mujer a tus caricias— sonrió al oírse hablar sola—  me encantaría  darte una probadita. Se levantó y se terminó de desnudar y se dio una larga ducha fría. A la mañana siguiente como era su costumbre después de arreglar su apartamento salió a desayunar con su padre. Este tenía apenas unos meses fuera de un centro de rehabilitación para alcohólicos. Cada día  era un reto personal para su padre. Ella no podía comprender como su padre se había echado a morir después de la muerte de su esposa. Se sentía culpable, de aquel accidente. Él no tenía la culpa de que ese hombre se estrellara contra un poste de luz causando la muerte de su esposa e hija.  Según, él  le contó había hecho hasta lo imposible por ayudarlos. Suspiro triste.  No solo había muerto su madre sino otras jóvenes vidas. —Buenos días, papá— se le acercó y le besó con amor la cabeza canosa de Mauricio— ¿Cómo estás hoy? El hombre la mira y le sonrió con tristeza. — ¿Cómo amaneciste hoy mi reina?— le responde él sin dejar de mirarla. Su hija se le había convertido en una mujer muy hermosa y profesional. Se sentía muy orgulloso  de ella— ¿Lista para trabajar? —Cansada— respondió mientras buscaba la silla y se acomodaba— estoy lista para la lucha del día a día —exclamó ella. Ya en su  puesto en la mesa  espera con paciencia que le sirvieran el desayuno que son unos huevos revueltos con pan, mantequilla y un café con leche— ¿Cuántos días llevas? — le preguntó ella al mirarlo fijamente a los ojos. El hombre servía el café de ella y luego servía el de él. —Mil cinco días— sonrío complacido — ya casi cumplo los tres años de sobriedad y perdí los mejores momentos de tu vida — dijo con un gran dolor al mirarla con amor. Ella reflexiona sobre los momentos de su vida y reconoció que él no se había perdido nada bueno. —La verdad es que no perdiste gran cosa de mi vida — le devolvió la sonrisa mientras que saboreaba el desayuno — lo que sí me duele es que te hayas convertido en alcohólico por la muerte de mamá. Que hayas tenido que llevar esa carga por más de diez años. Mauricio bajó los ojos avergonzados al oírla. Él tenía un terrible secreto y no sabía cómo iba a actuar su hija cuando se enterara. Lo más seguro era que ella lo llegara a odiar.  La joven ignorante de los pensamientos profundos  de su padre continúo con el dedo en la llaga. —Aun no entiendo como el muy  imbécil   te embistió en la carretera causando la muerte de mami— ella le aplicaba mantequilla al pan y lo miraba a él — ¿Y sabes qué es lo que más coraje me da? Que el muy canalla ni siquiera fue precavido sabiendo que iba con su familia. Su esposa y su pequeña hija se nota que no las amaba, qué era un hombre sin corazón.  Mauricio mojó sus resecos labios con la punta de su lengua para esconder un poco su nerviosismo. Al oírla hablar con tal desprecio sobre el tema del accidente se estremeció. ¿Qué pasaría si ella tuviera la versión del otro conductor? Lo más seguro es que no se lo perdonaría y lo odiaría por la acción que él cometió por cobardía. Por no actuar en el momento necesario. —Estuve en la oficina revisando unos documentos— dijo el hombre para cambiar del tema que para él era demasiado escabroso — ¿Por qué no me dijiste? Ella en esos momentos tenía en su boca un bocado de pan y lo mascaba suavemente y al oír lo que él le preguntó trago y le respondió con voz pausada y fría. — ¿Qué  no te dije? — preguntó a sabiendas de que ella sabía lo que él quería saber — No te hagas la tonta — le reprendió tenso — te estoy preguntando sobre el sufragio que nos enviaron con la amenaza de muerte. ¿Ya llevaste el caso a la policía? Ella bajo los hombros y suspiró con pesadez. —Papá no hay que tener miedo simplemente es algún tonto que nos quiere amedrentar por algún negocio que haya hecho mal o porque yo sin querer le arruine algún negocio — le restó ella importancia al sufragio — ¿Tú crees que no tenemos enemigos?— le preguntó el hombre algo molesto por la falta de interés a la amenaza. Ella lo miró con ojos expresivos fijamente. — ¿Acaso tenemos algún enemigo que yo no conozca?— le preguntó ella con un dejó de burla, pero pudo percatarse que su padre se tensó y que en su rostro cayó cierta palidez — papá ¿Tú tienes algún enemigo? —Ahora ella se preocupó— porque de ser así es mejor ir a la policía y contarle. Yo por mi parte que  sepa el único enemigo sería José Mario y no creo que el estúpido ese tengan la desfachatez de volverme a buscar cuando fue él el que me avergonzó delante de todo  Salamina El hombre siguió comiendo en silencio mascaba con lentitud y la escuchaba con atención. Ellos tenían un enemigo, un enemigo del cual él era el único culpable de cualquier acto de violencia que cometieron contra ellos. Él fue el culpable del homicidio de esa mujer y esa niña en la carretera. Él fue el culpable porque en vez de prestarle ayuda lo que hizo fue que los abandonó a su suerte y las consecuencias fueron la muerte de la madre y de la hija,  una niña de apenas dos años edad.  —Nosotros hemos hecho muchas cosas y no recordamos todas nuestras acciones, estas se quedan en el pasado para nosotros,  pero muchos recuerdan  lo que se les ha dicho o hecho a ellos. El que ofende olvida el ofendido no — dijo él con cierta frialdad en la voz — No te confíes que te están amenazando denúncialo a la policía contratan guardaespaldas  no sé, haz algo para proteger tu vida. Ella dejó de comer colocó sus manos sobre la mesa y tamborileo las uñas en la mesa con cierta lentitud y parsimonia.  — En el sufragio nos amenazan a los dos — le dijo  ella—  así que si yo contrato un guardaespaldas  para que me proteja, también contrató uno para ti y no habrá discusión—  dijo ella tajante. —Es importante que te protejas —reiteró el hombre — tú vives de un lugar para otro,  saliendo,  entrando.  Busca un hombre que te acompañe todo el tiempo— propuso el padre de la joven. Él estaba aterrado de que a ella le pasara algo malo. Ella recordó a Marcus García. El hombre alto y corpulento iba a ser su asistente. El solo de pensar en el hombre se le tensaba los nervios y se le tensaba el cuerpo.   Suspiro angustiada ante aquella sensación. —Ayer precisamente contraté  un asistente—  le dijo ella mientras jugueteaba con el tenedor la comida, había perdido el interés por el desayuno— él va a hacer las veces de asistente y me acompañara en todas partes. Supongo que su presencia ahuyentará a las personas que nos quieran hacer daño — dijo ella convencida. —Eso espero — dijo el hombre no muy convencido de lo que ella le acababa de decir.  Sabía que cuando alguien se proponía hacer daño, haría lo que fuera. Y además él sabía que ese hombre al que él dejó abandonado en la carretera podría venir a cobrarle sus deudas.  Rato después Erika llegó a la empresa y encontró a Marcus sentado en su lugar de trabajo. Se sorprendió al verlo, lo saludó y siguió a su propia oficina y cerró la puerta.  — ¡Dios!— exclamó ella nerviosa y se descargó en la puerta cerrada, se llevó una mano al pecho emocionada.  Ahí afuera estaba el hombre más atractivo que ella jamás se hubiese imaginado.  La barba cerrada rodeaba unos labios rojos. Y se moría por besarlos,  quería descubrir el sabor de esa boca — Cálmate Erika— se reprendió ella misma — tienes que dejar de ser tan calenturienta. Unos toques en la puerta la sobresaltaron y rápidamente se separó de ella y acomodó su larga falda ajustada hasta debajo de la rodilla y fue y se sentó en el sillón para decirle que siguiera. —Ya le organicé el cronograma de las clases—  dijo él muy atento con voz sensual mientras que sus ojos escanearon la figura de la mujer. Sobre todo sus ojos se concentraron en la boca femenina. El rostro de ella no llevaba gota de maquillaje esto lo incómodo a él. Estaba acostumbrado a andar con mujeres  que cargaban toneladas de pintura en el rostro, pero  ella era como una bocanada de aire fresco—  también organicé el calendario de los maestros a usted le tocarían los lunes y los miércoles y los viernes. Si está de acuerdo.  De todos modos aquí están las listas — le entregó un cartapacio de papeles impresos. Ella con mano temblorosa lo tomó, pero cuando sus dedos se tropezaron ella sintió como si una corriente eléctrica la hubiera zarandeado  y nerviosa bajo los ojos a la carpeta y la abrió. — Sí,  muy bien me parece fantástico—  le dijo ella después de leer. — Lo que no tengo es la fecha de inicio de las clases—  le dijo él. —Las clases las comenzamos dentro de  quince días.  Primero debemos ir a  los ranchos donde las maquinarias han sido llevadas para revisarlas  y así evaluar los daños — Le decía ella—.   Luego  mirar si los daños  son de mis máquinas  o han sido por el mal manejo de los empleados de los respectivos ranchos o por agentes ajenos a la maquinaria — dijo ella de manera profesional. —O sea que va a enviar a alguien para que revise las máquinas— le preguntó él con curiosidad— Debo llamar a alguien o algún mecánico o... Ella lo miró y le sonrió — No  Marcus, vamos a ir los dos a cada rancho que nos toca ir en estos quince días. — ¿Ranchos?—  dijo él como si aquella palabra le fastidiara, le aterraba—  Pero para qué quiere ir usted a los ranchos porque no envía a un hombre de confianza. —Porque no le tengo confianza a los hombres—  dijo ella y lo miro de arriba abajo y escaneo cada parte de su cuerpo.  Él pudo sentir su mirada como si fueran caricias y esto le gustó. — Entonces lo que usted está diciendo— prosiguió Marcus con la conversación — es que usted y yo vamos a ir a revisar toda la maquinaria que usted ha vendido. —Sí señor,  entendió muy bien. Vamos a ir a cada rancho, revisaremos tanto los tractores como las segadoras y cada máquina que se haya vendido en esta empresa. Voy a hacerme responsable de mis acciones, si el error fue mío,  respondo.  Sí el error es producto de manos siniestras pues entonces vuelvo y pongo otra denuncia. — ¿Otra denuncia?—  preguntó él  con curiosidad. —Miré Marcus la semana pasada a mí me llegó un sufragio donde se me amenazaba  a muerte y a mi papá también— empezó a explicarle ella — y a  partir de ese momento todas las maquinarias han sido saboteadas. Es más aun  las que están en  la empresa — Suspiró— estoy al borde de la quiebra. Si no me pongo las pilas y demuestro que ha sido un atentado contra la empresa EricSánchez lo perderé todo. Los ojos de Marcus García la miraban fijamente y al escucharla se estremeció de que ella había recibido una amenaza de muerte y se veía tan tranquila. ¿Sería que ella no tenía en cuenta la gravedad de ese asunto? —Ya lo denunció. La amenaza — preguntó Marcus. —Sí ya denuncié, pero la policía me dicen que aún no pueden hacer nada y que simplemente llegó el sufragio a la casa de mi padre y es difícil  investigar. Él apretó la boca. Alguien quería hacerle daño. Alguien se le había adelantado,  pero no lo iba a permitir. Esa era su venganza.
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