Chloe Wheeler/Sasha Smirnova
Había dormido tan plácidamente toda la noche, que lo único que pudo despertarme fue aquel martilleante dolor de cabeza que hacía latir mis sienes.
Cada pulsación solo me recordaba lo que anoche había pasado, que si no fuera por el malestar, juraría hubiese sido un sueño… lindo y excitante a la vez.
Me incorporé a la cama con lentitud y pequeños quejidos y pronto cuando el refilón de la luz en la cortina debido a una ráfaga de viento, me hizo volver a la realidad con un remordimiento que oprimía mi pecho como una pesada ancla.
Aun no me lo creía que me hubiera dejado llevar por mis bajas pasiones para llegar a Max tan lejos como lo hizo en el primer encuentro y termináramos enredados en las sábanas de mi nuevo apartamento ¡Dios, que locura más pasional!
Me desconocí por completo y mi corazón se sobresaltó cuando volteé a ver que… allí estaba a mi lado, en su profundo sueño. Me llevé una mano a la frente para tratar de contener las ganas de escarmentar.
Es que, nunca había hecho algo tan impulsivo, algo tan… arriesgado, solo para llamar la atención de un hombre, y menos con alguien como mi ex cuñado Maxwell, que era tan parecido a Nate… que ni siquiera me atraía realmente por tantas razones, quiero decir… todo era por mi misión, ¿verdad?
Mientras mi mente era un caos, mis orbes se posaron en Max, que aun dormía a mi lado. Su rostro se veía tan tranquilo, tan relajado y hasta… ¿tierno y sexy? Algo en mi entrepierna latió en una punzada que activó mi deseo nuevamente, pero pude tomar el control para calmarlo.
«¡Pero qué demonios piensas, Chloe! —me regañé internamente—. Ya te lo dije, Max no es distinto a Nate ni a cualquier otro hombre en este mundo ¡Al final todos terminan siendo iguales! No valen la pena, solo debes usarlos para tu dulce venganza».
Pero de pronto mis pensamientos se esfumaron cuando lo vi removerse para abrir los ojos y tapé mis pechos con el edredón, intenté peinar mi rubio y alborotado cabello, pero fallé en el intento.
Maxwell parpadeó un par de veces, era como si intentara recordar o ubicarse. Cuando al fin sus neuronas parecieron hacer conexión y se dio cuenta de todo, me volteó a ver para dedicarme una sonrisa adormilada, dejando ver ese hoyuelo al lado de su boca que, sin quererlo, me hizo sentir una cosquilla en mi vientre.
—Buenos días, mi chica misteriosa —dijo él con su voz ronca y profunda.
—Buenos días… Max —murmuré recordando que la noche anterior me dio luz verde para llamarlo por su diminutivo y solo al recordar eso mi corazón se aceleró un poco.
Él se incorporó, aun sonriente, con el cabello despeinado, como si no hubiera despertado por completo y por Dios… esos bíceps al desnudo, ese torso y su abdomen me hacían sentir cosas que en verdad no quería, al menos no cada maldita vez que lo viera, necesitaba auto control ya.
—¿Cómo amaneciste? —inquirió con dulzura mientras dirigió su mano hacia mis mechones para peinarlos un poco. Pero… ¿qué estaba haciendo? No tenía por qué actuar tan tierno ¡Los hombres siempre fingiendo lo que no son, ya estoy harta de que les funcione!
—No mejor que tú… a pesar de que dormí muy bien, me has dado un buen tratamiento relajante anoche —dije coquetamente, ahora esa debería ser mi esencia, la seducción continua hacia él.
Él pareció sonrojarse y se relamió los labios con lo que le dije. Compartimos una pequeña conversación sobre el dolor de cabeza, e intentamos recordar todo lo que afirmábamos, el wiski era el responsable de la noche de pasión que compartimos.
Con dicha conversación pude ver como de entre la sábana algo se agrandaba y endurecía en Max. Me mordí el labio porque yo, con solo recordar estaba comenzando a mojarme nuevamente. Por supuesto que mi conciencia no me dejaba en paz, pero tampoco mis ojos que no podían dejar de mirarlo. Mi necesidad s****l me estaba debilitando demasiado, tenía que controlarme.
—Por cierto, preciosa… ¿qué hora es? —preguntó mientras buscaba su reloj, pero yo me adelanté.
—Casi son las nueve…
Con tan solo decir aquello, prácticamente Max saltó de la cama en busca de su celular con mucha desesperación. Mis ojos solo se agrandaron para observar sus movimientos y comenzaba a extrañarme con su aflicción ¿Acaso estaba usando uno de los típicos métodos para evadir o huir de las mujeres que no les interesaban?
—Aquí está… —dijo triunfante y casi en son de broma, cuando lo encontró en el suelo justo a la par de la cama.
Yo sonreí, pero antes de que pudiera seguir con mi seducción y quizá lograr que me diera su número, el celular de él comenzó a vibrar muchísimo. Él contestaba las llamadas que supuestamente eran de negocios. Hablaba con esa autoridad y urgencia con la que los Donovan tanto hablaban, sí… eran unos déspotas y nada me haría creer lo contrario.
—Escucha, me disculpo… diles que no se atrevan a comenzar, haz lo que sea para retrasar unos minutos todo y por favor aplaza la junta de ejecutivos para la tarde, ya no me da tiempo —ordenó Max, mientras yo me quedaba en suspenso total—. No, no, hazme ese favor, no puedo dejar que ella me lleve la ventaja en esto y lo sabes.
«¿Con quién diablos estará compitiendo Max?», me decía porque la curiosidad me carcomía de manera inevitable.
Mi mente daba vueltas intentando entender a quién se refería con “ella”. Me le quedé viendo con el pensamiento de que tendría que aguantarme hasta que quizá Max confiara lo suficiente en mí para saber ciertos detalles.
Aclaración… no era porque me fijara de más en él ¡No! Simplemente yo debía saber todo para llevar a cabo mi plan.
Al final de unos ocho minutos de espera, Maxwell colgó y al fin se giró hacia mí con una sonrisa a medias, con aires de una posible pena.
—Perdóname, Sasha… —decía mientras se comenzaba a vestir presuroso—. Yo en verdad no soy así… esto no lo planeé y hoy tenía demasiadas cosas, asuntos importantes, pero te juro que te voy a compensar. Me comunicaré pronto contigo para hablar más tranquilos, ¿sí?
Yo asentí con una sonrisa mientras observaba como ese tipo decía un adiós rápido y con la misma se fue como rayo, en las gradas llamaba a Carl y con tono imperativo, pero bueno ¿qué podía esperarse de un asqueroso Donovan?
Una vez más el desprecio a ese apellido, a Nate y a su calaña subió por todo mi torrente sanguíneo. Los odiaba a todos, pero especialmente al maldito de mi ex. Solo esperaba que el acercamiento con Max me acercara lo suficiente a él como para darle donde más le duele ¡En su empresa y vida personal, claro está!
En el instante en el que Maxwell salió por esa puerta, sentí algo mucho más fuerte que el malestar de borrachera… era un vacío indescriptible que se hizo presente en todo el apartamento y lo que es peor, en mi pecho.