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Decir que la vida de la mafia no es aburrida es no tener ni idea. Seguro que los “soldados a raso”, como yo los llamo, tienen acción y todas esas tareas peligrosas que se nos vienen a la cabeza cuando pensamos en el término “mafia”. El problema es que no todo el mundo en ese mundillo es “soldado raso”. Yo desde luego no lo era. Yo era la “prisionera-huésped”. Llevaba una semana prácticamente encerrada en mi cuarto y excepto por las visitas de Cami y G, estaba sola. Por lo menos tenía mi portátil para escribir y no volverme loca. La parte positiva de mi aislamiento es que conseguí avanzar mucho en la nueva novela. Mi imaginación, que antes parecía atrofiada, ahora estaba disparada. El último incidente romántico (o lo que sea que fuese) con G me había dado un empujoncito que necesitaba. El l

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