G lo ignoró totalmente y se sentó en el sofá, extendiéndose cuan largo era y bostezó de la manera que haría un oso. Fue una gran distracción. Verlo así me hizo reír. La vena tierna me salió a relucir en ese momento. Se le veía cansado y vulnerable. Ya no daba tanto miedo como antes y parecía más joven, como si se hubiese quitado una máscara gigante. Era agradable verlo como un ser humano normal y corriente, no como una máquina de matar de la mafia (si de verdad mataba, porque yo solo le había quitado una bala). Hunter estaba perdido por algún lugar y yo tenía trabajo que hacer, así que me senté junto a un enchufe en el suelo y encendí mi portátil. La historia no se iba a acabar solita y no tenía ganas de escuchar a mi editora chillándome como una loca por haberme retrasado con la entrega.