De pronto un vacío indescriptible se había alojado en todo el apartamento y lo peor aún… era aquel eco de la sensación que la ida de Max había provocado en mi pecho, era un profundo sentimiento de rechazo conocido, uno que Nate había marcado en mí con una feroz precisión.
¿Cómo podía ser tan tonta? Un par de lágrimas se escaparon sin permiso y resbalaron gélidas por mis mejillas, esas que quité con una rabia, odiando cada segundo el sentirme tan vulnerable y pequeña.
«Maldito sentimiento y maldito seas, Maxwell… Ya estuvo claro que no te importo más allá de esta cama, ¿verdad?», le hablé al tipo en mi mente mientras me arropaba bajo el edredón, sentía el frío de la soledad, de sentirme patética.
Pero aquello solo duró un par de minutos, porque con la misma me levanté decidida a no hundirme y quedar cautiva en la autocompasión, lo que había pasado no podía revertirlo.
Yo lo sabía… sabía el riesgo que corría al dejarme llevar por una noche de copas, solo por un segundo creí que sí le había interesado, por cómo había peleado por mí, por la manera en que me había mirado desde la lejanía mientras fingía hablar con sus amigos.
Pero luego venía la sombra de pensamientos a atacarme, porque sabía que para él, yo no sería más que una distracción, una posible aventurilla pasajera y yo me maldecía por no haber jugado mis cartas mejor, porque era obvio que lo único que me importaba era que me tomara en serio, pero no por alguna razón romántica, sino por otra razón de peso mayor.
Pero lo de anoche… me mordí el labio inferior.
Con los pensamientos lascivos que me invadían y que mi mente me regalaba de Maxwell en mi cama, comencé a caminar intranquila aun con las sensaciones sobre mí, como si estuvieran pasando en tiempo real…
Sus manos haciendo de mí lo que había querido, para luego dejarme probarlo a él también y luego sentir su aliento sobre mi rostro, esos excitantes besos que sabían a alcohol pero que, en definitiva me embriagaron más que el maldito wiski. Como pasé mis manos por ese abdomen, por sus pectorales endurecidos, por esa espalda ancha y masculina, sin mencionar ese gran m*****o energizado que me había regalado un exquisito e inolvidable orgasmo.
«¡Basta Chloe, por Dios!».
A esas alturas había caminado desnuda hacia el cuarto de baño y me metí a la ducha para dejar caer el agua tibia y bajar mis pensamientos de calentura que él había dejado.
Ya mis pezones se habían endurecido, los toqué y estaban tan sensibles que tuve que estimularlos yo sola para apagar un poco ese fuego, pero mi cuerpo comenzó a pedirme más.
Con frenesí llevé dos de mis dedos a mi ya humedecida zona íntima y me sobresalté por una punzada de placer, ya que mi botón sensible estaba hinchado. No sabía qué tan afectada me iba a quedar después de quedar exhausta y sudorosa al lado de Max y caer en un profundo sueño.
El deseo me llevó a meter mis dos dedos en mi deseosa entrada, mientras con la otra mano seguí estimulando mi botón del placer y los gemidos se hicieron presentes, cerré mis ojos y abrí la boca, su imagen tan sexy no se iba de mi mente.
Su mirada lasciva, sus estocadas lentas… luego rápidas y fuertes que me elevaron al cielo… solo esperaba que al terminar se me borrara por un segundo ese hombre.
—¡Ahh, sí…! —era lo único que salía de mi garganta cuando sentí el arrebatado orgasmo venir, con una serie de contracciones que me hicieron ver las jodidas estrellas.
Saqué mis dedos de mi interior y me recliné en la baldosa de la ducha. Me regodeé en la vergüenza y me insultaba internamente, para luego preguntarme… ¿Y ahora qué se supone que iba a hacer?
Respiré hondo y me terminé de quitar las secuelas de lo que había hecho conmigo misma ahí adentro. Hasta el espejo estaba empañado de tanto calor ahí adentro.
