Me arrastró hasta su coche, un ferrari deportivo brillante. Se notaba que no le gustaba llamar la atención. Le ayudé a meter las cosas en el maletero y me metí en el asiento del copiloto. Antes de que pudiese cerrar la puerta, lo hizo él por mí. Una vez dentro me puso sus gafas de sol y me tapó la cabeza con una gorra negra. Seguro que los paparazzis no me reconocían así. G se comportaba como si fuésemos famosos. Me reí en voz baja, y él me escuchó porque siempre lo hacía. Puso lo radio, cambiando de emisora hasta que Eminem llenó el silencio. Sus gustos musicales encajaban con los míos. Canté a la vez que el rapero, ganándome varias miradas divertidas de mi acompañante loco. Me importó más bien poco. Al contrario, subí el tono hasta que se me escuchaba más a mí y a mis fallos que al pro