Llevaban un mes saliendo, en la oficina casi nadie conocía aquella situación y Camila insistía con que se mantuviera de ese modo. — Cami ya no podemos con tanto trabajo — se quejaba Julián por quinta vez en la mañana. — Ya te dije que hoy voy a hablar con alguno de los dos a ver si pueden contratar a alguien que nos ayude, pero no me han llamado todavía — explicó tratando de mantener la calma. El mensaje en la computadora sonó y Camila miró en dirección a la oficina de vidrios opacos al final del pasillo —. Deseenme suerte — le susurró a sus compañeros que esperaban buenas noticias al igual que ella. Caminó despacio hasta llegar a la puerta de vidrio, golpeó suavemente y esperó. — Adelante — escuchó la voz de Samantha. — Buen día — dijo ella mientras ingresaba. Dentro de la oficina s