Yo estaba decidida a reponerme. Me vestí con una pijama cómoda para pedir un domicilio, ya que aun no me reponía de la sensación de cruda que aun me molestaba.
Mientras esperaba la comida, le marqué a Olivia, quien al primer timbrazo atendió, y comenzó con su típico interrogatorio.
—¿Se puede saber por qué no te has reportado desde hace horas, señorita? Pensé que estabas secuestrada o muerta ¡No hagas eso, Sasha! —soltó con furia pero me hizo reír con su exagerada preocupación.
—Ya… tranquila, mamá —respondí con sarcasmo—. Estaba… ocupada, ya sabes, trabajando en el plan para conquistar al ex cuñado.
Traté de resumirle los detalles, desde la pelea con el borracho violento hasta el drama de escapar del paparazzi —que realmente esperaba nos hubiera sacado alguna foto, eso sin duda me convenía—, y luego la velada en mi apartamento que terminó más fogosa de lo que imaginé.
Olivia se quedó en silencio por un momento y casi gritaba con lo que le conté de cómo terminamos la noche, aunque evité comentarle que prácticamente me había tocado con lascivia en la ducha pensando en él, eso no podía ni siquiera aceptarlo yo.
—¡Sasha! Pues felicidades que avanzaste pasos agigantados con ese tipo, pero… ¿Te das cuenta del riesgo? ¿Qué tal si ese tal Max era un cobarde que no te hubiera defendido? Podrías haber terminado muy mal, una tragedia innecesaria.
Esta vez yo suspiré, con resignación.
—Ya sé, ya sé, Olivia, pero lo peor de todo fue que… Maxwell salió de aquí como si hubiera visto un fantasma, dis que por negocios. Yo creo que ya no va a querer verme otra vez —dije con la voz en un hilo.
Olivia pronto percibió mi estado e intentó calmarme aunque no funcionó de mucho.
—Escucha… hay hombres que necesitan pensar en cómo se sienten respecto a una mujer, sobre todo si el hombre está divorciado... dale tiempo —sugirió Olivia, apesadumbrada.
—¿Y cuánto tiempo se supone que yo espere, Olivia? —inquirí exigente y más que eso con la impaciencia en el pecho—. No quisiera que este plan se aplace tanto.
—No sé… tal vez unas horas, o quizá tres días —comentó ella como buscando las palabras correctas—. Creo que si pasa más de ese tiempo, considera que tendrás que pensar en hacer algo más… y eso quizá no sea ni rápido ni barato. No puedes ir por allí cambiando de identidad a diestra y siniestra, señorita.
—Entiendo eso, sé que tengo desventajas, ni modo, tendré que darle tiempo —dije mientras rodaba los ojos con molestia.
Pronto Olivia cambió el tema, me sugirió que avanzara en mis otros “negocios”, debía abrir ciertas cuentas bancarias y comenzar a trasladar un dinero allí y aparte de eso, ella me dijo que intentara investigar al menos si Nate seguía en la ciudad, porque si no todo sería en vano.
Ella estaría dándome alguna información y manejando mi boutique en línea, que no iba mal, pero tampoco muy bien. Necesitaba mover mi estado financiero si no me quería quedar en números rojos.
Pronto nos despedimos y llegó la comida. Mientras desayunaba, recordé algo y fui hasta mi equipaje para sacar mi cofre secreto. Abrí la tapa y se dejó ver mi viejo celular y ese anillo maldito de compromiso que tanto aborrecía, pero que guardaba como símbolo de mi plan y para alimentar mi odio, mi rencor, ese que al que Nate me había orillado con su traición y con el acto despiadado que me terminó de hundir…
Debía descubrir quién fue el hombre que me asaltó sexualmente, quienes más estaban implicados para deshacerme de ellos uno a uno sin piedad, así como ellos no la tuvieron con una pobre mujer destrozada llamada Chloe.