Eran varios los que acompañaron a Camila hasta su departamento donde los gemelos la esperaban igual de aturdidos que ella. Entraron en silencio con Samantha se dispuesta a preparar algo de té para todos. El lugar era pequeño y teniendo en cuenta que allí habitaban tres personas y ahora se habían sumado cinco más, realmente había muy poco espacio para permanecer, pero nadie pensaba dejar solos a aquel trío que sufría en silencio.
— Toma — susurró Samantha al estar al lado de Camila.
— Gracias — dijo ella.
— Dios… ¿Ya pudiste hablar con la aerolínea? — preguntó Manuel a su hermano que seguía con el teléfono pegado al oído y negaba con la cabeza.
No solo era la desesperación de que nadie les diera respuestas, sino que no estaban seguros si sus padres abordaron o no aquel vuelo.
— Entiend
