No tome ni mis cosas. Ni mi portátil. Nada. Tenía tantas ganas de largarme que no pensé en que dejaba atrás cosas importantes. Solo sabía que tenía que huir rápido antes de que Hunter me cogiese. Justo cuando abría la puerta, una pared entró, chocando contra mí y lanzándome hacia atrás. Aterricé en mi trasero con un gemido. Eso había dolido. Seguro que me había roto el sacro. Me apoyé en mis manos y me levanté como un niño chico. ¿Quién si no iba a ser? El idiota me observaba desde la puerta con una mueca muy parecida a una sonrisa de superioridad en su cara. Lo odiaba. Cada segundo que pasaba juro que lo odiaba un poco más. Sus ojos parecían chisporrotear con una emoción suficientemente insultante para mí: Diversión. Juro que iba a matar a ese chiquillo. Tarde o temprano lo iba a asesina