CAPÍTULO 4

1698 Words
Resoplo frustrada al ver que no hay ningún trabajo que se ajuste a mis horarios disponibles. La situación se empieza a tornar cada vez más dura, y me niego a utilizar el dinero de mi tarjeta, utilizarlo sería un s******o. Mis padres se enterarían en donde estoy y todo sería ... ¡Por Alá !, eso no puede suceder. Trabajo en lo que mejor se hacer por ahora, bailar. Tenía dos trabajos, en dos academias distintas enseñando danza árabe, pero una de ellas no necesito más de mis servicios, y de eso hace dos semanas. Tengo dinero reunido, pero no es lo suficiente, con lo de los materiales que se requieren en mi carrera me he gastado casi todo. Hace unos días tenía que haber pagar la renta de mi departamento y aun me falta ... todo. —Perderé este hermoso departamento y estar en la calle —susurro con lágrimas en los ojos—. No me abandona Alá, no lo hagas. Me levanto de mi silla dispuesta a ir por algo de comer y es donde recuerdo que no tengo nada en el refrigerador. Aun no me pagan, de igual forma no podría permitirme comprar alimentos, no cuando tengo que buscar otro departamento y uno mucho más barato. "Puedes vivir aquí, no habría problema" Sacudo mi cabeza negando, no puedo aceptar aquello, eso sería ir más allá de mis límites y no, necesito mantener mi paz interior. Cuando estaba por ir nuevamente a mi cuarto suena la puerta. Arrugo mi ceño en confusión. Cualquiera que no esté en la lista de personas que yo entregue al portero tiene que anunciarse, Luciana tenía unos compromisos con su tía Jessica sobre algo de una sesión de fotos, y Andrés aún no llegaba a roma. - ¿Quién es? —Pregunto. —Liam - ¿Acaso he escuchado mal? -. No tengo suficiente tiempo, abre Dalila. Abro lentamente encontrándome con su mirada seria, rueda los ojos y pasa por mi lado. —No recuerdo haberte invitado a entrar. —Sabes que no existen los vampiros ... ¿Verdad? - ¿Qué haces aquí? Estoy ocupada. —No lo estoy por gusto, lo siento por desilusionarte ... oh no espera, claro que no lo harías, porque tienes novio. ¿Novio? Por Alá, si nunca he tenido uno. - ¿De qué hablas? —Cuestiono confundida. —Sabía que no tenías novio, y menos alguien como tú. Luciana me mintió. —Pues esta —me señalo enojada por sus palabras— Alguien como yo, si tiene. Veo como arruga su ceño pero voltea su rostro rápidamente, camina hacia la cocina lo que me deja confundida. - ¿Qué quieres? —Pregunto. - ¿Por qué no has preparado nada aun para comer? —Pregunta con un tono de reproche—. Es medio día. —No tengo hambre —confieso simple—. No has dicho para que has venido, y por lo visto, para nada importante. Te pido que te vayas, tengo cosas que hacer. Liam hace caso omiso a mis palabras y abre el refrigerador, lo que inmediatamente me pone nerviosa. Se queda un rato observándolo, para después empezar abrir los gabinetes hasta que se gira hacia mí, mirándome con esa mirada tan fría e intimidante que tanto lo caracteriza. — ¿No tienes dinero? —es lo primero que pregunta. A paso rápido voy hacia la puerta, la abro y me volteo hacia él. —Te pido que te vayas, no deberías de estar aquí. Por Alá, no tiene ningún derecho a husmear en mi casa. —Te he hecho una pregunta Dalila y no ha sido contestada. Se acerca y contengo la respiración al ver lo extremadamente cerca que nos encontramos. Mi corazón no es de piedra. —Y no lo será, no tienes derecho a nada en mi vida. —Tienes razón —siento como su mano sujeta mi mandíbula provocando un cosquilleo en aquella zona—. No lo tengo. Me suelta bruscamente y se va azotando la puerta en el proceso. —Por Alá —susurro agitada llevando mi mano a mi pecho—. ¿Por qué Liam vendría?          Después de esa pequeña visita fui a bañarme y arreglarme, me sonroje cuando me di cuenta que había recibido a Liam en ropa muy corta. Mis padres morirían si supieran que un hombre me vio en shorts, y morirían y revivirían solo para morir nuevamente, al darse cuenta que doy presentaciones de danza árabe, cuando estrictamente debo bailarlo, solo delante de ellos o mi futuro esposo. Estoy yendo en contra las reglas y normas. Agarro una falda midi, un poco más debajo de mis rodillas, de color rosa pálido oscuro, una camisa básica blanca, unas zapatillas blancas. De accesorios un reloj blanco y un collar dorado. Resoplo frustrada al no saber qué hacerme en el cabello. Decido plancharlo al final. — ¿Y ahora? —me pregunto observándome cómo quede, mi barriga ruge—. Alá, tu más que nadie sabe que no puedo utilizar el dinero de mi tarjeta, envíame una solución. El sonido de la puerta sonando insistentemente llama mi atención. — ¡Voy! —grito, camino a paso rápido y cuando abro me llevo una gran sorpresa, el administrador del edificio en persona, se encuentra del otro lado de la puerta. Te pedí una solución, no más problemas Alá —pienso para mis adentros. —Srta. Kaur. —Sr. Leopoldo. —Ya debe de saber la razón por la cual estoy aquí —asiento lentamente—. El plazo para pagar la renta se cumplió hace dos días, por lo visto no la piensa pagar así que necesito que desaloje ahora mismo. Abro mis ojos como platos al escucharlo. ¿Qué haré ahora? —Aun no encuentro un apartamento, por