Varias peleas más se produjeron durante ese mes y parte del siguiente, pero el día que Camila notó que algo realmente no iba bien fue una tarde en la cafetería frente al parque. Ella y su novio se encontraban sentados en una pequeña mesa y la moza que los atendía lucía un pantalón bastante ajustado que se adaptaba muy bien a sus glúteos, delineándolos con increíble precisión. Camila miró de reojo al morocho quien trataba de disimular que observaba a la mujer, que intentaba, muy mal por cierto, parecer desinteresado por ese cuerpo que se movía diligentemente por todo el salón. — Me otorgaron una beca en Japón — dijo ella sabiendo que él no la escuchaba. — Que bien — obtuvo por respuesta. — No sé si deba tomarla, ¿tú qué opinas? — Lo que te haga feliz. — Bien — susurró se tragó el dol
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