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Cordial y adorable #LL

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Blurb

Tres historias de tres hermanos. Las historias están entrelazadas y suceden al mismo tiempo.

Aquí, la historia de Camila Allende, una muchacha que, en su nuevo trabajo, encuentra más que buenos amigos y grandes aprendizajes.

Se SUGIERE leer primero "Adorable y Cordial", luego "Café y Chocolate" y, finalmente "En blanco y n***o"

#LL (Lectura Libre)

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Información de registro

Identificador 2104137503682

Fecha de registro 13-abr-2021 12:28 UTC

Licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0

Adorable y cordial #LL (1) -

CC by-nc-nd 4.0 -

Laura Biurriarena

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Capítulo 1
Claro que había averiguado todo lo necesario para su entrevista, buscó en Internet la información correspondiente a los dueños de aquella nueva compañía, las acciones y ganancias que tenían, el perfil de los clientes, todos los proveedores que utilizaban, y sobre todo, lo que a ella más le importaba, la imagen que la empresa quería transmitir. Sí, tenía toda la información en su cabeza y la repasaba mentalmente mientras subía por el ascensor al tercer piso de aquel edificio al que había sido convocada. Miraba en los botones de la gran caja metálica que la transportaba, cómo los pisos pasaban. Finalmente la puerta se abrió y frente a ella encontró un enorme espacio abierto con grandes mesas desparramadas por el lugar. La gente parecía sentada al azar en los lugares dispuestos para trabajar y el ambiente era realmente relajado. Acomodó su pelo ondulado y caminó hasta encontrar a una mujer rubia, muy bella y de grandes ojos celestes que la recibía con un apretón de manos y una sonrisa formal. —Camila Allende — llamó la mujer mientras estrechaba sus manos suavemente, ella sonrió en respuesta. —Un gusto— respondió. —Por aquí te harán la entrevista. — Indicó la rubia señalando la puerta delante de ella —. Tendrás que esperar un poco a que terminen con la persona que está antes de ti. — Camila asintió —. Si deseas puedes tomar café — explicó señalando a la máquina al otro lado del salón, luego volvió a sonreír inclinándose a modo de saludo antes de caminar y desaparecer tras la puerta siguiente. Bueno, esa rubia no solo era preciosa, sino que su andar denotaba toda la seguridad aplastante que la componía. Camila suspiró intentando controlar su agitado corazón y decidió que lo mejor para sus endebles piernecitas era sentarse en aquellos asientos al costado de la puerta, esos que lucían cómodos y mullidos, aunque demasiados rectos para ella. Acomodó su bolso sobre el regazo, cerró un instante los ojos y liberó un pequeño pedido al Universo, ella solo esperaba que todo saliera bien, realmente le interesaba ese trabajo. Observó un poco más el lugar, notó que al final habían dos especies de oficina con paredes de vidrio, una de ellas mostraba su interior y se podía apreciar un amplio escritorio n***o y moderno que había dentro, junto con unas estanterías de metal que sostenían algunos libros y carpetas, un gran y cómodo sillón de color gris bastante oscuro para finalmente detenerse en una pequeña mesa que parecía tener termos y jugo sobre ella. La otra oficina no la podía ver porque sus vidrios eran opacos y no permitían observar su interior. Supuso que allí sería la entrevista porque el resto del lugar no parecía dispuesto para realizar aquel trabajo. Finalmente la puerta de la oficina opaca se abrió y de allí salió un chico de cabello oscuro y algo despeinado con una enorme sonrisa. Observó la ropa del chico, su estilo era relajado, con unos pantalones negros y una camisa a cuadros abierta que dejaba ver la remera oscura que llevaba debajo. Camila vio a la rubia hablar a alguien que aún estaba dentro de la oficina y luego miró en su dirección para hacerle una seña indicando que se acercara. Se puso de pie, acomodó su bolso y respiró profundo dándose ánimos. Caminó tratando de parecer confiada, una vez frente a la hermosa mujer rubia se detuvo. —Bien — dijo la rubia con una enorme sonrisa —, buena suerte .