–Me he estado preguntando qué debo hacer con usted cuando lleguemos a Inglaterra, Leila– dijo el Marqués. –Yo... estaré... bien– respondió ella de inmediato, ya que estaba decidida a no convertirse en un problema para él. –¿En qué pensaba esta noche cuando el Conde le dijo estos halagos extravagantes y la hizo sentirse incómoda?– preguntó el Marqués. –Cuando yo era invitada a las casas de mis compañeras de escuela en Florencia, sus hermanos, algunas veces, me decían cumplidos. Pero... como eran italianos... de alguna manera... no me parecían reales. –¿Y los del Conde le parecieron también así? Leila permaneció en silencio por un momento, como si se le hubiera planteado un problema. Luego respondió: –Eran espontáneos, pero de alguna manera, sonaron vacíos, como si los hubiera repetido