Dos días después Abro los ojos de golpe, arrepintiéndome al instante. Una luz cegadora es lo primero que mis ojos captan, cierro los ojos rápidamente, sintiendo como mi cabeza empieza a doler. — ¡Dalila! Esa voz la podría reconocer a kilómetros, mi amada Luciana. —No puedo abrir los ojos —anuncio en un susurro, con voz ronca—. Agua. Escucho movimientos, y el respaldar de mi cama, siendo levantado. Empiezo a sentir una molestia en mi espalda, y es donde recuerdo lo sucedido. Había sufrido un intento de asesinato. —Intenta abrir los ojos, tú puedes. Asiento. Abro lentamente los ojos, adaptándome a la luz cegadora, me esfuerzo por mantenerlos abiertos hasta que me acostumbro. Observo ojeras en el rostro de Luciana y su mirada completamente cansada. —Lo...Lo siento. Sonríe mostrándom