CAPÍTULO ONCE Aidan estaba avergonzado pero, aunque lo intentaba, no podía dejar de llorar. Se había retirado hasta las orillas del campamento a una cueva a las afueras del campo deseando poder estar solo, tratando de que los otros hombres no vieran sus lágrimas. Solo Blanco estaba a sus pies y gemía a su lado. Deseaba poder detener las lágrimas pero no podía, pues estaba abrumado por el dolor de la herida de su padre. Vivirá, pero no por mucho. Las palabras de Lorna hacían eco en su cabeza y deseaba poder borrarlas. Lo daría todo para que su padre pudiera vivir para siempre. Con su cabeza en las manos, Aidan lloró calladamente. Revivía en su mente el momento en el que Ra, disfrazado como su hermana, había apuñalado a su padre. Aidan bajaba por la colina, había lanzado la daga, y había