— Y le guiñó el ojo dándole paso para que pudiese ingresar a la oficina. Camila agradeció con la cabeza los buenos deseos e ingresó al lugar. Apenas atravesó la puerta pudo ver a dos hombres, no mucho más grandes en edad que ella. Ella sabía que los dueños de aquella compañía eran jóvenes y todos tenían grandes esperanzas en lo que pudieran lograr, eso no fue lo que le llamó la atención, ni tampoco lo groseramente hermoso que eran, no se iba a alterar por aquello, lo que realmente no esperaba es que los mismísimos dueños de todo estuviesen allí para entrevistarla. Inhaló profundo y sonrió cortésmente, esto tenía que salir bien. —Buen día — dijo ella — mi nombre es… —Camila Allende — La cortó el morocho de profundos ojos azules —, lo sabemos. —Un gusto — dijo ella tendiendo la mano que el hombre miró y decidió no tomar. —Un gusto — respondió el rubio a su lado, quien sí tomó su mano y la apretó a modo de saludo. El hombre era alto y de espalda ancha, su cabello rubio y desordenado le daba un aire relajado, mientras que sus brillantes ojos negros la miraban fijo. Camila sonrió un poco contrariada por la actitud del otro hombre a su lado, ¿por qué su socio era tan amable mientras él… —. Mi nombre es Marcos Aguirre y a mi lado está mi socio Jeremías Castro — dijo señalando al hombre que la miraba con seriedad —. Tome asiento y comencemos — pidió amablemente y le señaló una silla frente a ellos. —Gracias — dijo ella y tomó asiento. —Bien — continuó el rubio —, sabemos que has desarrollado los sitios web de varias empresas que nos gustan bastante — confesó y miró a su lado para comprobar que su socio aún tenía la vista clavada en la chica mientras su rostro se mantenía serio, inescrutable —. ¿Qué tienes en mente para nosotros? — preguntó con una de las sonrisas más hermosas y amplias que ella jamás hubiese visto. —Bien, analicé su página y no quiero decir que es mala, pero sí, es mala — dijo y rió de su propio chiste junto con el rubio —. No lo tomen a mal pero no veo el espíritu de la empresa en la página, solo veo un sitio cómodo para comprar y nada más — explicó sincera —. Lo importante es qué quieren mostrar ustedes, y si me permiten les mostraré lo que quiero decir — explicó y notó cómo el rubio se apoyaba en el escritorio expectante a lo que le mostraría. Ella rápidamente abrió su computadora y la giró para que los hombres pudieran apreciar la pantalla —. Les voy a mostrar la misma página, pero que transmiten diferentes sensaciones — dijo y comenzó a mostrar el mismo sitio pero uno con un aspecto más “chic”, otro más familiar, uno con un estilo más urbano y así tres opciones más de diseño —. Por supuesto esto son solo ejemplos que deben ser trabajados y pulidos, pero la idea es mostrar que desde los colores, la tipología o la organización del lugar nos transmite diferentes cosas que ustedes deben aprovechar. —¿Debemos? —Y por primera vez intervino el morocho. —Sí, deben — aseguró ella segura sosteniéndole la mirada, transmitiendo la completa seguridad de sus palabras, de su afirmación. La entrevista duró unos cuarenta minutos más y fuera de esa única intervención Jeremías parecía casi al margen de todo, mientras su socio era quien hacía las preguntas. Al finalizar la chica se puso de pie despidiéndose con una sonrisa cordial y salió del lugar. Apenas la puerta se cerró el morocho soltó todo el aire que mantenía preso en sus pulmones. —Vaya que te ha dejado shockeado— dijo el rubio al tiempo que comenzaba a reír. Su respuesta fue una mirada fría. Sin decir más nada se puso de pie y salió de la oficina para ingresar a la suya que estaba pegada a esta. Ni bien estuvo dentro tocó un botón que convertía los vidrios transparentes en opacos, así tenía la privacidad que quería. Se dejó caer en su sillón luego de servir una taza de café bien n***o. Suspiró. Todo lo que Jeremías podía recordar de la última entrevista era a una chica que no medía más de un metro sesenta y cinco, delgada, con cabello largo y ondulado de un color castaño el cual lo llevaba algo desordenado pero eso le daba un aire relajado, inocente. Sus ojos eran