Erika da vueltas y vueltas en la cama. Su pensamiento está en el hombre que se encuentra en la pequeña sala. Al verlo con el dorso desnudo le dieron una ganas grandes de acariciarlo, que su mano descubrieran cada uno de sus tensos músculos. Sus mejillas se pusieron colorada de solo imaginar que la maldita toalla cayera al piso y poder verlo como Dios lo mando al mundo. —Para ya, ya— se dijo en la habitación. Pero su boca habla sin ningún sentido. —Tengo sed— dijo y se levantó. Al momento de pasar por el espejo que reflejo su imagen vio que tenía un baby doll muy sugestivo. Su enorme sonrisa le ilumino el rostro. —¿Será que le llego a gustar?— se siguió mirando en el espejo. Miro la bata levantadora que servía para cubrir un poco aquella transparencia, pero elevo sus hombros