Encuentros infernales, sorpresas celestiales

1418 Words
Chloe Wheeler/Sasha Smirnova Con el resto de la mañana en curso, aproveché para enviar desde mi número antiguo, algunos mensajes rápidos a mi familia, solo para evitar que entraran en pánico y comenzaran alguna búsqueda oficial por mi ausencia repentina. La verdad no creí tardarme mucho en eso, pero pronto se llegó el mediodía y a todo eso había una persona rondándome la mente de manera inevitable: Maxwell Donovan. Ya me había dado auto placer para olvidarme del asunto… ¿Por qué diablos no salía de mis pensamientos? Aquello me irritaba demasiado, no me dejaba concentrar, sí… sabía que en parte era porque era mi presa y no estaba dispuesta a dejarla ir tan fácilmente antes de comenzar siquiera mi plan. Pero mis recuerdos invasivos se encargaban de traicionarme, e insistían en revivir su mirada, su presencia. «Claro… tan galante el señor Donovan, todo un héroe caballeroso ¡Sí claro! —dije para mis adentros con una sonrisa irónica, mientras me desenredaba el cabello al espejo y me miraba a los ojos—, pero ni se te ocurra hacerte ilusiones vagas, Chloe… los hombres no valen la pena, te lo han demostrado tantas veces». Me repetía que todo era el efecto del alcohol y que ya no iba a volver a utilizar ese recurso, debía ser todo a conciencia si quería tener el control del asunto. Pronto me llevé las manos a la cara, porque aun mis mejillas se acaloraban con todo lo sucedido, suspiré profundamente para calmarme y sacudir esos pensamientos. Así comencé a maquillarme con algo no muy extravagante, debía lucir natural y fresca. La cruda realidad era que estaba allí en ese frío apartamento completamente sola, ni siquiera habíamos intercambiado números de celular con Max. Aquel detalle, por muy pequeño que pareciera, estaba comenzando a considerarlo un tremendo fallo en mi misión. Mientras tanto, elegí una blusa sin mangas a rayas de colores cálidos, me puse unos jeans de cintura baja que me tallaban a la perfección, levantaban mis bien formados glúteos y dejaban al descubierto mi ahora plano abdomen. Claro que lo lucía con orgullo, después de tanto que pasé para obtenerlo. Terminé mi look atando mi cabello en una coleta alta, no sin olvidar llevarme puestas mis gafas oscuras y finalicé mi vestimenta colocándome unos tenis blancos muy cómodos, ya que sabía de antemano que la tarde iba a estar llena de caminatas y posibles encuentros que sabía no serían muy gratos para mí, aunque nadie me reconociera. ¡Vaya que había gastado mi buen dinero en un cambio rotundo de guardarropa! Sin pensarlo más, tomé mi bolso estiloso y salí del edificio. En cuanto crucé la calle noté algo nuevo en las miradas de la gente… yo era como un imán que provocaba me siguieran con cada movimiento y contoneo. No sabía cuan atractiva podía ser a plena luz del día, pero elevar mi mirada con seguridad hizo la diferencia, por primera vez en mucho tiempo me sentí segura de mí misma. El calor del mediodía comenzaba a hacer sus efectos, pero eso no impidió que siguiera mi camino, sabía exactamente a donde me dirigía. Yo conocía cada calle y avenida por suerte. Además, sería la última vez que Sasha Smirnova iba a desplazarse en transporte público. Una mujer ejecutiva como yo debía proyectar el éxito en todo sentido, así que andar en metro no era una opción para mí. Una vez entre en un rincón del vagón, distinguí a lo lejos a algunas antiguas compañeras de trabajo y no era cualquier grupo, eran las arpías, amigas de Tanya, esas mismas que estoy segura le ayudaban a criticarme a escondidas. De pronto noté como una de ellas, la más regordeta y venenosa, se quedó viendo mis curvas ¡Ja! Si tan solo supieran a quién tenían enfrente, morirían más de envidia de lo que ya les ardía. Tuve que aceptar que los nervios me comenzaron a ganar, así que saqué mi celular y fingí demencia, comencé a ver videos mientras me reía un poco; debía pretender que era alguien inmutable y despreocupada. Al bajar pasé al lado de ellas mientras sentía que me devoraban con sus