Erika caminaba por uno de los prados después del almuerzo, sus ojos miran la gran extensión de tierra. Tenía sus pensamientos confundidos por la extraña y nueva emoción que estaba naciendo dentro y aferrándose dentro de ella como si fueran garras de acero. Sus ojos buscaron la figura de Marcus. Ahí estaba el corpulento hombre que se derretía en una conversación con la imprudente y lengua de filo de Sonia. Suspiro con desánimo. La noche anterior estaba tan dispuesta a acostarse con él y hasta de ser posible dejarse embarazar, pero viéndolo ahora era una solemne tontería. Sin que ella se percate se acercó el caporal. — ¿Estás muy preocupada por sus máquinas? — Le preguntó Manuel — ese daño fue por mano y no por producción, eso es algo tu favor. Ella lo miro. —Sin embargo no