de un color marrón muy oscuro, bastantes grandes causando cierta ternura en quienes la miraban. Pero no fue tanto su físico lo que lo dejó sin reacción, fue su actitud, no solo era segura y hablaba firme, sino que ni se detuvo más de dos segundos en observarlo a él o a su amigo. No quería sonar engreído, pero sabía que era un hombre atractivo y muchas, por no decir todas, las mujeres que lo conocían se ruborizaban o comenzaban a coquetearle de alguna forma, eso dependía del carácter de la mujer en cuestión, y nunca le mantenían la mirada demasiado tiempo, menos en tono desafiante, como lo había hecho ella. Además al interactuar con Marcos, que era mucho más relajado que él pero causaba el mismo efecto en el sexo opuesto, y por qué no decirlo, en el propio también, se había mostrado casi inmune a él. Nunca le sonrió de otra forma que reflejara alguna atracción ni se puso nerviosa cuando él se acercó demasiado al analizar algo que mostraba la pantalla,. Ella se había limitado a observarlos distante, desapegada, durante toda la entrevista y respondía sin dudar ni titubear a las preguntas, se la notaba solo concentrada en la plática que llevaban adelante en ese momento. No sabía qué le causó, solo sabía que ella lo había tomado desprevenido, no podía dejar de mirarla, ver sus reacciones, cómo movía las manos, cómo apretaba sus carnosos labios al pensar seriamente en las respuestas, cómo sus ojos brillaban cuando Marcos le indicaba que era muy bueno su trabajo. ¡Dios debía dejar de pensar en ella! Suspiró y notó que su café ya estaba bastante frío. ¿Cuánto tiempo llevaba pensando en la chica? Él no era así, jamás le dedicó más de diez minutos de atención a una mujer, las tenía por montón y hacía tiempo que no se esforzaba por conseguir una, pero ahora llegaba una pequeña mujer y lo tenía en ese estado. No, no lo iba a permitir. Se puso de pie para tomar su saco y salir de allí a algún bar donde distraerse con alguna voluptuosa mujer. Cuando estaba por salir la mujer rubia se encontraba parada al otro lado de la puerta con una burlesca sonrisa en sus labios. —¿Qué? — le preguntó de mal humor. —Nada — dijo ella en tono inocente —, solo que Marcos tal vez me contó…— Y la mirada fría de él hizo que ella callara, pero no dejó de lado aquella sonrisa que lo estaba sacando de sus casillas —. Bueno, termino la historia dentro de tu oficina — dijo ella ingresando al lugar —.¿Entras? — le preguntó ella mientras sostenía la puerta. El hombre obedeció de mala gana ya que, sabía, que aquella mujer no lo dejaría en paz si no lo hacía. —Bueno — dijo de mal humor —, apúrate a decir la estupidez que quieras y déjame ir al bar. —¿Necesitas distracción para salir del shock? — preguntó ella poniendo aún de peor humor al morocho. —No sé qué idiotez te dijo tu novio pero seguro exageró todo — respondió mientras desordenaba su oscuro pelo con la mano. —No parece tan mentira ahora que te veo así — explicó ella sentándose en el escritorio. —Quita tu culo de mis cosas — le ordenó — y dejen de inventar historias ustedes dos. —Ay, hermanito — susurró mientras negaba suavemente con la cabeza —, nunca te había visto tan afectado por un comentario sin sentido — dijo sabiendo que había dado en el clavo, él nunca se tomaba más de dos minutos en explicar algo que era mentira, y mucho menos se exasperaba por ello, pero esta vez algo era distinto. —Bueno, viendo que estarás en modo hermana molesta me voy — dijo acercándose a ella y besando su cabeza —. Me gustaba más tu pelo rosa — agregó y se marchó. Ni bien salió el rubio se apoyó en el marco de la puerta sonriendo satisfecho mientras miraba a la hermosa mujer que tenía enfrente. —Tenías razón — le dijo ella con una enorme sonrisa y los ojos celestes muy abiertos. —Te lo dije, ni una frase pudo articular — respondió separándose del marco y comenzando a caminar hacia ella —. Esto va a ser entretenido — añadió para luego tomar a la chica por la cintura y darle un tierno beso en los labios —. A mí me gusta el rubio — murmuró sobre sus rojos labios haciendo que la preciosa rubiecita sonriera bien amplio.

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