favor deme plazo de unos días para irme —ruego, siento como mis ojos arden debido a las lágrimas que quieren salir. —Lo siento, se acabó el plazo —se voltea y es donde observo que varios hombres se encuentran detrás de él—. Saquen todo. — ¡No! —Grito—. Por Alá, no lo haga, no tengo a donde ir, mañana...me iré mañana por favor. —NO —responde rotundo—. Usted es una mala imagen para mi edificio, aquí solo vive gente con modo, no alguien que no puede pagar la renta y encima ruega cual pobre por un plato de comida. Mis lágrimas caen una por una, no digo nada, solo me corro aun lado para que esos hombres entren, no hay nada más que hacer. Pero antes de hacerlo una autoritaria voz los detiene. —Entran y será el peor error de sus vidas. —Liam —susurro sorprendida. — ¿Quién te crees que eres para venir a ordenarles a mis hombres? —le pregunta el Sr. Leopoldo—. Entren y saquen todas sus pertenencias... ¡Que entren les digo! Liam agarra al Sr. Leopoldo de la camisa y lo estampa contra la pared. Ahogo un gemido al verlos. La mirada de Liam está completamente oscura, da terror verlo así. —Jamás en tu perra vida volverás a desautorizarme —indica entre dientes—. ¿Quién me creo? —lo suelta y golpea su mandíbula—. Tu jodido jefe, eso soy maldito estúpido. — ¿Sr. Licciardi? ¿Liam Licciardi? —pregunta atónito, voltea a ver a los hombres que asienten con miedo—. N-No sabía...No lo sabía Sr. Licciardi. — ¿Qué clase de personas tengo trabajando para mí? —le pregunta a un Señor que hasta ahora veo—. Es un maldito incompetente —lo señala enojado. —Su hoja de vida es impecable y sus referencias son las mejores. —No me importa que tenga una referencia del mismísimo presidente, en la maldita entrevista tuvieron que saber cómo era este jodido hombre. —No se volverá a repetir Sr. Licciardi —se apresura a responder aquel hombre, veo que se encuentra nervioso. Todos aquí parecen estar nerviosos por la presencia de Liam menos yo... está bien, ¿A quién engaño? Yo también lo estoy. —Claro que no, o tú serás despedido junto con ellos —brama. — ¿Se-Seré despedido? —el miedo en el rostro del Sr. Leopoldo es evidente. — ¿Y es que lo dudas? —No volverá a suceder, se lo prometo —se levanta del suelo y antes de siquiera acercarse a Liam, este alza su mano para que se detenga—. Por favor no me despida. —Usted es una mala imagen para mi edificio, aquí solo tengo empleados competentes y humanitarios, no alguien que no sepa dar una prórroga de un día, cuando se estipula que cualquier inquilino tiene derecho a una semana y lo peor, un avaro hambriento de hambre que lo único que le importa es el dinero. —Sign.. —Saquen este hombre de mi edificio —ordena, se acerca al hombre que está a su lado y le susurra un par de cosas. Todos se van quedando solamente los dos. — ¿Por qué compraste este edificio? —es lo primero que pregunto. —No tengo porque darte explicaciones de mi vida. —Lo sé, solo que...Nadie de tu familia sabe que tienes un edificio, ¿Cierto? —Solo mi padre. — ¿Por qué comprar un edificio Liam? ¿Por qué comprar el edificio en el que vivo? —Deja tus cuestionamientos, no te creas importante porque no lo eres —Una forma es saberlo y otra cosa es escucharlo de sus labios, duele y duele mucho—. Quería empezar a invertir mi dinero y que mejor que en una cadena de hoteles. Asiento entendiendo. —Muchas gracias, que Alá te prospere siempre —asiente, muerde su labio inferior haciendo que desvié mi atención a ellos. Debería de ser un delito aquel gesto, Liam Licciardi es pura tentación. Líbrame de pensar cosas indebidas Alá. —Sobre el apartamen.. —Dame una semana para buscar un nuevo apartamento por favor, solo una semana —me apresuro en decir. —No Dali.. — ¿No? Entonces tres días, solo tres días. —Tampoco, tú —No quiero aprovechar que conozco a tu familia, Por Alá nunca lo haría. — ¿Me dejaras hablar? —cuestiona enojado, solo asiento como una niña regañada. No hace falta que Liam grite para darte miedo, intimidarte o incluso ponerte nerviosa, con su mirada y el tono de su voz es suficiente. —Lo que te quería decir es que puedes quedarte en este apartamento, no te preocupes por la renta y por los servicios, solo preocúpate por estudiar y ya. —No puedo aceptarlo. —Claro que puedes y lo harás —expresa firme. — Es que...no entiendo, ¿Por qué lo haces? —miro directamente sus ojos intentando encontrar alguna respuesta pero como siempre, no demuestran nada, su mirada es neutra. — ¿No puedes agradecer y ya? —Niego lentamente—. ¿Por qué? —Tal vez algo dentro de mí quiere confirmar algo tan imposible, pero que a su vez, puede ser tan posible como que Alá existe. — ¿Qué cosa? —susurra. —Que soy importante para ti Liam, que aunque siempre me ignoraste, siempre estuviste al pendiente de mí. Por un momento pude ver algo en sus ojos, por un momento pude ver aquella puerta abierta, por un solo momento pude observar el tesoro que Liam guarda entre candados, por un momento pude verlo sin ninguna restricción, y por primera vez, pude ver cariño en sus ojos, pero solo fue eso...un solo momento donde pude ver al verdadero Liam.
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