CAPÍTULO VAFORTUNADAMENTE, Leila no tuvo que decirle a su tía que había viajado a Amsterdam. Al regresar, se encontró con que la Baronesa estaba profundamente dormida. Era obvio que había tomado las píldoras que le aliviaban el dolor y la hacían dormir. Así, pues, no pudo hablar con ella hasta mucho más tarde. Después de la cena fue hasta su habitación y ya la encontró despierta, pero todavía un poco adormilada. –¿Has estado... bien..., mi querida niña?– preguntó. –Sí, por supuesto, tía Edith, y siento mucho que estés padeciendo. –Ahora estoy mejor– dijo la Baronesa–, mañana vamos a tener una larga conversación. Tengo algunos recuerdos de tu madre, que estoy segura, que te gustaría ver. –Me encantaria– aseguró Leila. Se dio cuenta que para su tía representaba un gran esfuerzo el hab