CAPÍTULO DOCE Seavig cabalgaba hacia el oeste liderando a cientos de los guerreros de Esephus, determinado a cumplir con el mandato de Duncan y guerrear contra la flota Pandesiana. Sabía que las probabilidades estaban contra él y que la batalla en el mar probablemente terminaría en su muerte, pero esto no lo detuvo: era lo más honorable que podía hacer por su país. Y él haría cualquier cosa por Duncan. Mientras cabalgaba, Seavig pensó en los grandes números de la flota Pandesiana y supo que esta debería ser la batalla más brillante que él y sus hombres llevarían a cabo en el mar. Vivía para momentos como este, en los que estaba entre la espada y la pared y con probabilidades ínfimas; disfrutaba cuando la situación lo obligaba a no solo ser un gran guerrero, sino también uno inteligente.