miradas saltonas y llenas de ánimos de chisme venenoso. Cuando dejé atrás ese metro me sentí más aliviada y me dirigía al concesionario más cercano, decidida a obtener un vehículo. Comprar un auto no era necesario para mí en ese momento, pero vaya que un alquiler podía darme la imagen adecuada. «Tiene que ser un auto que me de mucha presencia», pensaba para mis adentros mientras me acercaba la entrada del lugar. Al cruzar la gran entrada luego de que un guardia, con su sonrisa seductora, que juraría casi se le caía la baba al verme, me dio la bienvenida y sin previo aviso, el piso se movió y sentía que mis piernas no daban de sí. Ahí entre los autos en exhibición estaba… Nate y con otra mujer a su lado, a quien sostenía por la cintura y sonreían como si no existiera un mañana para ellos. Abrí mis ojos cuando noté que esa mujer se trataba de nada más y nada menos que… ¡Tanya! Yo me hice a un lado, justo detrás de un auto que tapara mi presencia de momento, mientras me llevaba una mano al pecho para tomar aire y recomponerme. Pensé que iba a estar más preparada para encararlos, bueno, realmente no esperaba encontrármelos y mucho menos a los dos juntos como una pareja. Me di cuenta de lo débil que aún estaba, de lo frescas que se encontraban las heridas, de lo desgarrador que era verlos felices, como si nada hubiera pasado. Sus risas estaban cimentadas sobre mis lágrimas, sufrimientos y la humillación que viví. Mi crisis se convirtió en rabia, en cólera total. —Señorita… ¿se siente bien? —me preguntó una amable vendedora—. Si quiere puedo traerle un vaso de agua. Yo aun respiraba fuerte y juro que lo rojo de mi rostro no era rubor de maquillaje. —No te preocupes, estoy perfecta —le dije para no crear un drama innecesario— ¿Por qué mejor no me muestras los mejores modelos que tengas para alquiler? La escuálida chica pareció cambiar su semblante preocupado y me pidió que la acompañara hacia el área, pero tuve que pasar frente a la “pareja del año”, que obviamente no pudo ignorar mi extravagancia. Me detuve frente a un lujoso sedán mientras fingía concentrarme en lo mío, en mis negocios, pero pronto supe que Nate no podía resistir ese impulso de mirarme, como el buen perro que solía ser. Sentía su mirada quemándome la piel y también percibía como Tanya tampoco podía disimular la gran incomodidad. Parecía susurrarle a él y lanzar miradas tóxicas en mi dirección. Iba sintiendo que mi ira se transformaba paulatinamente en una extraña satisfacción. Tanya lo jalaba del brazo, a tal punto en que vi el momento en que ella insistió para sacarlo de allí. Yo sabía cómo era Nate de hipócrita. A pesar de que sonreía y parecía acceder al capricho de su pareje, seguramente apenas y salieran de ahí, él explotaría en alegatas, con sus malos tratos, ya me sabía el cuento. De tan solo pensar lo que le esperaba a la zorra de Tanya me reí para mis adentros. Cuando por fin mis mayores enemigos desaparecieron de la tienda, y que al fin pude comprobar que Nate seguía en Nueva York, sentí una repentina paz. Pronto me concentré en mi nueva adquisición, un auto azul marino, brillante y moderno que representaba mi autonomía. Se me fue toda la tarde sumida en todo el papeleo. Al salir, me sentía triunfante, pero a la vez una extraña tristeza me invadía… Max seguía en mi mente ¿Lo volvería a ver? La incertidumbre se apoderó de mis sentidos una vez más y rendirme no era una opción. La venganza me llamaba, aun tenía tanto porque pelear. Al llegar al apartamento tras aparcar, me comencé a sentir baja de energía mientras caminaba, pero me quedé paralizada al llegar a la puerta… Un inmenso ramo de rosas rojas me esperaba con esa maravillosa fragancia y esplendor. Me llevé las manos a la boca, incrédula. Mi corazón dio un brinco mientras sacaba la tarjeta como si fuera una niña en navidad abriendo sus regalos. Las letras en cursiva que dejaban un mensaje claro y conciso: “Mi chica misteriosa, te invito a cenar para compensarte lo de anoche. M.D.”
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